Cultura

"Tablada fue el quemadero principal de brujas de Sevilla"

Entrevista con la historiadora y antropóloga María Lara.

el 05 abr 2013 / 21:29 h.

marialara La historiadora y antropóloga María Lara. Que una profesora de Historia Moderna y Antropología afirme categóricamente que las brujas existieron y que no difirieron mucho de lo que el imaginario popular nos ha hecho creer adquiere, en una era de exacerbado racionalismo, visos de revelación. En Brujas, Magos e Incrédulos en la España del Siglo de Oro (Aldebarán), María Lara ha concentrado seis años de estudio sobre la materia con la intención de clarificar uno de los periodos más oscuros de la historia de España.

–Capas negras, manos huesudas, cuerpos encorvados, pócimas y calderos... No nos dirá que seres de esa guisa existieron... –Pues sí que lo hicieron. Y probablemente no se diferenciaban mucho de esa descripción que da. En el sigloXVI hubo una enorme cantidad de brujas en España. A las que usted alude fueron las negras, pero también las había que empleaban la magia blanca. En ambos casos, la Inquisición se empleó duramente contra ellas y miles acabaron quemadas en la hoguera.

–Cervantes, Quevedo y Calderón nos hablaron de ellas... –Las brujas tuvieron un enorme calado literario en el Siglo de Oro. Incluso un personaje real, como elDoctor Torralba, el mago español más famoso del siglo XVI, natural de Cuenca, apareció en El Quijote. De él se cuenta que ayudó con sus vaticinios al cardenal Cisneros, también que con sus artes voló a Roma y narró el saqueo de la ciudad antes de que se produjera.

–¿Cómo era la radiografía de la España de entonces en cuanto a brujería se refiere? –Navarra era considerado el país de las brujas, por su cercanía geográfica conFrancia, donde se registraron innumerables episodios brujeriles. Fue en Zugarramurdi, en 1610, donde se produjo uno de los casos más famosos de brujería, un auto de fe ante 30.000 espectadores.En él fueron condenados a la hoguera los brujos y brujas que habían sobrevivido hasta aquel momento. Desde entonces, el Santo Oficio suavizó su actuación contra estas personas porque el tema se les estaba yendo de las manos.

–¿Pintaba algo Sevilla en cuestiones de magia blanca y negra? –¡Hubo casos muy importantes! El inquisidor hispalense Diego López de Cortegana fue el máximo represor, y hay constancia escrita de que fueron quemadas vivas seis personas en el entonces paraje de Tablada, el quemadero principal. En total, entre 1481 y 1524 hubo 5.000 quemados y 20.000 reconciliados en la ciudad. En el siglo XVI en Sevilla, y en toda España, había una enorme devoción por todo lo macabro, los autos de fe eran seguidos masivamente y despertaban una gran pasión. Ir a ver los ajusticiamientos era algo similar a acudir a disfrutar de un entremés teatral.

–Y se invitaba a toda la población a participar de ellos ¿no? –Así es. El Castillo de San Jorge, en Triana, fue la sede del Tribunal Hispalense de la Inquisición, por cierto el primero de toda España. Pero los autos de fe se producían en sitios como las gradas de la Catedral y la Plaza de SanFrancisco. También se ofrecieron muchos en las iglesias de Santa Ana y de San Marcos. Uno de los ajusticiamientos más sonados fue el de Pedro Fernández de Benadeva, un hombre que había participado en una conjura de los judeoconversos en San Juan de la Palma. Se crearon coplas que circularon por toda Sevilla de boca en boca de cómo fue enviado y quemado en la hoguera.

–¿Brujas y brujos también? –Había hombres y mujeres. Estas no podían ni ir a la universidad, por lo que no podían ser astrónomas ni astrólogas. Tenían que conformarse con ser brujas. Aunque también hubo brujos, sí. En el libro abordo igualmente a los libertinos o incrédulos, personas que en aquel tiempo se atrevían a decir que eran indiferentes a la religión. Los ateos eran igualmente perseguidos.

–Cuenta que en el siglo XVI se produjeron en España muchas muertes de niños y que las brujas algo tuvieron que ver en ello... –La creencia popular dictaba que las brujas negras se colaban por las chimeneas de las casas y los mataban. Esto, obviamente, es fruto del ensueño. Pero sí que he podido estudiar casos de brujas que entraban en las casas y asesinaban de una forma u otra a los bebés. Con ello querían hacerse temer e imponer una especie de ley del miedo entre los vecinos. Entre quienes practicaban la magia negra había personas realmente perversas.

–¿Cuándo se pierde la pista de las brujas en la historia? –En el siglo XVII comenzó a relajarse su persecución. Y aún en el siglo XVIII, con la Ilustración, todavía hallamos algunos casos, como la Beata de Villar del Águila (Cuenca), que era tratada como una santa por su pueblo y que acabó muriendo en la cárcel. En el siglo XIXse extinguió definitivamente la brujería tal y cómo se entendía hasta entonces. Esto no quiere decir que no sigan existiendo todavía hoy. Personas con poderes extrasensoriales ha habido y habrá siempre. Lo que ocurre es que, lamentablemente, dentro de ese saco hay un sinfín de embaucadores.

–En su libro no desmitifica a las brujas. ¿Podría algún historiador llevarle la contraria por esto? –Cuando me acerqué al tema era muy distante. Pero las evidencias son innegables. Llegué a leer tales casos, a conocer situaciones tan asombrosas que me tuve que plantear dónde estaba el límite entre la realidad y la ficción. Las brujas, malas y buenas, existieron. Y fueron muy similares a cómo las imaginamos, porque la visión que tenemos de ellas emana, en primer lugar, de las descripciones de los escritores de la época que las conocieron. La historia esconde misterios y el de las brujas es un relato lleno de tinieblas. No he querido robarles su halo de oscuridad.

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