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Actualizado: 22 feb 2016 / 08:29 h.
  • La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy
    Laurence Sterne. / El Correo
  • La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy
    Portada de La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy. / El Correo

Javier Marías, no hace mucho, presentaba una nueva traducción de La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy y con ella revisitaba uno de los textos decisivos para entender la novela contemporánea, una obra precursora que se publicó en Inglaterra a partir de 1760, y que ha influido en muchos y grandes escritores a partir de entonces; curiosa, difícil de definir por lo variada, que surge de una mente, la de Laurence Sterne, obsesionada con las aventuras de don Quijote y las exageraciones de Rabelais, a los que –lejos de la impostación- trasciende.

Sterne busca transgresión y novedad en un artificio literario que va contra las corrientes de la época –solo se le acerca Swift- que es una caja de juegos y un cajón de sastre, en el que es el propio Tristram el que se asoma entre las líneas interpelando al lector para sacudirle su sopor. Digresiva y progresiva a partes iguales, el hilo narrativo avanza adelante y atrás, o simplemente se queda suspendido. Es el retrato familiar, entrañable y desquiciado, de un caballero no andante que recorre los caminos de su época. Una novela profundamente libre e irreverente.

Tristram Shandy actúa como un director de orquesta, instruyendo al lector, desvelando los personajes, encauzando las reflexiones, coordinando las ocurrencias, e introduciendo sus pensamientos filosóficos con un discurso -alterado en su construcción previsible- en el que arremete con sutileza contra la ciencia, la religión, la filosofía, la sociedad y la crítica, sin dejar por ello de ser una novela legible, sólida, entretenida e ingeniosa.

Un texto en construcción continua que se interroga, se piensa y se censura a sí mismo, en un concilio de recursos en los que se suma lo biográfico, la crónica de viajes, el apunte psicológico y social, el ensayo científico, y la extravagante interpretación del mundo por parte de su autor de ficción.

Sterne recurre con frecuencia a lo eludido y lo sobrentendido para crear una atmósfera lúbrica y procaz, evitando lo escabroso con brillantes recursos.

La desdicha se revela -una vez más- como fuente inagotable de ingenioso sarcasmo y es el hilo conductor de un relato extenso, que hacia el final se agota y pierde fuerza, porque su integridad se comprende mejor como una sucesión de capítulos publicados a lo largo de siete años, comprendido el éxito clamoroso de los primeros.

El propio texto da las claves en las que debe de ser leído y es, por tanto, explícito en sus aspiraciones.

Sería una osadía por parte de un lector común juzgar la traducción sin haberla comparado minuciosamente con una larga tradición de adaptaciones al español, pero se comprueba un texto firme, enjundioso, fiel a la sonoridad de la época y bien trasladado al castellano, elegante y preciso, fluido, una versión que no chirría en ningún momento. Las notas prolijas que acompañan la edición hablan de un importante trabajo de documentación de la que Javier Marías considera, en su prólogo, su mejor obra, de la que más ha aprendido.

Al final del libro se incluyen Los sermones de Mr. Yorick, seis discursos morales que el propio Sterne, clérigo de la Iglesia de Inglaterra compuso y dictó, que utilizan las Escrituras para desarrollar un pensamiento racional, humanista y analítico, embebido de profunda ética protestante. Sirven de contrapunto y de complemento a la novela.

Calificación: Excelente.

Tipo de lector: Cualquiera.

Tipo de lectura: Divertida, sorprendente y amena.

Argumento: Delirante.

Personajes: Geniales.

¿Dónde puede leerse?: Sentado en el parque de una casa de campo.