Curro Romero: 60 años después

El Faraón de Camas se presentó en la plaza de la Maestranza el 26 de mayo de 1957

26 may 2017 / 11:24 h - Actualizado: 26 may 2017 / 11:33 h.
"Curro Romero"
  • Imagen de Romero en una entrevista realizada con motivo de sus bodas de oro como matador. / Paco Cazalla
    Imagen de Romero en una entrevista realizada con motivo de sus bodas de oro como matador. / Paco Cazalla

Curro Romero no estaba anunciado en Sevilla aquel 26 de mayo de 1957. Un pasquín impreso a toda prisa colocó su nombre bajo el de otros novilleros más veteranos. El mancebo de la botica de Camas iba a sustituir a Juan García Mondeño para despachar una novillada de Benítez Cubero en unión del sevillano Antonio Romero y el portugués Trincheira. El festejo dominical se anunciaba a las seis y cuarto de una tarde primaveral que amaneció lluviosa sin impedir que el coso maestrante se cubriera en casi tres cuartos de su aforo. Curro, que apenas había toreado en público desde su debut en el recordado –y perdido– coso de la Pañoleta escogió para la ocasión un traje blanco y oro que aún se conserva en su peña de Camas. Estaba empezando toda una historia.

Delavega, el crítico taurino de la época en El Correo de Andalucía resumió lo acontecido con un titular que ahora se antoja profético: «Curro Romero –hasta el nombre lo tiene de torero– hizo el milagro de que se hablase de toros en Sevilla». El recordado locutor y periodista Filiberto Mira, que siempre analizó la estela taurina del camero desde la objetividad, señalaba en su recurrente Cien años de toreo en Sevilla que «aquel día de su debut toreó como pocas veces se le ha vuelto a ver, y eso que ha sido el que en más ocasiones ha hecho el paseíllo en toda la vida de la sevillana Maestranza». Los recuerdos del veterano periodista –que también formó parte de la redacción de El Correo– refieren que «apenas se abrió de capa y en su embrujo quedose como hipnotizada una parte de la afición, que le sería fiel per secula seculorum». En cualquier caso, estaba comenzando un largo romance que el propio Mira puntualizaba al señalar que no había sido «el mejor torero de cuantos –en el siglo XX– han toreado en Sevilla» aunque, eso sí, «es el artista con más capacidad en lograr fascinar a uncrecido número de espectadores hispalenses».

Pero... ¿qué pasó aquella lejana tarde de primavera? No pocos curristas de hueso colorado coinciden en señalar que fue la mejor de su vida en Sevilla. Curro dio la vuelta al ruedo después de torear con estilo personalísimo al tercer cubero de la tarde, que le cogió sin consecuencias. Pero la definitiva apoteosis llegaría con el sexto, llamado Radiador. Las crónicas hablan de grandiosas verónicas; de los siete lances del quite; de estatuarios... Aquel debut luminoso le sirvió para repetir cuatro tardes más en Sevilla aunque el triunfador definitivo fue precisamente Mondeño, al que había sustituido. En cualquier caso ya no había vuelta atrás. De la nada había pasado al todo.

El futuro Faraón de Camas había toreado poco hasta entonces. Aquel año sólo se había vestido de luces en un festejo sin picar. Pero todo iba a embalar vertiginosamente a raíz de su debut sevillano llegando a sumar 22 novilladas que ya son 30 en el 58. En 1959 llegaría su alternativa fallera de la mano de Gregorio Sánchez y en presencia de Ostos. Ese mismo año cumple su debut como matador en la plaza de la Maestranza en coincidencia con el aterrizaje en la gerencia de la empresa de un empleado de banca manchego llamado Diodoro Canorea –recién casado con Carmen Pagés– que se iba a convertir en el empresario más carismático de la bicentenaria historia del coso sevillano.

La amistad personal y el maridaje profesional de Canorea y Romero acababa de empezar. El camero, que era un desconocido dos años antes, estaba esbozando el perenne encanto con el público sevillano que le llevaría a perseverar, más allá del tiempo y la lógica, hasta el año 2000, última feria que organizó Canorea antes de morir. Juntos forjaron lo que hoy se entiende por currismo que se acaba de cimentar ese 19 de mayo del 66 en el que Curro estoquea en solitario un encierro de Urquijo. «Fue en este día cuando nació el mito, comenzó la leyenda y se dilató la exageración hasta superar todo lo imaginable», evocaba evocaba Mira añadiendo que aquel Jueves de la Ascensión «se alumbró cuanto de hipérbole tiene el currismo».

La historia taurina de Curro Romero aún tenía muchos éxitos y fracasos por escribir. Todo había comenzado lanceando al aire con los capotes de los toreros de Camas. Después llegaría su presentación en público, el día de Santiago de 1954, en la desaparecida plaza de La Pañoleta por la que hoy pasa uno de los viaductos de la autovía de Huelva, junto a la bodega San Rafael que oficia de testigo mudo de un tiempo y un paisaje que se fue.