Este cuarto episodio nacional (el último escrito en 1873) arranca departiendo tres nuevos personajes, personajes que de buena fe acogen en su piso al protagonista Gabriel de Araceli, y que son don Luis Santorcaz, un joven a quién se conoció como calavera en la tuna universitaria y que presume de haber acompañado a las tropas napoleónicas a su paso por Austria o Prusia, que habla con el capitán Santiago Fernández y su buena y ponderada esposa sobre España y Francia en este conflicto que fue la Guerra de la Independencia. Fernández es de la opinión de que lo que ocurrió recientemente en Madrid, se podría parar desde pueblos como Navalagamella e incluso otros más pequeños.
En esta nueva aventura, tanto Santorcaz como otros que parten de la ciudad al campo, convierten a Gabriel en miembro de una comitiva de guerra que atraviesa los hoy también yermos campos de La Mancha, hasta llegar a Córdoba, ciudad en que en un convento de monjas, la condesa de Leiva (Amaranta) mantiene encerrada a su ya reconocida como natural hija Inés, que ya apareció en otros capítulos, para después llevar a cabo la derrota técnica a los franceses, si en número de muertos así se contabilizase.
La España que aquí nos pinta Galdós es antigua, católica y carca; en ella se reza y se cantan y recitan romances por los caminos.
Bailén es la localidad jiennense próxima a Despeñaperros, donde la acción bélica hará que el país del Cid gane en cuanto a mandobles y arcabuzazos.