Y el público se rindió a la verdad hecha arte de Manuel

Manuel Liñan volvió a llenar por completo el aforo del Teatro Lope de Vega, que desde el principio no dejó de ovacionarle.

17 oct 2021 / 15:18 h - Actualizado: 17 oct 2021 / 15:38 h.
  • Y el público se rindió a la verdad hecha arte de Manuel

Después de lo que el mundo de la cultura en general, y el flamenco y los teatros en particular llevan pasado este último año, emociona sobre manera ver un teatro lleno hasta la bandera con un público expectante que aplaude a rabiar nada más salir los intérpretes a escena. Es justo lo que se encontró Manuel Liñán el pasado sábado al comienzo de este espectáculo, el más intimista y a la vez más universal de toda su obra.

Siete hombres vestidos con unos magníficos trajes de flamenca, con sus respectivos complementos, dispuestos a demostrar que el arte no tiene género y que ha llegado el momento de reivindicar su libertad creativa. Es lo que nos propone el coreógrafo y bailaor Manuel Liñán con este espectáculo, que surge como una mirada introspectiva a su infancia, cuando él cogía a escondidas los vestidos de su madre para bailar en su habitación, a salvo de cualquier mirada ajena.

Con ¡Viva! Manuel decidió que ya era hora de quitarle su condición secreta y llenar de luz esa forma de bailar porque, de alguna manera, el traje femenino determina un baile diferente, que deviene en toda una gama de figuras e imágenes diversas, como las que él nos brinda-enfundado en un llamativo traje rojo- con su primer baile, generoso en vueltas y braceos y parco en taconeo.

Y lo mismo demuestran cada uno de los otros seis bailarines en sus números individuales. Porque uno de los aciertos de la obra es su estructura, que otorga más protagonismo a los números individuales que a los corales. Eso nos permite disfrutar del baile, contundente y a la vez delicado, de Hugo López, y el Miguel Heredia, que también nos deleitó contando algunas coplas a compás de bulerías que arrancaron más de una ovación del respetable. También Jonatan Miro, que un momento de la obra se dirigió a sus compañeros con marcado acento catalán, se ganó un sentido aplauso con unas bulerías que resucitaron el poderío de Carmen Amaya. Y por su parte, Víctor Martín y Daniel Ramos nos brindaron una pieza de danza bolera, casi circense, que hicieron reír de lo lindo a los espectadores, que no pararon de interrumpirlos con sus continuos vítores y aplausos.

No era para menos, porque esta obra, además de estar cargada de verdad y transmitir un mensaje tan universal como necesario está, como dicen los flamencos, sembrada de compás y talento, tanto en la ejecución de los bailes como en las transiciones y la sucesión de los diferentes números, que componen una estructura que raya la perfección. La guitarra de Francisco Vinuesa se multiplica; el violín de Guadiana eleva el lirismo de la obra en algunos pasajes y nos brinda un solo que nos dejó sin habla; la percusión de Kike Terrón apoya en su justa medida a los bailes, y las voces de Antonio Campos y David Carpio se pelean con el cante para explotar su potencial emotivo. Tal vez demasiado porque se instalan en un tono tan alto, que en ocasiones les hace rozar el grito. Pero eso sí, cabe resaltar que los dos cantaores alcanzan una absoluta complicidad con los bailaores y su discurso, tan reivindicativo como gozoso.

Un disfrute que alcanza su cenit con los tangos de Triana con los que Manuel Betanzos, en estado de gracia, homenajea a las bailaoras antiguas de ese barrio, una de las cunas del flamenco; y con la hermosa soleá de Joanatán Miró, que Antonio Campos comenzó cantando por fandangos; y el taranto de Liñán, que remata con unos tangos del Sacromonte que supone un delicioso homenaje a su tierra y al flamenco que él mamó desde niño, cuando se veía obligado a esconderse.

Desde luego, si algo ha demostrado Manuel Liñan con este espectáculo es que todo eso ha quedado en el pasado. No hay más que ver la reacción del público, que se puso en pie en varios momentos para aplaudir enardecido y que al final de la obra, justo después de la excelente coreografía de cantiñas con batas de cola y mantoncillos que acaba con el desprendimiento de los atributos femeninos, le brindó a todo el elenco una ovación larga y sentida que acabó con todo el teatro en pie acompañando con sus palmas a los bailarines a compás de la rumba de Bambino: “Déjame en paz, en paz en paz/ no me des guerra, guerra, guerra...”


Obra: ¡Viva!

Lugar: Teatro Lope de Vega, 16 de octubre

Producción: Manuel Liñán en colaboración con Teatros del Canal

Movimiento escénico y coreografía: Manuel Liñán
Interpretación: Manuel Liñán, Manuel Betanzos, Jonatan Miro, Hugo López, Miguel Heredia, Víctor Martín y Daniel Ramos

Dirección musical: Francisco Vinuesa

Cante: David Carpio y Antonio Campos

Músicos: Víctor Guadiana (violín), Francisco Vinuesa (guitarra), Kike Terrón (percusión)
Iluminación: Gloria Montesinos. (AAI)

Escenografía: Alberto Velasco

Vestuario: Yaiza Pinillos

Calificación: ****