No está el pescado vendido

Los pescaderos del mercado de Feria se agrupan y dejan media nave para un complejo de restauración

27 ago 2015 / 23:19 h - Actualizado: 27 ago 2015 / 23:19 h.
"Barrios"
  • Clientes en un puesto del mercado de la calle Feria, al lado de la zona en obras. / Pepo Herrera
    Clientes en un puesto del mercado de la calle Feria, al lado de la zona en obras. / Pepo Herrera

Dormita el mercado de la calle Feria en agosto, pero su interior, tan escaso de una clientela que ha huido a las playas, se agita.

Tres puestos permanecen abiertos en la nave del pescado, una de cuyas mitades está en obras y se convertirá en el inminente septiembre en el renovado Mercado de Feria, autodefinido en su web como «espacio de restauración».

En la otra mitad, agrupados, resistirán siete puestos de pescado. De toda la vida. Como el de Isidoro, uno de los pocos cuyos dueños no están de vacaciones. Isidoro anda por aquí desde 1987. Antes, trabajó en la pescadería de su padre «en Alcalá», precisa.

¿Qué ha pasado desde entonces?

«Antes había 22 puestos de pescado, y se vendía», recuerda, antes de barrer para casa: «El pescado es lo que levanta un mercado. Los vecinos venían a diario». Y remata: «Desde que quitaron los aparcamientos de la Alameda esto se vino abajo». Hablamos, entonces, de un largo descenso.

La reordenación de la zona de pescadería y los nuevos vecinos son conversación habitual. «Los nuevos negocios le dan vida. Aquí viene el público de siempre, pero ahora vendrá, esperemos, gente nueva», opina Isidoro.

Tercia María de los Ángeles, pescadera y vecina: «Había puestos vacíos porque muchos pescaderos se han jubilado». «La carne y sobre todo el pescado es lo más difícil, hay que ser profesional y saber trabajar. Además, es caro. ¿A ti la libreta cuánto te dura...? El pescado, o lo vendes, o lo tiras. Como están las cosas, la gente no se atreve a meterse en algo así, así que abren otro tipo de negocios».

La evidente realidad es que el mercado es muy diferente al que fue hasta hace no muchos años. Abundan los nuevos puestos, con sus nuevos dueños, a menudo más cercanos a la restauración que a la venta: es fácil tomarse un helado, un café, comer sushi o llevarse pasta fresca a casa. La nave del pescado, sin embargo, se quedaba fuera de esa tendencia, con el agravante de que el elevado número de puestos vacíos le confería un aspecto, seguramente, mejorable. Y eso, más o menos a disgusto, lo asume todo el mundo: puesteros y vecinos. Con matices, que aclara Matilde, pescadera a medias con su marido, Antonio: «Quedan siete puestos de pescado. Más que suficiente para que el barrio esté bien abastecido». Sabido es que los ojos, en ocasiones, engañan. Esos mismos puestos salteados se verán desde septiembre agrupados, y no es improbable que con un producto similar la sensación sea la de una zona potente y bien surtida de pescadería.

En el puesto de Matilde y Antonio aparece un sevillanísimo debate: el de las esencias. «Veo que se va a convertir la plaza de abastos en bares, que se va a perder su esencia». Antonio es todavía más reticente ante la apertura de un espacio amplio de restauración: «Van a tener diez puestos y abren a la una. La gente que entra ahí no viene a comprar, y mientras, tenemos veladores y trastos por medio».

Julio, el hijo de María de los Ángeles, matiza: «Ese horario es en verano. Desde septiembre abren por la mañana». Julio ha recogido el testigo de su padre, ya jubilado, y lo tiene claro: «Me gustaría más que abrieran puestos de pescado, pero prefiero que lo abran. Es otro tipo de cliente, pero le da vida al mercado». Representa a una nueva generación de puesteros, que existe, como recuerda Matilde: «Aquí hay jóvenes. Está Paco, Julito... Y los que estamos aquí no nos vamos a ir».

Todo el barrio espera que no se vayan, de hecho. Hasta ahora, el mercado de la calle Feria se ha transformado de un modo diferente al de tantos mercados gourmet, casi nueva piedra filosofal de la restauración seudocañí. Los puestos se han ido renovando sin que unos señores con corbata hayan diseñado una estrategia comercial en una sala de reuniones para, disimulando, calcar el modelo del madrileño mercado de San Miguel. En la calle Feria siempre ha habido más vida, y la clientela tradicional lo pisa a diario, excepto en agosto, lo que no deja de ser otra tradición. Abunda, en alegre mescolanza, un nuevo tipo de cliente, seguramente atraído en principio por la restauración antes que por la compra. No son pocos los convertidos en clientes de los puestos tradicionales.

Pues ese cambio ha llegado ahora a la pescadería. No con un mercado gourmet, como recalcan desde Mercado de Feria, sino como un mercado gastronómico montado para los vecinos, que en esta zona son muchos y variopintos. Al lado, los pescaderos, con tanto que ofrecer.