Por soleares en Montjuic

Hace veinticinco años comenzaban las Olimpiadas de Barcelona. La sevillana Cristina Hoyos participó en el acto de inauguración en nombre del flamenco

24 jul 2017 / 21:20 h - Actualizado: 25 jul 2017 / 13:44 h.
"Cultura","Juegos Olímpicos"
  • La bailaora sevillana Cristina Hoyos hizo su entrada en el estadio olímpico de Montjuic sobre un caballo llegado desde Albacete. / El Correo
    La bailaora sevillana Cristina Hoyos hizo su entrada en el estadio olímpico de Montjuic sobre un caballo llegado desde Albacete. / El Correo
  • Por soleares en Montjuic

Verano del 92. Mientras en Sevilla se celebraba la Exposición Universal que impulsó la modernización de la capital hispalense, Barcelona se convertía en la primera ciudad española en organizar unas Juegos Olímpicos. Las miradas de medio mundo –y parte del otro– estaban puestas en lo que sucedería aquel 25 de julio en el estadio olímpico de Montjuic, donde tenía lugar la ceremonia de inauguración presidida por el rey Juan Carlos y con la presencia de 800 autoridades mundiales, entre ellas Fidel Castro o Nelson Mandela. Un espectáculo que fue concebido como un gran anuncio publicitario, que comenzó a prepararse tres años antes y que contó con un presupuesto de 2.800 millones de pesetas. Más de 9.000 personas –además de 11.000 deportistas– participaron de este evento en el que una sevillana universal, la bailaora Cristina Hoyos, se alzó como exponente del flamenco.

«Aquello fue una sorpresa maravillosa. Era algo excepcional», recuerda veinticinco años después. A Cristina Hoyos, que había debutado con su propia compañía de baile en París en el mes de junio de 1989, este nombramiento le supuso «un refuerzo» en su trayectoria. «Imagínate lo que supone en la carrera de una bailaora subirte al escenario de un estadio». Y así lo hizo, entre otras cosas porque los organizadores de la ceremonia tenían claro que querían contar con ella. «Los catalanes vinieron a reunirse conmigo a Sevilla y aquí lo acordamos todo». Con ella y con el mismísimo Camarón, del que querían que pusiera voz al baile de Hoyos. «El pobre cayó enfermo y no pudo formar parte del proyecto». De hecho, el 3 de julio de ese mismo año, tan solo unos días antes de la inauguración, fallecía a consecuencia de un cáncer de pulmón.

Tras varios meses de preparación llegó el día. Se había diseñado un espectáculo en el que Hoyos entraría en el estadio subida en un caballo mientras movía sus brazos al compás de la música. «Me fui un par de días a Jerez para aprender a montar sin tener que agarrarme al caballo. Todo iba bien hasta que el animal cogió la peste equina y lo tuvieron que cambiar a última hora por otro que vino de Albacete», recuerda de forma anecdótica. También la lona de plástico que cubría el césped. «Qué nervios, ¿y si el caballo se resbalaba?. Pero al final nada de eso ocurrió y la sevillana acabó triunfando ante la atenta mirada de los más de 3.500 millones de espectadores que la siguieron a través de la retransmisión televisiva. «Cuando acabó, respiré y tuve esa sensación de que todo había salido bien. Al día siguiente, la gente me felicitaba y aún hoy, cuando viajo a Barcelona, me lo siguen recordando con muchísimo cariño».

Las fotografías y las imágenes se encargan de traerle de vez en cuando a la mente todo lo que vivió ese inolvidable día. Compartió escenario con grandes artistas como Alfredo Kraus, Josep Carreras, Montserrat Caballé o la voz de un recién fallecido Freddy Mercury. El recuerdo más especial lo tiene junto al tenor Plácido Domingo, cuya voz le acompañó en el momento en que salió al estadio subida en el caballo y junto al que, curiosamente, recibió el pasado 30 de mayo el reconocimiento público como hijos predilectos de la ciudad de Sevilla. Para tan especial ocasión lucía un vestido rojo que fue diseñado por el catalán Frederic Amat y elaborado por Justo Salao. «Todavía lo conservo. ¡Cómo para no hacerlo! Lo tengo en el Museo del Baile Flamenco de Sevilla», espacio del que fue promotora artística. No es el único recuerdo que guarda, pues también conserva algunos trajes del cuerpo de baile «que realizó Loli de la Haza».

El momento cumbre llegó cuando Cristina Hoyos se subió al escenario para bailar por soleares y el flamenco conquistó el mundo olímpico. «Lo pienso y si volviera atrás diría otra vez que sí con el corazón. Fue algo mágico, bien hecho y espectacular». Ese es su mejor recuerdo y el que no para de revivir ahora que han pasado veinticinco de años de aquella inolvidable cita. «Todavía hay gente extranjera que me para por la calle y me dice ‘¿usted es la que iba a caballo en las Olimpiadas?’». Sonríe al recordarlo, sabiendo que a pesar de todos los éxitos que ha seguido en estos años, siempre será esa sevillana que triunfó por soleares en Montjuic aquella noche de verano.