Una fiesta mestiza busca su sitio

El tercer Carnaval Boliviano e Iberoamericano toma el centro histórico

11 mar 2017 / 19:12 h - Actualizado: 11 mar 2017 / 20:04 h.
"Sociedad","Ocio","Iberoamérica en Sevilla"
  • Brillo y colorido en el desfile, que un nutrido grupo de gente sigue desde el lateral. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
    Brillo y colorido en el desfile, que un nutrido grupo de gente sigue desde el lateral. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez
  • El miembro de todo el desfile que más sudó, casi con toda seguridad.
    El miembro de todo el desfile que más sudó, casi con toda seguridad.
  • Las prendas típicas salieron del armario.
    Las prendas típicas salieron del armario.
  • Era un día para pasarlo bien.
    Era un día para pasarlo bien.

Piensa el sevillano medio que la suya es una ciudad alegre y colorida. Bueno. Pues en cuestión de colores, en Sevilla queda mucho que aprender. No es una afirmación fácil de discutir después de ver ayer el desfile del tercer Carnaval Boliviano e Iberoamericano.

Picaba el sol a la dos de la tarde, cuando comenzó el desfile en la Puerta de Jerez. Entre brillos, plumas máscaras y música a todo trapo, la caravana marchaba en dirección al corazón de la ciudad, flanqueada por multitud de curiosos, turistas y locales, que esa hora abarrotaban un centro histórico con sabor antiguo y olor a franquicia.

–Bueno, a los niños les gusta, dice María, de camino a Casa Morales con un grupo de amigos y la loable intención de tapear en un lugar fresquito. ¿Y a los mayores?

–Bueno, pues llama la atención, eso seguro.

La numerosa comunidad latinoamericana que vive en Sevilla se ha esmerado. En la comitiva, que forman alrededor de 700 personas y más de 22 agrupaciones, las coreografías están trabajadas, o eso parece a ojos profanos. A todo esto, una pareja de turistas mira su mapa muy seria, como si el barullo la fiesta no fueran con ellos, que cuando cogieron su vuelo a Sevilla ya sabían lo que querían ver. Se cruzan con un grupo de japoneses con sus gafas de sol, sus caras de susto y –con perdón por el tópico–, sus cámaras de vídeo.

Los participantes resoplan aliviados a la altura del Archivo de Indias, porque allí encuentran el alivio de la sombra. Avanzan a buen ritmo hasta el cruce de Alemanes y García de Vinuesa, donde la Policía Local los frena de vez en cuando porque el tráfico no está cortado. Sí se quedó antes de la Puerta de Jerez el Metrocentro, aunque eso ha dejado de ser noticia en un espacio, la Avenida de la Constitución, que se ha repartido con las Setas sus funciones: las manifestaciones van todas a la Encarnación; las celebraciones, a la gran arteria del casco histórico.

Son ya cerca de las cuatro, y las primeras agrupaciones esperan paradas que el escenario de la Plaza Nueva esté listo. A esa hora, todavía algunos participantes se ponen sus máscaras, apoyadas hasta entonces en un muro en la esquina de la calle Palos de la Frontera. Las comprobaciones finales de la música de la furgoneta y una santa paciencia para dejar que unos turistas inequívocamente anglosajones los frían a fotos dan paso a la marcha de la agrupación que cierra la comitiva: el Grupo cultural Chuquiano.

Poco antes, un camarero de la bodeguita Puerta de Jerez, desde 1856, pregunta, sonriente, dos cervezas en mano, a un agente de la Policía Local. «Ya queda poco», lo tranquiliza, y también sonríe.

Con decidido apoyo municipal y pinta de consolidarse en el calendario, el Carnaval Boliviano e Iberoamericano se vive como algo ajeno, porque media todavía un abismo entre las tradiciones locales y lo que se ve en el desfile. Pero cuidado, los iberoamericanos son legión en la ciudad desde hace tiempo, y si bien es cierto que Sevilla tiene una identidad más o menos definida, no es menos verdad que esa identidad se creó a base de mezcla y el sincretismo. Quizá aquí empiece algo nuevo.

Por cierto, en la Plaza Nueva hubo representación institucional y palabras de las autoridades. Como sucede en todas las celebraciones que de verdad son una fiesta, fueron lo menos importante.