«El libro de arena» se disgrega en cuentos infinitos, como los granos de un desierto habitado por páginas, por sombras, por dobles. Son relatos circulares, que no se terminan de resolver y que continuarán para siempre dando forma a nuestra felicidad y a nuestras pesadillas. En todos los cuentos, Borges produce un español sonoro, rico, preciso, que se diría recién acuñado para nosotros.
En «El otro» hay un banco en un parque que está en dos lugares y en dos tiempos. El protagonista es el propio Borges, el otro, también.
No son nada frecuentes las historias de amor en los cuentos del maestro argentino, sin embargo hay una en «Ulrica» y es hermosa.
«El congreso» es una organización tan ambiciosa que naufraga en su propia sinrazón, un grupo secreto como «La secta de los treinta» que encierra una reflexión teológica.
La avaricia en «El disco», la vanidad en «El soborno», son lo mismo que la venganza de «Avelino Arredondo», sentimientos irracionales que mueven la Historia.
El libro que da nombre al libro participa de las características borgeanas, la metáfora, la reflexión sobre la literatura, sobre el tiempo y sus mutaciones, todo se diluye en el lenguaje y se convierte en relatos.