Análisis

Cinco meses en vilo: Moreno mete caña a su Gobierno ante el miedo al 'efecto spa'

El líder del PP teme el exceso de comodidad entre los miembros de su Ejecutivo mientras que enfrente, el PSOE no logra acallar el incesante ruido interno sobre el futuro del partido y el destino de Juan Espadas

Juan Manuel Moreno y sus consejeros, tras la foto de familia en el Palacio de San Telmo.

Juan Manuel Moreno y sus consejeros, tras la foto de familia en el Palacio de San Telmo. / El Correo

Isabel Morillo

Isabel Morillo

A finales del pasado año, en la última reunión del Consejo de Gobierno en Andalucía, Juan Manuel Moreno dio una charla a sus consejeros. Les animó a pisar el acelerador, a no despistarse con los temas, pidió tensión y que el equipo funcionara a todo tren. Incluso abrió la puerta a cambios si no funcionaban los consejeros y consejeras a pleno rendimiento. El ‘efecto balneario’ preocupa. Si el Gobierno piensa que la mayoría absoluta te da derecho al spa, malo. El presidente lo teme.

La charla fue para algunos consejeros una sesión de ‘coaching’ y para otros directamente un rapapolvo. Dice mucho que no haya sido hasta cinco meses más tarde, cuando él mismo ya públicamente ha abierto la puerta a una crisis de Gobierno, cuando sus consejeros se han atrevido a comentarlo con naturalidad. Ahora se sabe que prepara cambios en su Ejecutivo para antes de las vacaciones, en julio. Ya no es ningún secreto.

Tras la arenga del presidente, el Gobierno se citó para la comida de Navidad y se notó la inquietud. Algunos consejeros recordaron que no tienen escaño en el Parlamento y que salir del Ejecutivo los dejaba en situación complicada. Los que tienen un puesto de trabajo donde volver lo vivieron de otra manera. Quienes tienen acta parlamentaria igualmente respiran más tranquilos.

Ya sabemos que la remodelación del gabinete andaluz no es fruto de un calentón y ni siquiera una consecuencia directa de que la exconsejera de Agricultura, Carmen Crespo, vaya de número dos en la lista europea. Moreno sopesa a fondo más variables. Ahora se entiende también mejor el exceso de nervios de algunos miembros de su gabinete, demasiado airados cuando los interpela la oposición pese a la comodidad en la que vive un gobierno en mayoría absoluta.

Pese a que se tatuó el ‘A58’ de su mayoría absoluta en su muñeca izquierda, desde la misma noche electoral Moreno confesó que temía el exceso de euforia. Lo cierto es que cada vez hay más consejeros y consejeras ociosos y aplaudiendo en cada acto donde va el presidente, ya ha habido más de un toque de atención desde San Telmo, mientras que las listas de espera en la sanidad pública se convierten en un problema. El líder del PP andaluz está inquieto entre tanto agradaor y tanto botafumeiro. Hay excesos en su comunicación institucional, videos humanos que a veces rozan el populismo que ya se conoció en tiempos de otra presidenta socialista, Susana Díaz, a quien la gente en la calle llevaba como si fuera sobre las andas de la Virgen del Rocío. La popularidad pasa. Tener cabeza fría, saberlo e incluso advertirlo a los tuyos, demuestra sensatez.

El misterio

Se desconoce todo sobre los cambios que planea el presidente y el alcance de los mismos. La última vez que anunció su Gobierno, julio de 2022, hubo una larga espera para su comparecencia por negativas de última hora que le descompusieron el puzzle original. Fichó cuatro independientes y apostó por la continuidad de sus pesos políticos. Admitió que había intentando atraer talento del sector privado y que le habían dado calabazas por las duras incompatibilidades. No sabemos qué hará ahora. No se sabrá hasta julio. Ni siquiera él tiene todo claro aunque algunas cosas sí las ve con claridad.

“En Andalucía no nos vamos a aburrir”, se le ha oído a Moreno en más de una ocasión para tratar de quitar peso a la mayoría absoluta. Lo cierto es que sí, que políticamente nos estamos aburriendo aunque eso no tiene que ser necesariamente malo y a los hechos de la política nacional me remito. Nadie duda de que más vale tener sesiones parlamentarias soporíferas a que se proclame el fin del mundo cada vez que el Congreso tiene que convalidar el más simple decreto.

Otra cosa que el presidente suele preguntar a los periodistas es qué opinan sobre el futuro de Juan Espadas. No tanto porque tema que se quede, cree que es un rival al que le ha cogido la medida y con quién se siente cómodo en el cara a cara, sino más bien por el temor a que el PSOE cambie el paso y releve a su candidato. Un golpe en el tablero, una sacudida de las piezas en la recta final que, de momento, desde Ferraz niegan. “No hay relevo”, zanjan cada vez que se pregunta en la dirección federal. Si en el PP se teme por el inmovilismo, por el exceso de quietud, en las filas de enfrente aún no han conseguido serenarse y cohesionarse alrededor del líder. La jaula de grillos existe. Que se abre el proceso de listas europeas, surgen voces en las filas socialistas diciendo que Juan Espadas se irá a Bruselas. Que se denomina a Teresa Ribera candidata, surgen voces dando por cierto que el andaluz será su relevo en el Ministerio. “Obviamente no hay nada”, dice siempre el líder socialista. Su aspiración es que volverá a ser candidato en las autonómicas. Está convencido de que Pedro Sánchez no lo relevará. Lo malo es que sólo él está completamente seguro. Muchos otros siguen mostrando dudas.