Producida en el 2015, esta es una obra divertida y medida en sus movimientos escénicos. Nos la ofrece la productora para hacernos un poco más llevadera la cosa.
Tiene el resultado final un aire de coreografía o baile donde nadie es quién parece, si bien los roles quedan claros desde el principio.
El negocio familiar es una sastrería y se debe seguir sí o sí con ella, a pesar de que uno de los hermanos es músico frustrado, y de que el otro le necesita para que su vida delante de patrones y números sea más llevadera y menos gris. Como para ambos lo es, deciden dar una vuelta en forma de regresión cinematográfica a su infancia, y lo hacen, y esto es casi lo mejor de la obra, gracias o a pesar del actor clásico de Hollywood. La presencia femenina hará que se intensifique este juego de espejos, y que el personaje interpretado por Mandli tenga, como el de Fuster, esa vena artística que tanto seduce y engaña.
Comedias como «La fiera de mi niña» o películas de suspense como «Atrapa a un ladrón» hacen que uno quiera convertirse en este actor clásico siquiera mientras está sentado en la butaca del cine o delante del televisor en una reposición, porque a esta época pertenece la obra de Valls también, una época donde las plataformas digitales no nos tenían tan saturados como hoy, si bien sabiendo que de aquellos polvos vienen estos lodos. El caso es que gracias a esta representación también se reviven escenas como la de Baby en el ya mentado filme de Hawks o números musicales que consiguen hacernos recordar con precisión momentos únicos.