El Buen Fin avanza en las pruebas de ampliación del paso de Cristo

Se palpa la ilusión en la Iglesia Conventual de San Antonio de Padua. Durante esta pasada semana ha podido contemplarse el paso del Santísimo Cristo del Buen Fin, porque la hermandad que lo tiene por titular, y cuyo hermano mayor es Juan Antonio Díaz Rico, sigue trabajando en la preparación de uno de los grandes estrenos de la próxima Semana Santa, el nuevo misterio que está realizando el escultor Darío Fernández en su taller de la calle Viriato, entre San Martín y San Juan de la Palma. El artista trabaja teniendo muy clara una premisa que él mismo recuerda a los propios cofrades del Buen Fin: «No son tan importantes las figuras como el momento que se va a representar sobre el paso de misterio». A partir de esta semana, parecer ser, comenzarán a ser policromadas las figuras secundarias, encarándose de este modo la recta final de este proyecto tan anhelado.

En la última semana de enero, y en la propia sede canónica de la corporación franciscana, a lo largo de dos días se llevaron a cabo pruebas reales sobre las propias andas procesionales con las nuevas figuras, terminadas ya en madera, y aún hay que perfilar pequeños detalles, como son las medidas que habrán de poseer las escaleras que portarán Nicodemos y José de Arimatea, la altura de la lanza del soldado romano, o el sistema con el que los brazos de la Magdalena se abrazarán a la cruz del Santísimo Cristo del Buen Fin, pues hay que tener en cuenta que este crucificado de Sebastián Rodríguez tiene que ser enterrado verticalmente en el monte para poder salir y entrar en su templo y en la catedral, y cuando vaya bajo, las articulaciones de la santa han de poderse abrir y cerrar sin que nadie tenga que subirse al paso. Finalmente, con esta prueba, Darío Fernández ya posee la información y datos necesarios para tallar el referido monte donde habrán de ubicarse las imágenes.

Con respecto al propio paso en sí, hay que resaltar que la parihuela es de nueva factura, con ocho trabajaderas en total, y ganándosele a estas andas procesionales el máximo que se le podía sacar, que son unos veinticinco centímetros más de largo y unos doce más de ancho, de hecho, este año, en la salida de la cofradía, no podrá haber público ante la propia puerta, pues las maniguetas rozarán con la fachada del edificio fronterizo. Todas estas labores las está llevando a cabo Enrique Castellanos, quien, además, está dorando las nuevas piezas y se está preocupando porque las cartelas del conjunto coincidan, justo, con los lugares donde se han tenido que realizar las ampliaciones. Igualmente, los candelabros volverán a la posición que mantuvieron hasta 1997 cuando salía el anterior misterio, por lo que se girarán de nuevo hacia el exterior, y se les eliminará una especie de peana que, a modo de suplemento, le daban mayor altura para iluminar a un Cristo que ha ido solo estos veintiseis años, por lo que irán más pegados a la canastilla. En conclusión, este paso mantendrá su idiosincrasia, y en el Buen Fin ya sueñan con ese Miércoles de Pasión en el que se presentará ante Sevilla el resultado final de este proyecto.