La industria alimentaria utiliza de manera habitual para el preparado del pan de molde o la bollería los códigos E-280 hasta E-283, debido a que, gracias a su utilización, se previene la aparición del moho y la proliferación de bacterias. En concreto, se habla del propionato, un aditivo alimentario muy común y que se encuentra aprobado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés).

Pero, en abril, un equipo de investigadores de Harvard sacaba a la luz una investigación que cuestionaba la inocuidad de este aditivo alimentario, alegando que, con su uso y consumo, se podría estar promoviendo la síntesis de hormonas que, a su vez, causarían la aparición de enfermedades tales como la diabetes o la obesidad.

El estudio “El propionato de ácidos grasos de cadena corta aumenta la producción de glucagón y FABP4, perjudicando la acción de la insulina en ratones y humanos” fue publicado en la revista Science Translational Medicine y afirmaba que el consumo de propinato podría aumentar los niveles de hormonas implicadas en la regulación del peso corporal y la diabetes, con un aumento del riesgo de sufrir estas enfermedades. Estos resultados ponen la voz de alarma en uno de los alimentos más consumidos tanto para el desayuno como para la merienda o cena. ¿Pero, realmente es peligroso?

Como autor principal de la investigación se encuentra el endocrinólogo de la Universidad de Harvard, Amir Tirosh, el cual explicaba que el objetivo de la investigación es que “dada la proporción epidémica de obesidad y diabetes, el mensaje principal de nuestro estudio refuerza la necesidad de evaluar ampliamente los posibles efectos metabólicos a largo plazo de muchos factores ambientales que han cambiado en las últimas décadas, tanto por sus efectos positivos como negativos. Este esfuerzo global debería incluir, entre otros, todos los ingredientes de los alimentos a nivel molecular”.

El estudio, basado en animales y personas, se realizó en varias fases. En la primera, los científicos administraron propianato a ratones, comprobando que aumentaban en ellos los niveles de glucagón, norepinefrina y FABP4 (hormona que favorece la producción de glucosa). Con ello, a su vez, se pudo comprobar la producción de hiperglucemia en los roedores, es decir, un aumento por encima de los niveles normales de azúcar en sangre. A lo largo del estudio, los animales subieron de peso y la resistencia a la insulina de su organismo se incrementó notablemente.

En la segunda fase, los científicos quisieron extender el estudio hasta los humanos, creando un experimento con una muestra de 14 adultos. El estudio estuvo centrando en consumir comida con ciertos niveles de propianato, pudiendo observar que, poco después de su ingesta, la noradrenalina, glucagón y FABP4 aumentaban significativamente en los pacientes, coincidiendo así con los resultados obtenidos en la primera fase con los ratones.

Aunque los resultados aún son preliminares y continúan estudiándose con detenimiento, las investigaciones siguen cercando el círculo a los ultraprocesados, marcando una línea roja a su consumo excesivo o diario, ya que, a no tan largo plazo, provocan la aparición de enfermedades graves como la obesidad.

Para el pan, desde el pasado 1 de julio, el consumidor cuenta con la nueva norma de calidad del pan, lo que le garantiza saber todos los ingredientes del producto que está eligiendo gracias a un etiquetado más específico. Igualmente, los especialistas recomiendan elegir panes recién horneados con un mínimo o ningún agregado de conservantes.