Robótica y emociones: la tercera vía

Los alumnos de Cuarto del IES Vicente Aleixandre aúnan en Tecnología la programación con el desarrollo de la inteligencia emocional a través del trabajo en equipo y la creatividad

10 feb 2016 / 22:22 h - Actualizado: 10 feb 2016 / 22:35 h.
"Tecnología","Educación"
  • La clase se desarrolla con los alumnos trabajando en grupo y de manera independiente. / Pepo Herrera
    La clase se desarrolla con los alumnos trabajando en grupo y de manera independiente. / Pepo Herrera
  • Jose y Caty, en el aula TIC donde tienen lugar las clases. / Pepo Herrera
    Jose y Caty, en el aula TIC donde tienen lugar las clases. / Pepo Herrera

Comunica la Consejería de Educación que «ha otorgado el primer premio de la modalidad Antonio Domínguez Ortiz, sobre investigaciones, experiencias y materiales para la innovación, al trabajo Usos educativos de la robótica: una casa inteligente, de los profesores José Pujol Pérez y Catalina León Benítez del IES Vicente Aleixandre de Sevilla». Añade que «utiliza la programación y la robótica para desarrollar las competencias básicas, la educación en valores, el trabajo en equipo, el pensamiento crítico, la creatividad o el manejo de herramientas y contenidos digitales».

Y al llegar al instituto, en pleno barrio de Triana, aparecen personas de verdad que hablan como las personas de verdad. La retórica, para la Administración. Aquí están trabajando.

A Catalina todo el mundo la llama Caty y José, el profesor de Tecnología, es Jose. De él partió todo. «En 2005 empiezo a meter programación y robótica en el aula, y año a año ha ido evoulucionando, creo que mejorando», «y en un momento dado lo que se hace es presentar un proyecto a esta convocatoria, que es una parte del trabajo», interrumpe Caty, a la que completa Jose: «Pero es mucho más amplio. He desarrollado un hardware educativo y material de robótica para las clases, y eso por ejemplo no está para nada incluido en el trabajo que han premiado».

Impresiona pisar el aula TIC y ver a los alumnos de cuarto de ESO trabajando. Jose explica qué hay allí: «Alumnos con herramientas de software y hardware libres trabajando en proyectos que incluyen la programación y la robótica o la inclusión de sensores y actuadores para hacer proyectos de corto plazo. Son actividades que se basan en la creatividad y en el trabajo de equipo con herramientas digitales», resume.

¿Pero un instituto no era otra cosa? «Es que esto es la pedagogía del siglo XXI», tercia Caty. «Vas a ver a los niños trabajando con autonomía, saben lo que tienen que hacer. Se les ha explicado previamente y hay una guía para trabajar que ha elaborado Jose. Los alumnos tienen cada uno un papel».

Es decir, que esto es más que una llamativa experiencia con una tecnología todavía poco habitual en estos niveles educativos. «Lo fundamental son objetivos de tipo general, no específicos del tipo saber cómo funciona un sensor de temperatura, sino cómo aprender a trabajar en equipo, el autoaprendizaje», explica Jose, y Caty lo vuelve a interrumpir en lo que tiene toda la pinta de ser una constante en su relación. «Aprenden a aplicar los conocimientos, por ejemplo matemáticos, a otras áreas, a entender la vida cotidiana y, un poco, sus posibilidades. Una de las cosas en las que Jose incide mucho es en que las cualidades que tiene cada uno se potencien con el rol que ocupan en el equipo. Eso es importante, eso es inteligencia emocional», recalca. Y apunta: «Aprender conocimientos en este momento no tiene ningún sentido. Los conocimientos están almacenados».

La unión de Caty y Jose, psicóloga y pedagoga e ingeniero de Telecomunicaciones, es también un buen ejemplo de lo que pretenden con sus alumnos. Porque también rompen con la tradicional frontera entre las ciencias y las humanidades. «Una de las cosas que hace el proyecto es que las ciencias y las letras tienen un sentido conjunto. Rompe la barrera discilinar, en realidad las disciplinas se hacen así porque es más fácil dar una clase de una cosa, pero no porque estén separadas en la vida. Y como el proyecto incide en la vida, el niño se plantea problemas que van más allá de la propia técnica», apunta Caty sobre una de las cuestiones que más le interesó del trabajo que realizaba su compañero: «Un proyecto basado únicamente en clavitos y en muñequitos tiene poco recorrido. Existe lo que se llama la tercera cultura, que es la unión de las ciencias y las letras. Por ahí va la cosa».