Potenciando la capacidad

La asociación La Corbera lleva 20 años trabajando con pacientes, la mayoría niños, con necesidades especiales. El caballo les hace mejorar su calidad de vida

21 ene 2017 / 22:23 h - Actualizado: 21 ene 2017 / 22:24 h.
"Salud","Economía al galope"
  • El mero contacto físico con los equinos resulta de gran ayuda para el desarrollo a todos los niveles de los pequeños con necesidades especiales.
    El mero contacto físico con los equinos resulta de gran ayuda para el desarrollo a todos los niveles de los pequeños con necesidades especiales.

«Nosotros partimos desde la capacidad y no desde la discapacidad». A modo de frase de cabecera, porque su propósito es ayudar a personas con necesidades especiales aletargadas para que recuperen sus capacidades; ese es el leit motiv que ha movido desde hace casi dos décadas a la Asociación de Equitación Terapéutica La Corbera, una entidad sin ánimo de lucro especializada en terapias ecuestres o –utilizando el término más correcto– Intervenciones Asistidas con Caballos [IAC en adelante].

Al frente de esta loable iniciativa se encuentra Yuya Fernández Mantecón, quien se lanzó a esta aventura para, en principio, ayudar de alguna manera a su hija Rocío, que «nació en el año 1993 con espina bífida», empieza relatando esta mujer luchadora.

«Desde entonces me volqué en el tema de las terapias y de la discapacidad. Mi marido (Alfonso Gonzalo) se dedicaba al mundo del caballo, se compraba todas las revistas y en una alemana vimos una foto de un niño con discapacidad montado a caballo con una persona al lado. Y pensé: debe haber algo para ayudar a mi hija», explica.

Por aquel entonces surgió la ocasión: en 1999 hubo unos cursos sufragados por la Unión Europea para monitores de equitación terapéutica en Los Palacios. «Había 15 alumnos y todos eran fisioterapeutas, médicos, psicólogos... menos yo, que sólo era una madre que quería saber cómo ayudar a mi niña».

Allí conoció a una fisioterapeuta alemana y empezaron a trabajar de forma informal en la finca La Corbera, propiedad de su familia y cuyas instalaciones cedió a la recién constituida entidad. Yuya cuenta que «mi hija fue el conejillo de indias. Ni la fisio ni yo teníamos intención alguna de hacer esto como una acción comercial, era un honor que alguien se pusiera en nuestras manos y no le cobrábamos nada», evoca.

SIN ÁNIMO DE LUCRO

Pero, claro, con el paso del tiempo cada vez tenían más pacientes, hasta que en 2003 les conminaron a regularizar la situación: «Creamos la empresa y empezamos a pelear para que nos reconocieran en distintos ámbitos y a pedir ayudas»; todo ello sin abandonar su condición de entidad sin ánimo de lucro. «Al ir aumentando la demanda se generó una cantidad de gastos cada vez mayor y necesitábamos rodearnos de profesionales, además de más caballos, material... pero yo no he visto un euro nunca».

Así, empezaron a llegar aliados. Hoy día cuentan con algunos tanto del ámbito privado (Caixa o Bancaja) como público: Consejería de Igualdad y Bienestar Social, Fundación Cajasol o Delegación de Educación del Ayuntamiento de Sevilla, que «es el único de España que realiza un concurso público para dar terapia ecuestre en Centros de Educación Especial, y llevamos ocho años ganándolo», recalca orgullosa.

Gracias a estas ayudas, la sesión de terapia –valorada en unos 58 ó 60 euros– se cobra a sólo 25. «La rebajamos para que nuestros clientes paguen lo mínimo posible, teniendo en cuenta que con cada alumno van siempre dos personas».

En La Corbera, en la carretera de Utrera, a unos 20 kilómetros de la capital, cuentan con unos 120 alumnos al año. Pacientes de diversa índole, ya que las IAC sirven para cualquier persona que tenga algún tipo de necesidad especial, si bien «la mayor demanda es de niños, están en una edad en la que se pueden conseguir objetivos y tener una recuperación», explica Yuya. Pero también están recomendadas para adultos, y en suma para «personas con discapacidad pura y dura (parálisis cerebral, síndrome de down, autismo...) pero también con depresión, anorexia...». También acuden centros de menores que tienen problemas sociales e incluso de estudios. «A veces han venido mujeres maltratadas, personas con problemas de droga o que han pasado por la cárcel». Incluso ancianos, ya que reciben visitas de geriátricos «porque también trabajamos pie a tierra».

Fernández Mantecón recalca que «nos diferenciamos de otros centros similares en que defendemos la profesionalidad de un equipo multidisciplinar. Todos nuestros empleados tienen contrato». Una pista cubierta y tres descubiertas, un aula, un club y el campo son el escenario en el que trabajan seis expertos ecuestres, profesionales con titulación universitaria dentro de la Sanidad o la Educación (fisioterapeutas, logopedas, psicólogos...) que luego se han formado como terapeutas ecuestres; cuatro instructores, personas con capacidad para formar a otros en terapias ecuestre; y cuatro ayudantes en IAC, que acompañan al experto y velan por la seguridad de alumno y del propio terapeuta, poniéndose a sus órdenes para que este tenga sus cinco sentidos en el paciente. Así, por ejemplo, «un chico con escoliosis necesita que el caballo dé una vuelta hacia la derecha o se pare y el ayudante es quien lleva al caballo del roncel para que ejecute esos movimientos», explica Yuya.

CUIDADOS DE LOS CABALLOS

Con las subvenciones recibidas más las cuotas de los pacientes se pagan los sueldos de los profesionales y los gastos que requieren los caballos (alimentación, cuidados veterinarios, herrajes...), valorados en 200 euros al mes.

Para estas terapias no sirve cualquier equino, sino que «tienen que tener unas características básicas, hay que domarlo y adecuarlo a las terapias, a lo que se le va a pedir y al trato con personas especiales, ya que éstas les chillan, les dan patadas... No es tan importante la raza como la morfología y el carácter del animal», cuenta.

Y a todo esto, ¿cómo se constatan las mejorías en los pacientes? La responsable de La Corbera subraya que «tenemos nuestros análisis a partir de la información que recogemos de los padres, tutores o familiares, pero sobre todo nos guiamos por el mucho tiempo que cada alumno lleva con nosotros. Si un padre lleva ocho años apostando por nosotros pese a que tiene que desplazarse veintitantos kilómetros desde casa, es una señal de que confían en ti. O cuando ves que el Centro de Educación Especial San Pelayo lleva ocho años viniendo una vez por semana y cada vez nos demanda más plazas...».

La asociación, por lo demás, entrega a cada familia un informe médico semestral del paciente donde se refleja la evolución y si se están cumpliendo los objetivos en las distintas áreas (conductual, física, cognitiva, emocional, del lenguaje...). Y donde se plasma de lo que son capaces con la ayuda inestimable de los caballos.

DE LA HIPOTERAPIA A LA EQUITACIÓN ADAPTADA

Dentro de las Intervenciones Asistidas con Caballos existen varias modalidades en función del área que haya que trabajar. La hipoterapia como tal es «la fisioterapia a través del caballo, indicada para deficiencias físicas o problemas motores». La equitación psicopedagógica, en cambio, es una terapia «orientada a déficits psicoeducativos, desde autismo a anorexia».

En el llamado volteo psicopedagógico, sin embargo, se trabaja «en grupos de dos o más alumnos y se fomenta la interrelación entre ellos». Una cuarta vertiente la constituyen las terapias complementarias, en las que «se realiza una adaptación del mundo ecuestre y la naturaleza con fines lúdicos y educativos»; esto es, «cuando por ejemplo acuden grupos a los que les enseñas a limpiar cuadras, alimentar los caballos o crear huertos».

Al margen de las terapias, dado que no tiene ese fin terapéutico, se encuadra la equitación adaptada, esto es, su adaptación para personas que persiguen un fin deportivo, de ocio o de competición (llamada paraecuestre). La Corbera abrió una escuela el año pasado.