Dos personajes quedan para hablar en un bar cualquiera de una ciudad cualquiera. Es el arranque de esta obra, con la que Pablo Rosal se propone, nada más y nada menos, que renunciar a la palabra para comprender el silencio y devolvernos a la elementalidad.
Al menos es lo que nos indica en el programa de mano, aunque, salvo en la escena inicial, el silencio no es precisamente lo que prima en esta obra. Y es que, rizando el rizo, Rosal se propone reivindicar el silencio y denunciar la incomunicación propia de estos tiempos, sumergiendo a los personajes en una palabrería incesante que, aunque apunta a situaciones e historias, se queda en un sinfin de lugares comunes y frases hechas que no llegan a ninguna parte.
Desde luego, se trata de todo un reto actoral, que tanto Luís Bermejo y Malena Alterio asumen rayando la excelencia. Gracias a ellos la obra se sostiene, y los espectadores incluso se divierten por momentos con sus chistes, lo que no es baladí, teniendo en cuenta que el discurso, que apunta al teatro del absurdo de Samuel Beckett, no acaba de llegar a ninguna parte y que la puesta en escena se limita a dejar a Malena y Luis sentados durante prácticamente toda la obra, sin más apoyo que sus palabras, que apuntan personajes que, aunque magistralmente perfilados por ellos, se quedan en suspenso.
Claro que eso es lo que pretende Pablo Rosal, que en el programa de mano, reconoce ir en búsqueda el molde, el maniquí del primer ser humano hablante y mostrar al espectador “seres preculturales”. Casi nada.
La ficha
Obra: Los que hablan
Lugar: Teatro Central, 10 de diciembre
Compañía: Teatro del Barrio
Texto y dirección: Luis Bermejo y Malena Alterio
Calificación: 2 estrellas