En 1991 el dramaturgo francés Jean-François Prévand alumbró una interesante obra titulada Voltaire Vs. Rousseau, donde, desde la ficción, se abordaban los pensamientos y principios de los dos grandes filósofos que marcaron la Ilustración. En ella, ambos personajes deslizaban ideas teológicas, científicas, económicas o educacionales, incluyendo temas políticos donde se hacía referencia al germen del comunismo, incubado en aquella época, pero también a su antítesis, el capitalismo. De este modo, el autor nominado a un Premio Molière, utilizaba una anécdota relacionada con Rousseau —la difusión de un libelo en que se censura la nula consonancia entre su vida personal y los planteamientos filosóficos que defiende— para, acudiendo a su admirado Voltaire, reflexionar sobre lo anterior. Dicho lo cual, La disputa, título de la versión española, acertadamente traducida por Mauro Armiño y con producción del Centro Dramático Nacional (CDN), se revela como un libreto perspicaz donde dos de los pensadores más importantes del siglo XVIII se enfrentan con su mejor arma: la palabra.
A caballo entre Francia y España
De este modo, el espectáculo que se representa estos días en el Teatro Lope de Vega, continúa la línea de montajes intelectuales de Josep Maria Flotats, entre los que destacan Arte, La cena o Stalin, y en los que el barcelonés ejerce de actor, productor y director. O lo que es lo mismo, propuestas con una importante carga crítica en la que este hombre de teatro con mayúsculas brilla de una manera especial. Y lo cierto es que La disputa cumple a la perfección con esa idea, máxime cuando el texto procede de una nación, Francia, donde Flotats se ha prodigado tanto durante su encomiable carrera. Como muestra, no hay más que revisar el número de producciones en las que ha participado en el país vecino entre 1962 y 1983 —un total de 37—, frente a sus trabajos puramente españoles —24—. Eso sí, a la hora de elegir títulos, el catalán no hace distingos entre uno y otro idioma, predominando su gusto por lo clásico en apuestas tan loables como L’illusion comique, de Corneille, Seis personajes en busca de autor, de Pirandello, Intermezzo, de Giradoux, Eduardo II, de Marlowe, o La Gaviota, de Chejov. En el caso de La Disputa, Flotats, cuya primera formación tuvo lugar en Estrasburgo, se mete en la piel de François-Marie Arouet —más conocido como Voltaire—, como solo los grandes actores pueden hacerlo: desde las entrañas. Así, su gloria nacional francesa, cuyas ideas le llevan a vivir en una suerte de semi-exilio permanente, respira elegancia y carisma, pues sólo de este modo puede representarse una figura tan lejana en el tiempo. Él es el anfitrión y el maestro —como su alter ego Flotats—, y a él debemos los cimientos de esta propuesta.