«Andalucía nace en los siglos XIII-XV y desde entonces conoce un desarrollo sin cortes bruscos. Andalucía es el producto de la conquista y castellanización; este es el rasgo básico, aunque se haya enriquecido con supervivencias y aportaciones de diverso origen». Estas palabras del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, Hijo Predilecto de Andalucía y Doctor Honoris Causa por siete universidades Antonio Domínguez Ortiz, son el mejor prólogo para Lo andaluz. Historia de un hecho diferencial, un ensayo firmado por el profesor del Área de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Sevilla Carlos Arenas Posadas (Sevilla, 1949), cuya trayectoria incluye, además de la docencia, el haber estado al frente del Decanato de la Facultad de Ciencias del Trabajo entre 1996 y 2009 y la publicación de más de 50 libros. La obra, publicada por El Paseo Editorial y recién llegada a las librerías, pretende trazar, desde el análisis de lo político, lo socioeconómico y lo culturalmente simbólico, la historia del hecho diferencial andaluz, desde la Edad Media hasta la actualidad, con la intención de que el lector reconozca en el pasado los elementos constitutivos de su realidad en el presente. Una labor titánica que ha sido posible merced a un gran trabajo de investigación, y que ha dado como resultado una «especie de manual, un ensayo documentado, una historia materialista de lo simbólico o una historia económica», en palabras de Carlos Arenas, «que prescinde, eso sí, de algunos de los principios a los que se aferra la economía convencional».
Escrita con un estilo riguroso y sustentada sobre una impresionante bibliografía —la selección escogida por el autor abarca cuarenta de sus 592 páginas—, la obra arranca con una presentación en la que el profesor confiesa que su trabajo es deudor de «cientos de autores y autoras de cuyas investigaciones me he servido», y a los que agradece «sus aportaciones». Seguidamente el autor nos introduce en el primero de los nueve bloques de los que consta su libro, aquel dedicado a la España Medieval, donde, comenzando por el año 1000, nos invita a recorrer los principales acontecimientos que desembocaron en la consolidación de las monarquías hispánicas, al tiempo que se avanzaba en la conquista de al-Ándalus. Hitos como la batalla de las Navas de Tolosa (1212) y la llegada del ejército cruzado al valle del Guadalquivir que, sumados al establecimiento de la frontera de Castilla con Granada, serían el origen de Andalucía.
«Del Imperio a la insignificancia»
A continuación, Lo andaluz. Historia de un hecho diferencial se detiene en la etapa comprendida entre los siglos XVI y XVIII, dentro del apartado titulado «Del Imperio a la insignificancia». Aquí, Arenas Posadas ahonda en las continuas guerras a las que se vieron abocados los monarcas de las Casas de Austria y Borbón, en la importancia de la plata americana como base para financiar dichas contiendas, y el papel que la Iglesia católica siguió desempeñando en la construcción del estado y de la nación española. En este escenario, a los señoríos ya existentes en el territorio andaluz desde la época medieval —Osuna, Medinaceli, Sessa, Béjar, etc.—, pronto se sumaron aquellos surgidos tras la conquista de Granada. Alguno de ellos sería tan poderoso que, como bien señala Carlos Arenas, «hasta se permitió desafiar a la propia Corona». Obviamente, el profesor se refiere al ducado de Medina Sidonia, título que el rey Juan II de Castilla otorgó a Juan Alonso Pérez de Guzmán, el 17 de febrero de 1445, como premio a los servicios a la Corona de su linaje, que había fundado Guzmán el Bueno. En este interesante capítulo, el autor aporta un dato fundamental para entender la situación a inicios del siglo XVI: el repoblamiento de las tierras confiscadas a los moriscos por orden de Felipe II; acción llevada a cabo, en su mayoría, por cristianos viejos procedentes del sureste andaluz. Con el tiempo, el número de privilegiados se amplió notablemente, siendo «agasajados», en palabras del autor, con un capital de gran valor: el fuero. Al tiempo que la burguesía aumentaba, comenzó a eclosionar el fenómeno de la religiosidad popular siguiendo los dictados de Trento (siglo XVII). Surgen así la mayor parte de las cofradías, las cuales, en la centuria siguiente, serán tachadas de «superchería» por parte de los ilustrados.