Al cumplir los 72 años

Se jubila Ángela Murillo, primera mujer en llegar a la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y presidir una de sus secciones

La magistrada ha formado parte del tribunal que juzgó la Nécora, Ekin, a Arnaldo Otegi, la salida a Bolsa de Caja Madrid y a José Manuel Villarejo, en el primer juicio al que el excomisario se enfrentó

La magistrada Ángela Murillo, a su llegada al pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional

La magistrada Ángela Murillo, a su llegada al pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional / EFE / Javier Lizon

Ángeles Vázquez

Ángeles Vázquez

Prácticamente a la vez que una mujer rompe el techo de cristal y se convierte en la primera presidenta del Tribunal Supremo, con el nombramiento de Isabel Perelló al frente del poder judicial, la primera que llegó a la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, Ángela Murillo, cuelga la toga, al cumplir los 72 años que marcan el límite máximo para la jubilación de los jueces y magistrados. No obstante, aún seguirá un tiempo más vinculada al tribunal en el que ha trabajado los últimos 33 años para volver a redactar la sentencia del único juicio celebrado hasta ahora contra el excomisario José Manuel Villarejo por los encargos de particulares y entidades que recibía.

La extremeña Ángela Murillo, que no cree necesarias las leyes de paridad, llegó a la Audiencia Nacional en 1993 cuando solo había dos mujeres (Asunción Salvo y Mónica Montero) en la Sala de lo Contencioso del tribunal especializado. Con los años se convirtió en la primera en presidir una de las secciones de la de lo Penal: la Sección Cuarta, que siempre ha sido mayoritariamente femenina. Antes ya había presidido una sección en la Audiencia Provincial de Madrid. Ahora la mayoría de los magistrados de la Audiencia Nacional y de la propia carrera judicial son mujeres.

La jueza, que en su primer destino en Lora del Río (Sevilla) fue confundida con la nieta del juez, llegó a la Audiencia Nacional tras un periodo de tres años en la Inspección del Consejo General del Poder Judicial. Como muestra de la independencia con la que siempre ha desarrollado su labor, su entorno recuerda que en un momento determinado le encargaron sancionar a un juez de Barcelona, pero ella, tras comprobar el trabajo que había realizado, en vez de proponer su castigo, defendió que se le otorgara una medalla.

Entre los juicios que ha presidido destacan los celebrados contra el líder de Bildu Arnaldo Otegi, quien llegó a regalarle el libro 'El factor humano' de John Carlin con una dedicatoria durante el juicio de Bateragune. Se da la circunstancia de que ese fue uno de los juicios contra el político vasco que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ordenó repetir por haber participado Murillo, porque se entendió que su imparcialidad había quedado comprometida por haber contestado a Otegi en otra vista oral que "ya sabía" que no condenaría los atentados de ETA, un ejemplo de la espontaneidad de la que ha dado muestra en varios de sus juicios.

También participó en el juicio celebrado contra Ekin, considerado el aparato político de la organización terrorista. Lo recuerda muy complicado, pero también como uno de los factores que contribuyeron a la desaparición de ETA. Durante los 16 meses que duró su pareja tuvo que ser hospitalizado y acabó falleciendo, pero Murillo se negó a suspender la vista.

Más recientemente presidió el celebrado por la salida a Bolsa de Caja Madrid, que se prolongó durante meses contra la cúpula de la entidad, a la que acabó absolviendo. Pero su último juicio de entidad ha sido el celebrado contra el excomisario José Manuel Villarejo por los encargos que recibía de entidades y particulares para que vigilara a sus competidores. La Sala de Apelación de la Audiencia Nacional anuló la condena de 19 años que la Sección Cuarta le había impuesto y ordenó la redacción de un nuevo fallo, lo que obligará a Murillo a seguir trabajando hasta dictar la nueva sentencia.

Unos asuntos muy distintos a los que se encontró al llegar a la Audiencia Nacional, prácticamente todos por terrorismo y narcotráfico. En uno de estos absolvió a Laureano Oubiña, que le decía: “Doña Angela, yo hachís sí, pero cocaína nunca”. Cuando el narcotraficante se volvió a sentar en el banquillo por tráfico de cocaína, ella se lo hizo saber: “¿Ahora qué me dice usted, señor Oubiña?" En otra ocasión bajó a los calabozos para convencerle de que no se podía quedar en ellos y que asistiera al juicio.

Bromista y con un gran sentido del humor pretende utilizar la jubilación para mejorar sus conocimientos de informática, porque era de los jueces que aún seguían escribiendo las sentencias a boli, y para acabar la carrera de piano, de la que tiene hasta quinto. Lo que de momento descarta son los viajes organizados para jubilados, porque, como señalan sus próximos, "no solo ha ido por libre en su vida profesional".

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