Cofradías

Cruz Remediadora en Los Palacios

La Hermandad del Furraque, con dos pasos impresionantes en el Día del Amor Fraterno, reparte la gracia de sus titulares en una estación de penitencia con la que se vuelca el pueblo en todos sus hitos de autenticidad

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
07 abr 2023 / 10:43 h - Actualizado: 07 abr 2023 / 11:24 h.
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El Furraque es siempre punto y aparte. Porque Furraque no solo remite a la calle San Sebastián donde se sitúa la capilla del mismo nombre, sede canónica de la Hermandad de la Vera Cruz, María Santísima de Los Remedios y Nuestro Padre Jesús Cautivo. El Furraque remite a todo el barrio, que incluye también a la calle Real, buena parte del Pradillo, toda la Laguna de Caro, sus calles adyacentes, Villa Alfaro, el Manchón de la Pepona y casi el confín de Villafranca. Y, sobre todo, el Furraque remite a sus gentes, que se miran el día del Amor Fraterno, cada Jueves Santo, y se reconocen como del Furraque. Hay un morado Vera Cruz y un Verde Remedios que lo dicen todo. El Furraque conserva ese hálito de las abuelas de antes, de corrales con yerbabuena socorrida y flores del desavío, de los postigos abiertos, de la generosidad de un ecosistema en el que nadie se queda en la cuneta porque se ha interiorizado, desde hace siglos, que en este paisaje donde solo hubo pencales, al filo de las marismas del Guadalquivir, siempre fue más fundamental el paisanaje. Y esa filosofía amparadora, solucionadora, remediadora, es la que respiraban los miles de personas que ayer tarde, un minuto antes de las cinco y media, se congregaban en el entorno de la capilla cuando esta abrió sus puertas de par en par para que saliera la Cruz de Guía.

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Después de cuatro tramos de nazarenos, la sorpresa fue el monte multicolor del Cristo de Castillo Lastrucci. Se acabó el monte de claveles rojos o de lirios morados. La realidad es ya tan diversa como sus cruces, y en plena primavera no podía un Crucificado como el de la verdadera y auténtica Pasión de Los Palacios limitarse a un color, a una forma, a una perspectiva. Bajo la Cruz del Señor, caben todos los colores, todas las maneras de entender su entrega, todas las perspectivas desde las que pueda ser contemplado para pedirle, como le pedían por las calles Larra y Arenal, salud para los enfermos, complicidad para los incomprendidos, oportunidad para los desterrados, luz para los empeñados en tantas oscuridades. Flanqueado por sus cuatro evangelistas, el Señor de la Vera Cruz fue paseando su plástico mensaje de amor sin límites por un pueblo que, como el miércoles con el Gran Poder, estaba abarrotado de gente. Luego siempre habrá quien diga que en tal calle hubo una descoordinación en la fila de los nazarenos. Lo que suele pasar con las cofradías multitudinarias.

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La presentación del Cristo en esa plaza atestada de fe que es siempre la del Sagrado Corazón de Jesús fue apoteósica no solo porque imponga el gentío, que impone, ni por la solemnidad que le impone su banda de cornetas y tambores, sino por cómo se mueven los hombres de abajo que dirige José Joaquín Sánchez, un capataz histórico que llama a este señor “Mi Maestro”. Lo demuestra en cada chicotá. Él propone y su Maestro dispone. Y siempre dispone para bien. A su paso, crece la fe como crece la yerba. Y aunque pareciera que no cabía un alfiler con la presentación del Señor, es la Virgen de Los Remedios la que termina de colmar la plaza hasta el punto de que la cuadrilla de los hermanos Rialora se convierte en marejadilla submarina, porque el rotundo palio de la Señora del Furraque flota, navega literalmente, se acompasa al son de ese oleaje humano que la lleva en volandas mientras que de la banda sonora de la Gloria se encargaba este año con maestría la banda de música de Villanueva del Ariscal.

Cruz Remediadora en Los Palacios

Hay quien llora al paso de la Virgen de los Remedios, este año también, y no porque sea el paso más engalanado de toda la Semana Santa palaciega, ni siquiera por su impresionante palio bordado y ese manto simpar que arrastra tras de sí a tantos penitentes en busca de remedios, cada cual el suyo, sino porque su carita de Gioconda del Sur nos recuerda que la Madre de Dios es una madre como la nuestra y que a veces sonríe solo porque, a diferencia de nosotros, sabe lo que va a pasar después. En la Resurrección tal vez pensaran muchos de los que anoche vieron pasar por Carrera Oficial a un Crucificado que pide saetas, a un Moreno en el Calvario que esconde, en el suave ademán de su rostro sobre el hombro, la Esperanza de un más allá en el que guarda a hijos absolutamente entregados como Antonio Manuel Maestre, que este año sabe ya más que todos sus hermanos de aquí abajo porque ya goza de las chicotás del Cielo desde el Corpus pasado... o como Miguel Herrero Corona, que subía precisamente al Cielo, desde Valladolid, mientras en Los Palacios se le dedicaba una levantá por su alma, que ya vuela adonde merece después de tanto sufrimiento inmerecido...

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Otros, en cambio, no pensaban más que en charlar de cualquier cosa en esa ratonera en la que tantas veces se convierten los palcos y sus recovecos. La Carrera Oficial de la Plaza de España no es el mejor sitio para ver las cofradías, por mucho que aspire a serlo. Los cofrades auténticos saben sus propios rincones. Menos mal.

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Cuando la procesión del Furraque baja de su presentación en la parroquia mayor de Santa María la Blanca, con sus cirios chorreantes y la cantera en retirada por los carritos que han venido en su auxilio, la recta que va desde el Convento hasta la una de la madrugada es un vía crucis de esperanza redentora, pues los nazarenos, los diputados de tramos, los costaleros, los penitentes y hasta el niño de Noguera que enciende las velas con su caña de otro siglo saben que están más cerca del año que viene. La monumental saeta de Reyes Carrasco a la Virgen de los Remedios fue una prueba de fe en este sentido. Y por eso el Crucificado y su Madre regresan a ese océano de fe sin orillas en el que se convierte el Furraque cuando el Jueves Santo se han consumido de gozo en su propia cera fraterna. El Furraque es siempre punto y aparte. Ahí quedó.