Ediciones Vernacci es un sello tradicional, nada de autoedición. Es independiente y en esa casa se hacen las cosas bien.
Al frente del proyecto está el editor Rafael Lindem, un hombre anclado a la pureza de la literatura y de lo que representa, un soñador que tiene la única intención de encontrar buenas obras y publicarlas.
¿Cómo ve el panorama editorial indie en este momento?
En España el panorama editorial nunca ha brillado de forma especial aunque se vende mucho. No sé si se lee en la misma proporción. Pero, desde luego, lo que es seguro es que se edita mucho. Editar es una aventura absoluta y, ahora, en plena pandemia, el mundo editorial está en proceso de absoluta transformación. No sabemos si será para mejor o para peor. Son momentos difíciles aunque se está moviendo el mercado y eso parece buena señal.
Un sello tan pequeño como el suyo ¿qué posibilidades tiene frente a las marcas más poderosas?
El único modo que tenemos de hacernos notar entre gigantes (la competencia es una ensoñación) es hacer un uso lo más inteligente posible de la libertad, la libertad de no tener las restricciones que puede tener un sello gigante que maneja más capital aunque arriesga más. Es la única ventaja: ofrecer productos, libros, que escapen a las rutinas del momento determinados. Formatos y contenidos originales. Esta es la ‘libertad del pobre’.
¿Ser una editorial indie es sinónimo de resistencia al precio que sea?
Sí, en nuestro caso, además, somos nuevos, estamos creciendo. Lo que para una editorial grande es un traspié, para nosotros es un auténtico problema. Y se solventa con ampliaciones de capital, con dinero propio. No hay otras salidas habitualmente.
¿La pandemia está arrasando o Internet ha servido para salir adelante y se han vendido online todos los libros que no se han colocado en librerías?
Al llegar al SRAR-CoV-2, tuvimos un primer mes de sequía absoluta. La gente tenía la mente en otro tipo de cosas y no se paraba a pensar en comprar libros, iba leyendo lo que tenía pendiente en casa. Pero, después, no resultó que fuera un periodo tan desastroso como teníamos previsto. Se vendió bien en Internet, en las plataformas más poderosas y, ya últimamente, los libreros están haciendo un intento estupendo de reunir fuerzas para la venta en librerías a través de Internet. He de decir que no somos una editorial que se prodigue demasiado por las redes. Somos, más bien, tímidos.