Con este relato, David Storey lleva a los personajes y al lector hasta una época en la que Inglaterra era un país soportado sobre una sociedad asfixiante con los individuos en la que la ostentación y el poder eran deseados sobre cualquier otra cosa. Los ingleses se movían entre la apariencia y la maldad, entre el aspecto mentiroso y el fondo mísero de una sociedad mojigata y estúpida.
«El ingenuo salvaje» («This sporting life», 1960) se divide en dos partes. En la primera, el narrador (Arthur Machin que es, al mismo tiempo, el personaje principal) nos cuenta cómo se hace jugador profesional de rugby, como llega a lo más alto que está a su alcance, como comienza a codearse con las personas importantes de la ciudad. No puede disimular su falta de empatía, su ambición desmedida, su incapacidad para amar aunque sea su gran objetivo. En la segunda parte, cada capítulo se dedica a un personaje y su relación con Machin. Todo se desmorona.
El estilo es árido, directo, casi tosco. Aunque es efectivo al máximo. El autor, David Storey imprime un ritmo narrativo de gran robustez y muy amable con el lector. No hay imágenes literarias potentes aunque sí dibujos con palabras de gran fuerza, no hay alardes técnicos aunque sí una técnica eficaz. Hay literatura instalada en el dolor, en la zona gris de la realidad. Y los diálogos son precisos, sencillos y llenos de sentido y sentimiento.
El compromiso social de David Storey es altísimo. Nos coloca en medio de una maraña de relaciones y de conflictos poderosísima que termina perfilada como un universo perverso con los débiles, cruel con los torpes y amable con muy pocos.