Las dos Américas, otro soplo fresco de la Conjunta

En su carta cita de temporada, la Sinfónica Conjunta en colaboración con Zahir Ensemble, reunió los dos hemisferios americanos en otro concierto apoteósico

Juan José Roldán

Solo tres años después de su fundación, la orquesta del Conservatorio y la Universidad nos acabó enamorando definitivamente con un concierto en el que reunió piezas de Copland (Concierto para clarinete), Adams (The Chairman Dances, extraído de la ópera Nixon in China que en apenas unos días pondrá en escena el Teatro Real de Madrid), Herrmann (Suite del film de Hitchcock Vértigo) y Gershwin (Un americano en París). Fue su primer encuentro con la música americana, que ahora nueve años más tarde vuelve a protagonizar una de sus citas más esperadas y sofisticadas, de nuevo con Adams en los atriles. Se trató de un emocionante encuentro entre dos sensibilidades distintas, dos formas de entender la vida y la historia, y dos actitudes ante el pasado de una tierra tan controvertida y apabullante como la que emerge entre los océanos Atlántico y Pacífico. La propuesta se enriqueció más que nunca con la participación de Zahir Ensemble, algo lógico teniendo en cuenta el nexo común entre ambas formaciones, su director Juan García Rodríguez, nada más y nada menos que cuatro reconocidos pianistas residentes en Sevilla y profesores del Manuel Castillo, y sobre todo Natalia Labourdette, una aportación de lujo a esta orquesta absolutamente académica, integrada cada año por alumnado en prácticas y profesorado de apoyo, que sirve de plataforma de ensayo y experimentación a tantos y tantas jóvenes.

Hay en primer lugar que agradecer a Juan García ser tan buen programador, tener tan buen juicio a la hora de elegir las piezas, que esta vez se tradujo en esa doble visión del continente americano, de la rebeldía y la búsqueda de las raíces del hemisferio sur, donde la colonización no aniquiló del todo su propio carácter e idiosincrasia, al conformismo y el supuestamente feliz asentamiento de los colonizadores del norte tras acabar con todo vestigio de población autóctona. Esto se refleja muy bien en las dos obras elegidas, de una parte esa Cantata de la América Mágica con la que Ginastera abandonó el mestizaje tonal tan reconocible en sus dos populares ballets Panambí y Estancia, para adentrarse en el primitivismo de su tierra y el llanto por lo perdido adoptando técnicas más vanguardistas, y de la otra ese viaje reconfortante por modernas autovías y amables ensoñaciones que conforman Grand Pianola de Adams. Dos formas distintas de plasmar la magia, algo primitivo y originario para uno, un sentimiento urbano y burgués para el otro. Dos obras que exigen mucha precisión, mucho sentido del ritmo y una disciplina rigurosa a la hora de dar consistencia a su complejo entramado instrumental y su endiablada orquestación, con todo un plantel apabullante de instrumentos de percusión presente en ambos casos.

Una experiencia emocionante

Percusión que en manos de estudiantes y algún que otro consagrado instrumentista dio como resultado todo un dechado de virtuosismo en la cantata de Ginastera, tan exótica como profunda, una perfecta combinación de dodecafonismo y serialismo que no se queda solo en eso sino que sienta las bases para otras composiciones futuras de autores muy variados que indagaron en las raíces de la música misma, combinado con tradición, inteligencia e intuición que exigen de la interpretación una concentración extenuante y una disciplina férrea, de todo lo cual se hicieron eco la atenta dirección de García y la responsable aportación de cada uno de los jóvenes percusionistas. Paradójicamente, fue la más consagrada y reconocida de las intervinientes, la igualmente joven Natalia Labourdette, quien menos nos convenció en su cometido, entonando los poemas adaptados por la primera esposa del compositor, Mercedes de Toro, a partir de textos precolombinos que narran la lucha de los guerreros indígenas contra el invasor y el resultado apocalíptico que conocemos. Su voz, amplificada por exigencias de la partitura, corre fluida y abundante, generosamente proyectada, firme en su línea de canto y lograda en sus múltiples inflexiones y cambios de color y registro. Pero se antojó demasiado lírica, muy operística para la ocasión, que requiere un canto más acorde a la naturaleza de la obra, primitiva, rabiosa y rebelde, casi un llanto ajeno a modulaciones y estilos más propios de la escena burguesa. Con todo, el resultado global fue tan envolvente y estimulante como fascinante, con el escenario inundado de grandes y sofisticados instrumentos, incluidos xilofón, glockenspiel y esa marimba tan presente estos días en la ciudad, tras el último de la Sinfónica protagonizado por Conrado Moya.

Grand Pianola Music está en otra onda, mucho más amable y distendida. Solía confesar su autor que apenas lograba sintonizar con alguna de las interpretaciones de esta obra, y que de ahí derivaba quizás la escasa repercusión crítica que tenía. Creemos que habría dado el visto bueno absoluto a la que ayer ofrecieron los jóvenes talentos de la Conjunta, con la colaboración inestimable del cada vez más interesante Francisco Montero y de Juan Miguel Moreno en los pianos, con mayor presencia, más comprometida y con mayor empuje que la de los mismos instrumentos en la obra de Ginastera, de los que se hicieron cargo Óscar Martín y Julio Moguer, más integrados y fundidos con el resto de la instrumentación. A la frondosa percusión, así como a la generosa y precisa aportación de metales y maderas, se sumaron las voces en estilo y perfectamente conjuntadas de María Asensio, Liilia Kiashko y Oleksandra Mitkalova, potenciando el ritmo y la cadencia de una pieza fascinante que encuentra en su apoteósico segundo movimiento (o tercero según se mire, dado el carácter bífido del primero, rápido en su primera mitad y lento y relajado en la segunda) el carácter rapsódico que más adeptos provoca entre el público y una mayor intensidad emocional acumula incluso mucho después de abandonar la sala, un Auditorio de Ingenieros que una vez fue Pabellón precisamente de América, y que completó con su excelente acústica el éxito de la empresa.

OSC *****

4º concierto de la XII temporada de la Orquesta Sinfónica Conjunta de la Universidad de Sevilla y el Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo. XIII Festival de Música Zahir Ensemble. Natalia Labourdette, soprano. Óscar Martín, Julio Moguer, Francisco Montero y Juan Miguel Moreno, pianos. Juan García Rodríguez, dirección. Programa: Cantata para América Mágica Op. 27, de Alberto Ginastera; Grand Pianola Music, de John Adams. Auditorio ETS de Ingeniería, viernes 24 de febrero de 2023

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