Agricultura

Cultivos exóticos que asoman en el Bajo Guadalquivir: del tomate azul a la berenjena china

El agricultor Luis Tejero, de Lebrija, prueba distintas variedades en su invernadero familiar que luego se consumen en restaurantes gourmet y chiringuitos de la costa de Cádiz

Cultivos exóticos en el Bajo Guadalquivir

El Correo

Clara Campos

Clara Campos

La remolacha, el tomate de industria, el trigo o el algodón. Estos son algunos de los cultivos tradiciones que se dan históricamente en el Bajo Guadalquivir, entre las provincias de Sevilla y Cádiz, pero hay agricultores que apuestan por probar con otros más exóticos para ver su funcionamiento en la zona. Es el caso de Luis Tejero, de Lebrija, que cuenta con una explotación familiar en la que "prueba" algunos cultivos singulares más propios de otras latitudes.

Entre ellas, la pitaya, una fruta exótica también conocida como pitahaya o fruta del dragón. Se cultiva prioritariamente en climas subtropicales, especialmente en Centroamérica y Vietnam, aunque también hay plantaciones en Sudáfrica, Israel o Australia. "La probé y funcionó; otras como la papaya, sin embargo, no cuajaron", explica este agricultor que pertenece a la Cooperativa Las Marismas de Lebrija.

Una de las singularidades de esta fruta es que su periodo de polinización es por la noche que es cuando abre la flor, "porque se realiza principalmente por murciélagos, aunque en este caso lo hago yo".

Rédito económico

Otro de los cultivos con los que ha probado Tejero es el tomate azul. "Compré la semilla porque me llamó la atención y funcionó bien", explica. Esta variedad -que tiene su origen de Estados Unidos- a nivel nacional se suele sembrar en el Mediterráneo, principalmente en el sureste español. También le ha dado buenos resultados la berenjena china -muy larga y morada-, de la que además se obtiene grandes réditos económicos por su precio en el mercado.

"Mucha gente nos las conoce, pero están muy buenas; en un principio las ibas a exportar a Inglaterra, donde son muy preciadas, pero finalmente las llevo al Mercado Rivera [ubicado en Chipiona] y también las compran los chiringuitos de la zona y restaurantes gourmet". Un kilo de esta variedad se paga a unos cinco euros, un precio alto si se compara con otras verduras que se producen en la zona.

La venta directa no suele ser el canal utilizado por Tejero a la hora de colocar sus producciones, aunque cuenta con compradores "de toda la vida". "Siembro solo lo que puedo vender; no me gusta abusar porque quiero una actividad tranquila y no perder el prestigio ofreciendo siempre un producto de calidad", explica.

Solo lo que le gusta

Además, solo continúa cultivando las variedades exóticas que le gustan personalmente. Algunas de sus apuestas las abandona por la dificultad de sacarle rendimiento. "Es el caso de las moras o las frambuesas, que son muy trabajosas y alcanzan un precio muy caro, lo que las hace poco accesibles a mucha gente; no merece la pena", concluye. También ha cultivado fresas de manera continua, que luego suponen entre ocho y nueve meses de recolección.

En la actualidad, en sus 7.000 metros de invernadero cuenta con sandía y melón, dos de las frutas más típicas del verano. "Tenemos una producción general muy pequeñita pero no aspiramos a más; una vez que publicamos unas fresas por redes sociales de pronto nos llegó un aluvión de pedidos y para eso no tenemos respuesta ni quiero dar la solución de comprar a terceros", resalta.