¿Cabe el móvil en la escuela?

Los expertos no se ponen de acuerdo: hay quien aboga por el uso controlado del smartphone en clase y quien teme que sea un instrumento de acoso

02 jul 2018 / 07:00 h - Actualizado: 02 jul 2018 / 08:33 h.
"Educación","Teléfonos móviles","Una enseñanza smartphone"
  • Antes esto pasaba en mitad de clase con notas de papel. Hoy, dos alumnos comparten un mensaje. / El Correo
    Antes esto pasaba en mitad de clase con notas de papel. Hoy, dos alumnos comparten un mensaje. / El Correo
  • Un alumno en redes sociales en plena clase. / El Correo
    Un alumno en redes sociales en plena clase. / El Correo
  • Escuchar música en mitad de la lección, otro de las posibilidades de llevarse el móvil a clase. / El Correo
    Escuchar música en mitad de la lección, otro de las posibilidades de llevarse el móvil a clase. / El Correo
  • Redes sociales en el patio del instituto. / El Correo
    Redes sociales en el patio del instituto. / El Correo

No hay una normativa superior que lo prohíba, pero en casi todas las escuelas de Sevilla está prohibido el empleo del móvil en clase. Episodios de acoso escolar o incluso sexual –no hay en Sevilla reportes recientes, sí hace 10 años– parece que se han cortado al vetar la entrada de estos dispositivos en la escuela.

Sin embargo, hay educadores y psicólogos que no solo ven –que lo hacen– peligro en el smartphone en las aulas, sino una herramienta educativa de primer nivel.

Es el caso del coordinador TIC (tecnologías de la información) del instituto Chaves Nogales (900 alumnos, en Sevilla Este), Juan Manuel Díaz, que defiende el uso controlado de estos dispositivos en el aula, incluso para realizar exámenes tipo test con ellos. «Solo se utilizan cuando el profesor lo dice dentro del aula o en el recreo, pero sin permitir grabar vídeos, sacar fotos y con otras limitaciones que tenemos reguladas. En clase lo usamos mucho porque aprovechamos que casi todos los niños ya lo tienen desde que se lo regalaron en la Comunión y además muchos padres se lo dan para eso de tenerlos localizados y que si lo prohibimos los alumnos lo van a llevar, lo van a guardar y nos van a buscar las vueltas para utilizarlo». En todo caso en su centro no se han producido casos de ciberacoso y el profesor cree que aprender a utilizar el móvil con límites y control en la escuela ayuda a prevenir la adicción. «Al móvil no hemos detectado, sí a los videojuegos». Es partidario, además, de castigos ejemplarizantes si se produce un mal uso del aparato digital.

Eso no excluye que haya problemas imposibles de resolver: «¿Quién es el responsable si a un niño le roban o le rompen el teléfono?» Pero las facilidades para hacer trabajos en grupo, para el uso de las app educativas de Google o las carpetas compartidas. «Innovar no es tenerlos frente a la pizarra digital como si fuera la de tiza», apostilla el coordinador TIC.

Menos desarrollado está el uso de los móviles en clase en otro colegio sevillano, los Maristas, este privado y de 1.200 alumnos. Su coordinador TIC, Ramón Rodríguez Galán, se define como «fiel defensor» de la tecnología como instrumento educativo, pero allí todavía los móviles están en «proceso de implantación» y con carácter «experimental». Sí se utilizan ordenadores de sobremesa y portátiles, «más fáciles de controlar», pero cree que las prohibiciones, hoy generales, al uso del móvil «irán desapareciendo» de la enseñanza. «El 78 por ciento de 12 años en España ya tienen móvil y hay un riesgo de no integrarlos en la educación: el de la adicción y la visita a sitios indebidos. En la escuela tenemos la posibilidad de educar y prevenirlo».

Eso sí, él utiliza límites estrictos: solo se pueden utilizar los móviles en clase cuando el profesor lo autoriza y la clave wifi que da acceso a internet está limitada al tiempo de la actividad escolar. «Después el dispositivo debe estar en la mochila o en el cajón del profesor. Y eso enseña que no solo sirven para el ocio, sino para el estudio o el trabajo». Además, no es partidario de permitir su uso en los recreos: «Cómo vamos a tener a niños deambulando con un móvil que hace fotos. Quizá llegue un día en el que sepan usar el móvil sin riesgo. De momento no, porque desconocen los peligros de sacar fotos a compañeros o de mirar contenidos inapropiados».

En todo caso, sostiene que un dispositivo electrónico permite adaptar los ritmos del proceso de aprendizaje a cada alumno, con contenidos disponibles las 24 horas. Y además los móviles son «entretenidos, atractivos, dinámicos y cercanos a la realidad que viven fuera». Cree que eliminarlos de la escuela crea una «ruptura colegio-casa». Y a los niños de 6º de Primaria de la asignatura Cultura y Práctica Digital les encanta.

Jesús Herrera, director de Proyecto Joven Proyecto Joven –programa para adolescentes y familias perteneciente a Proyecto Hombre–, también cree que el terminal móvil es una «herramienta fascinante», aunque cree que sin orden expresa del profesor el mejor sitio de un móvil en la escuela es «apagado» y que su principal defecto es la «falta de concentración» que favorecen. «Y más en un tramo tan vulnerable a esa edad. Esa herramienta fascinante puede ser perversa».

Proyecto Joven recibe cada vez más llamadas de padres preocupados por la dependencia de sus hijos hacia el móvil. En el 90 por ciento de las ocasiones son los progenitores los que se ponen en contacto con esta organización y el abordaje terapéutico es más complicado que frente a la droga: hoy todos necesitamos móvil.

«También se da entre la población adulta, pero son los padres los que acuden por las respuestas violentas de sus hijos cuando les privan del móvil», aunque matiza que no se puede hablar de adicción –«el adicto se da cuenta de que no puede dejar un hábito que le perjudica más que le beneficia, y a los adolescentes no les ha dado aún tiempo para darse cuenta de que se pueden meter por su edad vulnerable en un uso problemático con acceso a los juegos online, al cibersexo o las apuestas, y no solo al whatsapp durante horas». Además matiza: «No por usar mucho el móvil significa que se haga un uso abusivo y hay quien llega a la adicción con muy poco uso. Es un proceso personal». También los adolescentes pueden caer en la dependencia, cuando dejan de atender sus obligaciones.

Para evitar estos efectos para Herrera, la base para prevenir estas situaciones es el control parental. «Quienes ponemos en manos de un chico un móvil somos los adultos. Si no ponemos límites desde el principio, no nos echemos las manos a la cabeza después. Pero lo tienen de niñera».

Fascinante o no, la psicóloga Isabel de la Orden, integrante del grupo de trabajo de Neuropsicología Infantil y del Desarrollo del Colegio de Psicología de Andalucía Occidental está entre quienes consideran que los móviles en Primaria no deben permitirse en ningún caso. «¿Para qué lo quiere un niño? A partir de los 12 años y con vigilancia», explica, «porque no puede gestionarlo. ¿Qué hacen en el recreo? Acceder a las redes sociales o mobbing (acoso), incluso con imágenes, pero los padres están ‘muy ocupados’. No debería ser el regalo estrella de las comuniones, con los niños con 9 o 10 años, porque no hay manera de controlar que no se meten en internet».

Entre los adolescentes percibe mucha «adicción al móvil», que hace que estén más pendientes del whatsapp que de la clase.

La psicóloga Concha Blanes, del mismo colegio profesional y orientadora del colegio San José de Sevilla (1.800 alumnos), sostiene por el contrario que se puede trabajar con móviles en las aulas, aunque en su centro no se haga.

«Hay niños que con 3 o 4 años ya saben manejarlos, y si se les deja con cierta edad es más difícil educarlos y además aprenden a puentear el control de los adultos». Eso sí, los alumnos no pueden tener el móvil encendido «ni en el patio ni en clase». El educarlos con el móvil desde pequeños facilita que pierda el «atractivo de lo prohibido». Con 12 años lograrlo ya es complicado: «ya están malcriados», apostilla.

Sin embargo, sostiene que en esta sociedad hace falta educar en la «paciencia, la capacidad de esperar y los móviles son justo lo contrario. No se enseña a los niños a soportar la frustración».