«El cuento de las comadrejas» es una conciliación entre comedia negrísima con altas dosis de ternura y ficción dentro de la ficción.
¿Qué pasaría si a un conjunto de cuatro abuelos retirados en una casa señorial en medio de ninguna parte y que fueron viejas glorias del celuloide patrio, se le arrimaran como sabandijas dos especuladores inmobiliarios que sólo fingen conocerlos? La respuesta es de todo menos algo previsible, ya que, si hablamos en el elenco de Graciela Borges, Oscar Martínez, Marcos Mundstock (perteneciente a Les Luthiers) y Luis Brandoni, bien poco puede salir mal.
Basada pues en la historia original de Augusto Giustozzi y José Martínez Suárez, la película reconcilia con el ser humano, últimamente tan devastado por circunstancias no siempre tan ajenas a él mismo, y es que por encima de todo y sin que el título lleve a engaño, el film nos habla sobre la generosidad en una tercera edad si no olvidada, sí prácticamente defenestrada socialmente, una generosidad trabajada desde la elaboración de un guión prodigioso donde lo que hace posible el buen cine se da la mano para demostrar que es mucho más poderoso en su esencia, que toda maldad impostada y proveniente de fuera de un mundo que no sentimos como nuestro (el creado por Nicolás Francella y Clara Lago, la interpretación de esta última resultando bastante forzada).
Mara Ordaz es una Gloria Swanson casada con Norberto, un anciano que no ha sido actor por más que lo intentase porque no sabe mentir. A su vez, Norberto ha sido incapaz de huir de la sombra de dos tipos extraños y huraños, que son Martín Sarabia, guionista de abolengo, y Pedro de Córdova, un director de cine serio, que no desoye precisamente los consejos del segundo. Estos dos últimos personajes no tienen donde caerse muertos y su máximo enemigo no es sólo la especulación inmobiliaria, sino en principio el mismo carácter de diva de Mara.