Esta edición de Alianza, a cargo de Juan Miguel López Merino, resulta suficiente como presentación del corpus de temas en los que el autor basó su poesía, una poesía visual que recuerda a ese «Todos nosotros» de Raymond Carver, autor que en su día le rindió pleitesía, así como otros de la generación beat. El verso de Carlos Williams recuerda aquí, gracias a esos encabalgamientos a veces fuera de eje simétrico puramente formal, a los poemas que se conjuran limpios como el agua cristalina en su curso por un río, pero lo que ocurre es que ya desde finales del XX este río estilístico, que para tantos era pretensión, empezó a contaminarse en el buen y mal sentido, entre otras cosas, de otras lecturas y experiencias.
Carlos Williams (1883-1963) llega al lector español también a través del cine, ya que la película «Paterson» de Jim Jarmusch, basada en el poema épico homónimo, al ser más largo, aquí no aparece; una lástima pues el filme hizo las delicias de cinéfilos y escritores. Nacido en New Jersey y cultivador a su vez de la novela, el cuento, el ensayo o el teatro, la manera de comunicar los sentimientos del autor se basa primordialmente en la observación vicaria de una realidad que va del movimiento de ese cauce, a través del magnífico uso del aire y la naturaleza, para llegar a lo cómico, lo trágico o profundo sobre todo a partir de concretos; si bien su visión poética, con la intención de llegar aún más lejos o hacerse más posmoderna, no huye de las palabras grandes, hoy consideradas pecaminosas para tantos.
Estudió y ejerció la Medicina. Fue buen amigo de T.S. Eliot y Ezra Pound, y a pesar de que ambos optaron por entornos rurales para vivir, él no renunció nunca al cosmopolitismo de una tierra que podía ser igual de «baldía» que la de sus coetáneos.