«Vale más la emoción de la pesca que el premio»

Gabriela, empleada de Los Patitos, comparte la mirada ‘desde dentro’ de las atracciones de la Calle del Infierno

06 may 2017 / 08:10 h - Actualizado: 06 may 2017 / 08:11 h.
"Feria de Abril","Feria de Abril 2017"
  • Gabriela, empleada del puesto de Los Patitos. / Teresa Roca
    Gabriela, empleada del puesto de Los Patitos. / Teresa Roca

A las once de la mañana, todavía queda un buen rato para que empiecen a llegar masivamente los niños a la Calle del Infierno, pero Gabriela ya lleva un rato organizando el puesto de Los Patitos: pistolas de agua aquí, peluches –los más preciados– arriba, juegos de mesa abajo al fondo, aros de gimnasia colgados, muñecas allá... «Hoy, además, se esperaba que lloviera por la mañana, así que vendrán más tarde», explica.

Esta boliviana de Santa Cruz, afincada en Sevilla, se ocupa desde hace cuatro años de una de las atracciones más clásicas y populares de la Feria. «Es un éxito desde que abre hasta que cierra, sobre las tres de la mañana», reconoce. «Los chavales, cuando se hartan de jugar a otras cosas y no ganan nada, vienen a Los Patitos, porque es premio seguro».

Este éxito hace también que Gabriela no tenga tiempo de respirar en toda la jornada. «Apenas una hora para ir a casa a ducharme y comer, y vuelta. A veces no tengo tiempo ni de ir al baño», puntualiza, lo que no supone el menor reproche para los propietarios de la atracción: «¿Mis jefes? son los mejores», proclama.

Las tarifas son de tres patos a tres euros, ocho a 16, y 14 a 10 euros. Se trata de ir pescando los patitos que flotan en la piscina, debajo de los cuales figura una puntuación que determina los distintos premios a los que se puede optar.

En cuanto al trabajo diario de cara al público, Gabriela asegura que Los Patitos es «una escuela de psicología». «Los mayores son los que peor se portan. A veces no dejan elegir a los niños, otras se ponen a comparar, ‘esto cuesta en realidad 70 céntimos, sois unos ladrones...’ Pero en el chino no se pueden pescar patitos. No entienden que aquí vale más la emoción de la pesca que el premio en sí», agrega.

«A mí han llegado a decirme que iban a llamar a la policía, que iban a pegar fuego al puesto... Aprendes a tener paciencia. Quienes creen que esto es caro, no piensan que por el sitio pagas unos 5.000 euros, que el género está carísimo y no pides una caja de un juguete, sino 20». «O cuando un niño se te echa a llorar porque no ha ganado lo que esperaba, y no tienes más remedio que decirle: ‘venga, elige algo, pero rapidito’», comenta sonriente. «Otros niños hasta me cantan canciones, me regalan chucherías... Los padres también me hacen la pelota para que los favorezca, pero tengo que mantenerme firme».

Sevilla es el comienzo de una larga temporada de ferias andaluzas, luego vendrá Jerez, Córdoba, Puerto Real... «En las ferias grandes no se ha notado mucho la crisis, porque quien viene sabe que tiene que gastar. En los pueblos sí he visto mucha necesidad, por eso bajamos los precios».

Gabriela no es la única sudamericana del área. «Hay un chileno, dos paraguayos, dos bolivianos más...», enumera. «Si vienes aquí a las dos de la mañana, cuando cerramos, está esto lleno, se juntan las chicas de las otras atracciones y nos tomamos un rebujito, o nos vamos juntas a casa. Y cuando acaba la temporada seguimos viéndonos, nos juntamos los fines de semana, los cumpleaños, las barbacoas... No perdemos el contacto».

Aunque es feliz con este trabajo, Gabriela cree que es una etapa en su camino: «Soy peluquera y maquilladora, y me gustaría acabar dedicándome a eso. Pero de momento, estoy encantada con mis Patitos».