Dábamos cuenta hace casi un mes de las citas musicales que se habían frustrado como consecuencia del estado de alarma y el confinamiento general de la población a causa del coronavirus. La situación se alarga, y previsiblemente seguirá haciéndolo, y es ahora el momento de hacer balance de esas otras citas con la música clásica que se aparcan o se pierden definitivamente hasta que esta trágica situación se estabilice y cesen las hostilidades de este enemigo invisible y común a todas las patrias y religiones. Abril es mes de fiestas, que se comen el calendario cultural barriendo gran parte de las alternativas a la celebración masiva de Semana Santa y Feria de Abril. Gracias a ello son menos las citas culturales, entre ellas las musicales, que perdemos este mes. Pero merecen nuestro interés y lamentamos frustrados su caída de programa.

La Sinfónica de Sevilla es la que más citas pierde este mes, desde que el pasado jueves 2 de abril se cancelara su 8º programa de abono, integrado por el Concierto para violonchelo nº 1 de Shostakovich y la Sinfonía nº 9 “Grande” de Schubert. Inspirada en Rostropovich, el concierto de Shostakovich es un viaje apasionado y escalofriante a través de escalas ascendentes y descendentes, como una montaña rusa que habría de encontrar en el instrumento del joven francés Xavier Phillips, presente en el coliseo sevillano en 2015 y 2018 y alumno del admirado violonchelista ruso, el medio ideal para exhibir virtuosismo y transmitir pavor. Con el director Junichi Hirokami, que ya nos visitó hace un par de temporadas, la Grande de Schubert debía sonar explosiva y fulminante, majestuosa a la vez que espontánea. Adrian Boult era un especialista en la materia. Para el noveno programa, los días 16 y 17 de abril, la joven moldava Alexandra Conunova, también familiarizada con la ROSS, ofrecería uno de los conciertos para violín más famosos y representativos del repertorio, el de Beethoven, que está viendo absolutamente empañada la celebración de ese doscientos cincuenta aniversario de su nacimiento que teatros y auditorios de todo el mundo habían preparado con tanto entusiasmo e interés. Su concierto de violín lo introdujeron Mendelssohn y Joseph Joachim definitivamente en las salas de concierto y le otorgaron esa distinción de irrepetible que hoy tiene reconocido. Sus elevadas exigencias técnicas y expresivas han encontrado eco en muchos maestros y maestras; la grabación en directo con Itzhak Perlman y Daniel Barenboim al frente de la Filarmónica de Berlín es una buena muestra de ello. El concierto se completaría con la Sinfonía nº 4 “Romántica” de Bruckner, varias veces interpretada por la Sinfónica. Sus resortes resplandecientes, oníricos y paisajísticos son un reto para cualquier director que se enfrente a ella, y Axelrod debía conjugarlos con tanta pericia como pasión.

Precisamente uno de los proyectos más anhelados del director de la Sinfónica se verá también perjudicado por esta tragedia global. El décimo programa de abono debía ser tan atrevido como frívolo e insólito, toda una declaración de amor a Mahler en forma de sinfonía con aires de patchwork. Nada más y nada menos que una pieza construida con movimientos de cuatro sinfonías distintas. El primer movimiento de la trillada Sinfonía nº 1 “Titán”, seguido del primero Totenfeier (Ritos fúnebres) de la segunda, el célebre y conmovedor Adagietto de la Quinta, y para finalizar el único movimiento, Adagio, que el compositor completó de la que habría de ser su Sinfonía nº 10. Una cita única que para bien o para mal será difícil recuperar teniendo en cuenta la inminente retirada del director norteamericano de los atriles de nuestra orquesta. Tres magníficos quintetos para cuerda habrían de integrar la propuesta camerística de la ROSS de este mes en el Espacio Turina. Por un lado el tan apasionado como elegante nº 6 que Boccherini compuso ya instalado en España; por otro el que Max Bruch publico con carácter póstumo, y finalmente el imprescindible de Bruckner, única aportación del compositor a la música de cámara, prueba definitiva de una sólida asimilación de las formas tradicionales y de un seguro instinto del desarrollo temático. El concertino Éric Crambes habría de hacerse cargo como primer violín de tan suculento programa junto a otros y otras colegas de la formación.

Al margen de la ROSS, la otra cita sinfónica frustrada del mes tenían que protagonizarla los jóvenes talentos de la Orquesta Joven de Andalucía en su encuentro anual con el público del Maestranza, expresamente cancelado por los representantes del coliseo hace solo un par de días. Con Bruno Aprea al frente, que dirigió una Tosca aquí en 2007, en el programa una sola pieza, la celebérrima Sinfonía nº 9 de Dvorák, “del Nuevo Mundo”, prodigio de inspiración melódica y propulsión dinámica influida por el gusto americano de la época durante sus estancias en Nueva York, como también lo fueron su Concierto para violonchelo y su Cuarteto Americano. Una cita muy esperada, y esperemos que recuperable, tendría que haberse producido el pasado 2 de abril en el Teatro Central. Entonces Zahir Ensemble, con el incombustible Juan García Rodríguez, habrían acompañado con la música de José María Sánchez Verdú la proyección del Nosferatu de Murnau. Un espectáculo en la estela del que el conjunto ofreció hace un par de años con Martin Matalon y su música para Metrópolis de Fritz Lang, y que suponía el estreno en versión de cámara de la obra Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (Una sinfonía de terror) del reputado compositor gaditano.

Sin ser exhaustivos, finalmente recordaremos las propuestas de Yolanda Sánchez para La Casa de los Pianistas, que abarcaban desde la cuarta entrega de la integral de sonatas para piano de Beethoven hasta un recital del joven contratenor sevillano Tadeo Jesús, otro del pianista de jazz Jose Carra, que ha subido a youtube una serie de videos para contrarrestar la cancelación de sus conciertos con motivo del co-vid 19, y otro del Dúo MADOM, dos pianistas que tienen la particularidad de ofrecer conciertos divulgativos, salpicados de jugosos comentarios sobre las obras a interpretar. Aunque está programado para el día 30 de abril, no creemos que esa cuarta entrega de las sonatas de Beethoven a cargo del muy solvente y satisfactorio Bernaldo de Quirós pueda llegar a celebrarse, como tampoco lo hizo la anterior. Por ello, salvo que se recuperen, se han quedado en el camino sonatas imprescindibles como la nº 26 Los adioses o la nº 23 Appasionata. Naturalmente integrales grabadas por artistas como Daniel Barenboim, Sviatoslav Richter o Vladimir Ashkenazy cubrirán con excelencia como recurso doméstico el vacío que esta situación nos está dejando. Mejor en casa, responsables y solidarios, invitados e invitadas quedan.

Juan José Roldán