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Actualizado: 23 sep 2017 / 19:43 h.
  • El director de orquesta Pablo Rus Broseta. / Brandon Petec
    El director de orquesta Pablo Rus Broseta. / Brandon Petec

El nombre de Pablo Rus Broseta lleva algún tiempo sonando con fuerza en el ámbito internacional del mundo de la dirección de orquesta. El joven maestro valenciano es actualmente director asociado en la Orquesta Sinfónica de Seattle, avalado por Bernard Haitink. Hace unos meses recibió además el encargo de dirigir el concierto de clausura del Festival de Música Contemporánea de Donaueschingen (Donaueschinger Musiktage) –la cita más importante de esta música en Europa– que tendrá lugar en esta ciudad alemana el próximo 22 de octubre.

–¿Cómo ha llegado hasta sus manos esta responsabilidad?

–Llevo trabajando desde 2012 con la Orquesta Sinfónica de la SWR (Sur de Alemania) en proyectos de grabación y otros muchos relacionados con la nueva música. Hice con esta orquesta el concierto inaugural del Festival Música de Estrasburgo en 2015; estrenando en aquella ocasión el fresco orquestal In Situ, de Philippe Manoury. También he hecho lecturas de obras con la orquesta de jóvenes compositores.

–¿Había asistido antes como músico o público a Donaueschingen?

–No. Para mí ha sido todo un honor que delegasen en mí esta responsabilidad de clausurar la edición de este año. Este Festival es la cuna de la música contemporánea europea. Para mí es muy motivador dirigir allí.

–En el concierto estrenará obras de Marcus, Illés y Czernowin. ¿Que nos puede contar de cada una de ellas?

–Son tres obras muy dispares, lo cual agradezco mucho porque así el programa resultará atractivo y más asimilable por el público. Hay cierta tendencia en los conciertos de música contemporánea de unir composiciones con estéticas parecidas. En este caso, la de Bunita Marcus, White Butterflies, mira al mundo de Morton Feldman; mientras que Márton Illés, en Ez-Tér, se acerca más a la modernidad centroeuropea sin perder el lirismo. Finalmente, Guardian, de Chaya Czernowin, para violonchelo y orquesta, es una gran composición de casi media hora que tiene una escritura muy clara y práctica.

–¿Aborda también el repertorio clásico-romántico porque no quiere encasillarse como especialista en música contemporánea?

–Lo hago porque como músico necesito de ambos mundos. Me gusta abordar la gran paleta del repertorio; y a menudo siento que para defender obras actuales debo trabajar mucho a los clásicos, Beethoven, Brahms... No concibo la música de vanguardia sin el repertorio anterior del que parte; porque entonces habría una desconexión. Y no es esa mi visión. Pero, a la vez, siento que hacer música de hoy también me facilita luego la tarea de dirección cuando regreso al repertorio, son como dos universos que se retroalimentan. Gracias a las composiciones actuales cuando tengo delante una partitura clásica percibo como si la fuera a estrenar, como si fuera música radicalmente reciente.

–Las obras nuevas exigen muchos ensayos. ¿Encuentra siempre las condiciones óptimas para ello?

–Tenga en cuenta que la Orquesta de la SWR que toca en Donaueschingen es la mejor del mundo para hacer música de hoy. No hay otra mejor; quizás la de la WDR de Colonia también sea igualmente potente. En Alemania las condiciones para defender estas creaciones son inmejorables; con muchísimos ensayos totales y seccionales con las familias de la orquesta.

–Sin embargo usted reside en Seattle; un universo, el estadounidense, radicalmente distinto en lo musical al germano...

–La música contemporánea se vive de una forma diferente en un lado y en otro; es cierto. Aunque las cosas están cambiando y cada vez se escucha más música moderna aquí, en USA. Lo que ocurre es que cualquier orquesta americana hace muchísimos programas; y apenas existe tiempo suficiente para abordar conciertos de estricta música de hoy. Aunque tanto en Seattle, como en San Francisco y Los Ángeles, sus orquestas están prestando más y más atención a todo esto.

–Sorprende, para mal, que siendo español, su país no cuente prácticamente nada en su agenda.

–Me gustaría que esto no fuera así. En abril de 2018 dirigiré a la Orquesta de Valencia. Tengo ilusión por trabajar más en España...

–¿A quién debe más en su formación como director de orquesta?

–Empecé a estudiar en Francia y los ensembles de música actual como el Intercontemporain me marcaron mucho. Luego estuve un año en residencia con el Ensemble Modern de Frankfurt. Estudié con Lucas Vis, un especialista en repertorio de vanguardia. Pero también fui asistente de François Xavier-Roth, con el que abordé a los clásicos. Siempre he intentado cuidar estas dos vertientes.

–¿Es tan fiera la competencia en el mundo de la dirección?

–Es difícil salir adelante, la meta siempre está lejos. Pero, honestamente, yo estoy centrado en mi trabajo y no miro demasiado lo que pasa a mi alrededor. Llevo años dando vueltas por el mundo pero todo ha formado parte de un proceso natural en el que te limitas a dirigir y las cosas van fluyendo. Cuando te sale una oportunidad de ir a un sitio solo esperas hacerlo bien para que el teléfono vuelva a sonar y te inviten de nuevo.

–¿Cuál es su modelo de concierto sinfónico ideal?

–Mi compositor fetiche es Stravinski. Con la Orquesta de la SWR pude hacer hace algún tiempo un programa mixto precioso con partituras de Alban Berg, Igor Stravinski y dos piezas recientes de Wolfgang Rihm.