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Actualizado: 06 dic 2019 / 13:40 h.
  • William Carlos Williams. / El Correo
    William Carlos Williams. / El Correo

Esta edición de Alianza, a cargo de Juan Miguel López Merino, resulta suficiente como presentación del corpus de temas en los que el autor basó su poesía, una poesía visual que recuerda a ese «Todos nosotros» de Raymond Carver, autor que en su día le rindió pleitesía, así como otros de la generación beat. El verso de Carlos Williams recuerda aquí, gracias a esos encabalgamientos a veces fuera de eje simétrico puramente formal, a los poemas que se conjuran limpios como el agua cristalina en su curso por un río, pero lo que ocurre es que ya desde finales del XX este río estilístico, que para tantos era pretensión, empezó a contaminarse en el buen y mal sentido, entre otras cosas, de otras lecturas y experiencias.

Carlos Williams (1883-1963) llega al lector español también a través del cine, ya que la película «Paterson» de Jim Jarmusch, basada en el poema épico homónimo, al ser más largo, aquí no aparece; una lástima pues el filme hizo las delicias de cinéfilos y escritores. Nacido en New Jersey y cultivador a su vez de la novela, el cuento, el ensayo o el teatro, la manera de comunicar los sentimientos del autor se basa primordialmente en la observación vicaria de una realidad que va del movimiento de ese cauce, a través del magnífico uso del aire y la naturaleza, para llegar a lo cómico, lo trágico o profundo sobre todo a partir de concretos; si bien su visión poética, con la intención de llegar aún más lejos o hacerse más posmoderna, no huye de las palabras grandes, hoy consideradas pecaminosas para tantos.

Estudió y ejerció la Medicina. Fue buen amigo de T.S. Eliot y Ezra Pound, y a pesar de que ambos optaron por entornos rurales para vivir, él no renunció nunca al cosmopolitismo de una tierra que podía ser igual de «baldía» que la de sus coetáneos.

Antología bilingüe de William Carlos William: Suficiente, no memorable

El ‘primer pero’ que le vemos al libro, no está tanto en la introducción y prólogo, como en una selección de piezas que sabe a poco. Son muchos sus libros de poesía y compilaciones y bueno es saber que murió enfermo tras varios infartos y una posterior depresión, pero no tan necesario como que a partir del nudo programático del proyecto (la mitad), las hojas parece que se pasen solas, afortunadamente sin pesadez. La edición bilingüe es oportuna e ideal para enriquecer el idioma, una traducción que, con humildad, el compilador agradece también a Octavio Paz.

Veinte son los libros de donde se extrae esta antología en la que se cuentan historias bellísimas. Es el bocado minúsculo de un entrecot enorme (y disculpen la metáfora culinaria no apta para vegetarianos) o la punta minúscula de un inimaginable iceberg. De ellos, además por lo menos cinco contienen tan sólo un corto poema («La muerte de See», «Perfección» ...) También notamos en este último tercio como se pretende hacer partícipe al lector de las infidelidades maritales del poeta a su mujer Flossie, a quién también dedica «Las peonías robadas». El prologuista lo justifica dando a entender que, si en otros es el alcohol o la droga lo que inspira, al autor que nos ocupa era el sexo con diferentes mujeres.

No obstante, y como introducción a nuevos universos literarios, para todo el que busque una lista corta de grandes éxitos, quizás encuentre solaz y bello entretenimiento en la propuesta.