Son y están

«Somos una sociedad tan egoísta que crea un mundo sin futuro para nuestros nietos»

Francisco Casero Rodríguez. Presidente de la Fundación Savia por el Compromiso y los Valores. No hay otra persona que condense tantas vertientes de Andalucía durante los últimos 50 años. Sindicalismo, ecologismo, cooperativismo agroalimentario, fomento de las empresas en el medio rural y articulación de la sociedad civil. Ejerce la cultura del diálogo hasta el punto de que ha ido a la cárcel para hablar con los dirigentes independentistas catalanes que está juzgando el Tribunal Supremo.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
24 feb 2019 / 10:12 h - Actualizado: 24 feb 2019 / 10:23 h.
"Son y están"
  • «Somos una sociedad tan egoísta que crea un mundo sin futuro para nuestros nietos»

Tiene 70 años y se sigue levantando todos los días antes de las 6 de la mañana, incluso cuando se acuesta tarde por sus mil y un viajes por los pueblos y ciudades de Andalucía. Vive de su pensión, 2.100 euros netos al mes, y trabaja de modo altruista implicándose en múltiples causas. Su patrimonio más valioso es la enorme cantidad de personas que le tienen en alta estima. Aunque no quiera contarlo, desestimó los ofrecimientos a ser Defensor del Pueblo Andaluz, y a recibir la Medalla de Andalucía. La biografía de Francisco Casero no tiene parangón. Detenido en 42 ocasiones por sus acciones reivindicativas en pro de las libertades y de la justicia social y económica. Ha protagonizado 40 huelgas de hambre para denunciar problemas y exigir soluciones, la última fue en 2014. Ha vertebrado la mayor red de productores de agricultura ecológica de toda Europa. Y hoy en día impulsa la Fundación Savia para que la sociedad civil predique con el ejemplo de los buenos valores el cambio de época de la gobernanza y la prosperidad en un contexto local y global.

A Paco Casero, como lo llama todo el mundo, le gusta tanto pasar de la palabra a los hechos que junto a su domicilio, en el sevillano barrio del Tiro de Línea, plantó un naranjo dulce con el fin de que se compartiera en plena calle disfrutar de su cosecha. Nació en Marchena en 1946, tiene dos hijos y tres nietos, en dicho municipio conoció a su esposa. Es hijo de un campesino que procedía de Antequera. De los 12 a los 24 años vivió sobre todo en Menorca, emigró con su familia a dicha isla balear, siguiendo los pasos de un hermano que allí encontró empleo. “Nos integramos tan bien que nunca nos sentimos emigrantes. Y todos los años voy varios días para reunirme con mis amigos menorquines, y aprovecho para dar alguna conferencia, me veo con sus autoridades,... Muchas veces me siento un andaluz con mentalidad menorquina”.

¿Por qué?

Soy muy puntual, y me molesta cuando a la hora fijada para una reunión alguien aún no ha llegado. Como en Menorca me acostumbré a las dinámicas profesionales de un ambiente empresarial e industrial, con horarios fijos, cuando empecé a implicarme en Andalucía, a partir de 1973, me chocaba cuando en los pueblos me decían “Nos vemos esta tarde” y eso no indicaba a qué hora era la cita. Porque se pasaban toda la tarde en la plaza a la espera de si les contrataban para un tajo. Además, no soy persona a la que guste relacionarse en los bares.

¿Dónde se inició en la actividad política y sindical?

En Barcelona, a principios de los años 70. Trabajé en tres empresas, una de ellas la enorme factoría de Hispano Olivetti, donde había tres mil empleados, y en todas me despidieron cuando convocábamos huelga.

¿Qué le impulsó a cambiar del ámbito obrero al agrario?

Oía muchos comentarios negativos sobre los andaluces. Y cuando viajé por Andalucía, y me metí a trabajar en el sector del arroz cerca de Las Cabezas de San Juan, y empecé a ver cómo estaba de mal el mundo rural andaluz, me impliqué a fondo.

¿En los calabozos qué se aprende?

Mis ideas se fortalecen cuando me encierran.

¿Hoy en día se relaciona con empresarios que lo veían como un enemigo?

Está claro que en los años setenta, establecí un sindicalismo que era de confrontación. Pero muy pocos empresarios podrán decir que yo los insultaba. Mi objetivo era reivindicar la dignidad de la gente del campo.

¿Cómo evolucionó desde las reivindicaciones sindicales, en una Andalucía rural de caciquismo y jornaleros, a vertebrar la creación de empresas de agricultura ecológica y abogar por el mundo de la empresa como base del desarrollo social? ¿Cómo soportó la incomprensión de algunos correligionarios?

Cuando yo tomé la decisión de volver a Andalucía, no vine a resolver mi economía personal. Para eso, vivía en Menorca mucho mejor. Yo venía para aportar a esta tierra. Desde el principio, vi que la parte más preocupante de la sociedad era la situación de la gente del campo. Empecé a trabajar en eso y uno de los principales objetivos era reestablecer su dignidad. Y el papel del Sindicato de Obreros del Campo fue muy importante para conseguir la autonomía. Las primeras acciones en las que se enarboló la bandera andaluza fueron del sindicalismo agrario. Y también el primer ayuntamiento que aprobó una moción por la autonomía andaluza. Los años de la transición fueron muy hermosos en Andalucía, con el despertar del pueblo andaluz desde las movilizaciones del 4 de diciembre de 1977. Después de esa etapa, me di cuenta de que había que avanzar. En 1984, propuse una alianza entre el movimiento jornalero y el ecologista. Sé que iba demasiado lejos para la mentalidad de algunos, vi que era difícil entenderlo. Decidí apartarme del sindicato. Fue cuando empezamos a fomentar y a desarrollar el movimiento ecologista. Que en los años 80 fue un referente para toda Europa como avanzadilla desde el punto de vista social.

Explíquelo.

Tras un esfuerzo por conocer la realidad, escuchando mucho, debatiendo mucho, vimos la necesidad de cambiar el sistema de producción. Del movimiento ecologista sale la necesidad de la producción ecológica. Y decido dedicarme totalmente a eso. No teníamos experiencia, y hoy somos la potencia de Europa. Todo hecho desde la sociedad civil, desde abajo. Nosotros lo teníamos muy claro. Queríamos asumir nuestra responsabilidad. Y demostrar que Andalucía es la número uno. El gran objetivo no era fijar la certificación de producto ecológico, sino crear una base económica distinta. Si en el aceite convencional solo se envasa el 24%, en el ecológico se vende envasado el 50%. Eso vertebra muchas más empresas. Por eso nos afecta tanto el problema de la burocracia.

¿Cómo aprendió a conciliar las campañas reivindicativas y el diálogo con antagonistas?

Con mi forma de ser y por la experiencia sindical, mi mentalidad es: hay que saber luchar y saber dialogar. Es algo que en los últimos años se está restringiendo en España. Parece que hablar es negativo. Pero yo lo he practicado siempre dentro y fuera de España. Porque soy profundamente andaluz, y profundamente internacionalista.

Ponga ejemplos.

En el 80 participé en Washington en una huelga de hambre, durante 17 días, delante de la Casa Blanca, cuando fue asesinado el arzobispo de El Salvador, Oscar Romero. Éramos 12 personas, entre ellas el argentino Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz y el obispo brasileño Helder Cámara. Era un momento muy complicado en Centroamérica, y fue una llamada de atención al gobierno de EEUU para que no se usara la violencia sino dedicarse a resolver los problemas. Y nos entrevistamos con todo tipo de representantes. Lo repetí, por ejemplo, en 1992, en el País Vasco. ETA seguía atentando, y amenazaba en Andalucía a la Expo'92. En la Semana Santa de ese año, fuimos 32 personas a hacer una huelga de hambre junto al árbol de Guernica y a hablar con todos los sectores de la política y sociedad vasca.

¿Qué lograron?

Fue un choque en la sociedad vasca, nadie se había atrevido antes a hablarles de tú a tú. Fueron a hacerlo dirigentes nacionalistas como Arzalluz y Garaicoechea, y socialistas como Nicolás Redondo. A finales de ese año nos dieron el Premio de la Paz del País Vasco, como reconocimiento a que removimos la conciencia en la sociedad vasca.

Cuando usted vivió la Cataluña de la industria, la emigración y la militancia antifranquista, ¿pensó alguna vez que el independentismo tendría la base social de hoy en día?

Hace un mes, junto con otras personas de Andalucía, he estado reunido en la cárcel con los siete dirigentes catalanes presos. Y durante hora y media hemos hablado de todo. Y ellos también han hablado de todo. He ido porque los problemas políticos no se resuelven desde los tribunales. Y si no se dan pasos desde todos los ámbitos, la situación se endurece cada vez más y nos lleva a un sinsentido, que es lo que está pasando.

Pero, ¿por qué no dialogan ellos con los demás catalanes? ¿Con entidades catalanas como Concordia Cívica? ¿Con los partidos políticos más votados por los catalanes en las grandes ciudades? ¿Por qué no condenan las agresiones que sufren catalanes a manos de radicales independentistas? ¿Por qué atribuirles que representan a todos los catalanes cuando no son la mayoría ni utilizan las instituciones catalanas para representar e integrar a la verdadera pluralidad de la ciudadanía catalana?

Reconozcamos que hay un problema. Hace unos años era muy pequeño y ahora por lo menos representa el 48% de la población catalana. Hablemos de cómo reconducirlo. Ellos me han dicho que han cometido errores. Pero, desde la otra parte, cuando se apela a aplicar de forma permanente el artículo 155 de la Constitución, ¿no se estará cuestionando el Estado de las autonomías en toda España? ¿Eso nos conduce a algo bueno?

Amplios sectores de la sociedad andaluza están hartos de que los problemas catalanes eclipsen cualquier otra prioridad.

Sí, es lamentable tener unas elecciones andaluzas y que se haya hablado más de Cataluña que de los problemas andaluces. ¿Qué pinta nuestra representación en el Congreso de los Diputados? Es el mayor número de diputados de toda España y ¿alguien ha levantado la voz para defender Andalucía? Y además tenemos que hacer un esfuerzo para convivir, respetando las distintas realidades.

¿Cuál es el mayor freno al desarrollo de Andalucía?

La burocracia. Y de eso no se debate. Por eso hice hace cinco años una huelga de hambre durante 25 días. Cualquier iniciativa de transformación y mejora se topa con la incomprensión desde la burocracia.

¿Qué le han propuesto al nuevo Gobierno andaluz?

El día que tomó posesión Moreno Bonilla como presidente de la Junta, recibió un documento de 15 folios que le enviamos desde la Fundación Savia para hacerle ver que en los 90 puntos del acuerdo de pacto de gobierno PP-Ciudadanos no aparecen medidas para cuestiones fundamentales en nuestra tierra: la despoblación del medio rural, la incidencia del cambio climático, entre otros.

¿Qué política fiscal prefieren?

La que garantiza el bienestar social. Los países escandinavos son los que tienen más tasas de impuestos, y los que dan mejor bienestar social. Sin embargo, en España se quiere hacer ver a la población que es posible bajar muchos impuestos y mantener las prestaciones en educación, sanidad, dependencia, etc. Cuando en realidad se está deteriorando la calidad de los servicios públicos, y va en aumento la desigualdad. Eso es un retroceso de los principios y valores democráticos.

Hable de la economía lastrada por la burocracia.

Acabo de ver cooperativas cordobesas que han parado su actividad porque hay tanta cosecha de aceituna que el exceso de alperujo en las orujeras impide su continuidad. Se alertó para prevenir que eso iba a suceder. Pero no se han tomado medidas. Y se siguen plantando olivos con un modelo super intensivo. Y se está llegando a un precio del aceite tan mínimo que nos vamos a cargar todo el olivar tradicional. Pero de esto no se habla ni se debate. Ni de las consecuencias que va a tener el cambio climático en cultivos y en el despoblamiento, si no lo atajamos.

¿De la Andalucía rural solo se acuerdan para pedir el voto?

Le planteamos al anterior gobierno andaluz, y también se lo hemos propuesto al nuevo, hacer algunos consejos de gobierno de la Junta en pueblos. Si se analiza a quiénes se elige para otorgarles las medallas de Andalucía, entre los elegidos casi nadie es del medio rural. ¿Y no es fundamental en Andalucía? Eso demuestra que la gobernanza está en su mundo y que la sociedad va por otro lado. Nos quieren entretener con discusiones sin pies ni cabeza, con cuatro 'chuminás' en vez de afrontar los temas cruciales. ¿Para qué nos sirven los discursos de la crispación?

¿Cuál es el punto de partida de la Fundación Savia?

Hace cinco años, me di cuenta de que no quería acabar como los jarrones chinos que son muy bonitos pero no sirven para nada. Tras más de 20 años al frente de la producción ecológica, necesitaba dar un paso más que fuese el colofón de toda una trayectoria. Y con total generosidad, sin pedir nada para mí. Empecé a hablar con gente para crear la Fundación Savia, que estuviese al servicio de los valores y del compromiso. Estoy muy orgulloso de presidir una entidad que ya cuenta con 47 patronos y muchísimos colaboradores. Somos la punta de lanza de numerosas actuaciones.

¿Cómo concretan la defensa de valores?

Reunimos a todo el patronato en Zamoranos, pedanía de 400 habitantes junto a Priego de Córdoba. Llevamos a un conferenciante, como la rectora de la Universidad de Granada, haciendo mucha autocrítica sobre el funcionamiento de las universidades, o la ministra de la Transición Ecológica, o el fiscal general del Estado para hablar de justicia,... Y muchas veces salió a relucir qué puñetas estamos haciendo como sociedad, qué le vamos a dejar a nuestros nietos. Me he criado en un ambiente donde el abuelo siempre pensaba en los nietos. Hoy solo pensamos en el presente, nadie piensa ya en el mañana. Somos súperegoístas. Estamos creando un mundo donde nuestros nietos no van a tener posibilidad de desarrollo. Nos planteamos suscitar un amplio debate en la sociedad y proponer la creación de la figura del Defensor (o Defensora) de las Generaciones Futuras.

¿Lo veremos?

La ONU nos dijo que le pareció muy buena idea. Ya tenemos el respaldo de 197 ayuntamientos, 4 diputaciones, la Universidad de Granada, infinidad de entidades y de personas que reflexionan ante la opinión pública. Necesitamos ese tipo de políticas progresistas, para adelantarnos a los problemas y no solo lamentarnos.

¿Los jóvenes andaluces de talento que se ven forzados a emigrar, ¿serán en el futuro, si retornan, los que cambien a mejor Andalucía?

Están adquiriendo conocimientos y experiencias que no tenemos. Hay que ofrecerles volver y que ayuden a desarrollarse mejor a las empresas del sector agroalimentario. Es fundamental fortalecer el tejido empresarial. Un cambio de mentalidad para crear más riqueza, y después distribuirla. Hace falta una revolución en ese sentido. Ir por delante de los problemas y no vivir del pasado. Es lo que pretendemos.

¿Alguna experiencia piloto?

Desde la Fundación Savia propusimos aplicar en la comarca del Valle de los Pedroches todas las mejoras e innovaciones. Reunimos a los representantes de todas las Administraciones: Junta, Diputación, Ayuntamientos,... Y a la sociedad civil. Por ejemplo, para mejorar la enseñanza con la Formación Profesional Dual, pues casi no hay especialistas que tomen el relevo en el sector ganadero. O para cambiar las normas urbanísticas, porque no tiene sentido que sean iguales en Sevilla capital que en un pueblo de 100 habitantes.

¿La participación ciudadana está acorde con las posibilidades tecnológicas actuales?Uno de los grandes problemas de nuestra clase política es que no sabe escuchar. La democracia ha sabido dormir a la participación, y sobre todo ha sabido encauzarla a que los movimientos dependan de los distintos agentes políticos establecidos, de distintas administraciones, a través de las subvenciones, etc. Secuestrar la libertad a través de esas subvenciones. En la Fundación Savia impulsamos la recuperación de la sociedad civil.

¿Cómo?

Organizamos encuentros en pequeños pueblos de diversas comarcas. Invitamos a que participen representantes de los distintos niveles institucionales y sociales de esa comarca. Durante la etapa del anterior gobierno, celebramos 15 encuentros-debate de ese tipo, convocando de 50 a 150 personas, según la población de la comarca. En casi todos estuvo el consejero de Economía, Antonio Ramírez de Arellano, y a dos acudió la presidenta, Susana Díaz. Duran entre tres y cuatro horas. No hay mesa presidencial ni conferenciante, todos estamos situados frente a los demás. A los invitados se les dan folios para que tomen notas y puedan responder a las cuestiones que se les plantean. Y así estamos de tres a cuatro horas. Y no se levanta nadie. Es una forma de encauzar la ciudadanía con la gobernanza.

Sugiera hechos concretos que mejoren la reputación de la gobernanza.

No organizar por las mañanas reuniones de los comités de los partidos políticos, pues muchos de sus dirigentes son altos cargos en la Administración Pública. ¿Por qué no las hacen por las tardes? ¿Y por qué van a los actos del partido en coches oficiales? Hay que cambiar todo eso, y regenerar nuestra democracia para que los políticos sean las personas más admiradas, por lo que aportan a la sociedad, en lugar de ser vistas como un factor negativo.

¿No cabe aplicar la ejemplaridad también en otros ámbitos?

Por supuesto. Es muy poco ético desde la dirección de empresas decir que no se puede subir el salario mínimo interprofesional cuando las desigualdades están aumentando. Quien dice eso no tiene credibilidad. Sea usted el primero en sacrificarse para que otro disponga de más. Así tendría fuerza moral.

¿En qué medida la sociedad es responsable de la falta de ejemplaridad?

Lo es cuando piensa en derechos y no en deberes. Cuando vivíamos bajo la dictadura no había derechos. Ahora hay gente que cree que no hay deberes. Un alcalde tiene la responsabilidad de poner papeleras, pero usarlas no es responsabilidad del alcalde sino de la ciudadanía. No puedes pedir a tus hijos que se levanten a las siete de la mañana y tú te levantas a las nueve. La vida me ha enseñado al revés. Para tener la fuerza moral ante los demás.

En la coyuntura política actual, ¿qué le preocupa más?

Que se pongan en cuestión los derechos de las mujeres. Es una irresponsabilidad histórica. Y me preocupa el retroceso de Europa. Estamos olvidando que llevamos más de 70 años en paz.