Ni Superman, ni Batman, ni siquiera Superlópez. El héroe al que acuden todos los sevillanos cuando tienen algún problema es el Capitán Adobo. Para entender su historia tenemos que remontarnos varios años atrás, cuando Enrique Gago y Rafael Flores, dos amigos del colegio, decidieron crear una cuenta en Twitter que reflejara las costumbres de Sevilla a través del humor. El nombre del personaje es una suma del Capitán América y ese plato de la gastronomía gaditana que tanto gusta en nuestra ciudad. Tras triunfar de calle en las redes —hoy la cuenta supera los 55.000 seguidores—, estos jóvenes decidieron probar en el mundo de la literatura, dando a luz a ‘El Capitán Adobo y la máquina de la lluvia’ (2017), un éxito editorial que les impulsó a continuar. En la actualidad, Rafa Flores es el encargado de dar vida al superhéroe, cuya nueva entrega acaba de llegar a las librerías bajo el título de ‘El Capitán Adobo. El caso del corona (de espina) virus’, publicado por Samarcanda. Hablamos con el autor de la novela.
La última aventura del Capitán Adobo, ‘El fin de los sevillanos’, llegó a las librerías en 2018. Vas a tener que refrescarnos la memoria antes de meternos en harina.
Todo comienza cuando un taxista sevillano come accidentalmente una tapa de adobo radiactivo y desarrolla superpoderes muy peculiares, como enfriar la cerveza a su antojo, convertir el agua en rebujito o expulsar incienso por la boca. Al conocer sus nuevas habilidades no duda en defender Sevilla de amenazas como el fin de la Semana Santa, un movimiento independentista o, incluso, la llegada de superhéroes norteamericanos a la ciudad. Todo en clave surrealista pero con su toque de thriller y misterio.
Pese a su título, ‘El caso del corona (de espina) virus’, hay que dejar claro que en la novela no se menciona el dichoso Covid. Nada más que por eso, ya merece la pena su lectura...
Pienso que el humor es la mejor terapia que existe. Ironizar sobre lo que nos atormenta (en este caso una pandemia que nos ha quitado tanto) es el remedio para evitar la tristeza. Y efectivamente, el Corona (de espina) virus no tiene nada que ver con el Coronavirus, esta vez es un virus «divertido».
Basta con leer la sinopsis para adivinar que la obra trae a colación el viejo pique entre Sevilla y Málaga. En un mundo repleto de ofendiditos, ¿cómo se te ocurrió meterte en semejante jardín?
Vivimos en un mundo con tanta variedad que se ofende quien busca ofenderse. Los que han leído mis novelas conocen perfectamente el modus operandi de las mismas. Aunque tengan algo de riesgo, nunca traspasan la delgada línea que hay entre la guasa y el insulto. La principal caricatura que se hace es de los propios sevillanos y no tengo intención de que mis historias le supongan un sofocón a nadie, están hechas para lo contrario. Aún así, eso no me quita libertad para crear, pues llevo muy marcada la frase: «A veces hay más degeneración en la mente del ofendido que en la del que ofende».
La trama arranca en la fábrica de Cruzcampo de la Avenida de Andalucía y con un protagonista de excepción, el alcalde de Sevilla. ¿Fuiste a tomar notas el día que se reinauguró?
Claro. Para inspirarme, los elementos básicos son libros, cine y calle, mucha calle. Y la escena inicial se me ocurrió, como bien dices, durante la inauguración de la Factoría. Tengo el bendito defecto de buscarle una ficción surrealista a casi todas las situaciones serias.
Seguidamente entra en escena Pablo Romero, que para quien no lo conozca, es una suerte de Clark Kent —el alter ego de Superman—, pero con algunos kilos de más. Háblanos de él.
A Pablo Romero ya lo considero casi un amigo. Le he ido dando forma a medida que he ido conociendo la sevillanía, con sus virtudes y sus defectos. Claramente es una caricatura de lo que llamamos un «sevillanito» o un «miarma», si el calificativo viene de fuera. Es cofrade sobre todas las cosas, no falta un día a la Feria y se apunta a un bombardeo, pero solo si tiene esencia «sevillana». Nunca lo verás comer sushi o viajando más lejos de Matalascañas. Cuando adquiere superpoderes, en vez de usarlos para hacer el mal o salvar al mundo de grandes conspiraciones, prefiere implicarse en los problemas de Sevilla y luchar contra cualquier amenaza que haga peligrar su identidad, que es lo que más le duele.
Además de cerveza y superhéroes, ‘El caso del corona (de espina) virus’ contiene guiños a novelas como ‘El código Da Vinci’ y un aroma a Semana Santa que invita a leerlo en Cuaresma. Qué bien nos conoces...
Aunque Pablo Romero sea una caricatura, hay mucho de sevillano real en él. Pienso que en Sevilla hay talento, actitud y cultura de sobra para ser una ciudad top mundial, pero tenemos la virtud/defecto de que no renunciamos a nuestra esencia para alcanzarlo. Obviamente, un thriller con la Semana Santa de fondo y mucha guasa... ¿a qué sevillano no le va a gustar? Además, la novela está escrita con una estructura en la que te puedes sumergir, divertirte y leerla sin complicaciones. Lo que más me suelen decir son comentarios como «qué rápida se me ha hecho», o «leer tus libros es como ver una película». Para mí, es un orgullo que se enganchen tantas personas a mis novelas en una época en la que leer cada vez cuesta más.