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Actualizado: 02 dic 2017 / 17:19 h.
  • «Me han inoculado la pasión por la música contemporánea»
  • «Me han inoculado la pasión por la música contemporánea»

Seguramente, de todos los proyectos que se pudieron disfrutar a raíz del IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes en 2016, Estremada armonía fuera uno de los más valientes y comprometidos con su tiempo y con el imponente referente al que glosa. Su autora es la pianista alicantina Marta Espinós. Su propuesta fue mirar al novelista desde la música contemporánea, realizando cuatro encargos y sumando otras dos obras preexistentes, repertorio que ahora ve la luz en disco en el sello de nueva creación, Lo Otro. «Acudí a compositores que admiraba por diferentes razones. Todos estuvieron encantados con el planteamiento y compusieron obras muy diferentes entre sí», explica la responsable artística.

«Lo que más me motivó a dar a luz a esta idea fue comprobar que había muy poca música actual de inspiración cervantina», explica. En su investigación previa dio con obras menores de Ernesto Halffter, Erich Korngold y Eduardo Torner, todas ellas de comienzos del siglo XX. «Cuando se prepara un fasto cultural siempre se hace música ‘en tiempos de...’ pero nunca ‘música sobre...’ Quise reflexionar sobre el pasado a partir de la música de mi tiempo», dice Espinós.

Manuel Angulo (1930) y José Zárate (1972) representan las dos generaciones más distantes de cuantas se concentran en el álbum. La Partita ‘Al lugar’ del primero es una obra de «evidente amabilidad tonal», mientras que los Nocturnos de Barataria del segundo son de estilo «minimalista, cercanos a Mompou». Benet Casablancas (1956), con sus Epigramas cervantinos, representa «la música intelectual y sobria, que se gusta en la miniatura, en el aforismo», y Mercedes Zavala (1963) crea en Sansueña la composición «más indagativa, con efectos en el arpa del piano». Por medio, Carlos Cruz de Castro (1941) propone en Teclas para Don Quijote. Espejismo y andanza una obra «muy característica suya, repetitiva, que juega con las simetrías» y Tomás Marco (1942) construye en Clavileño: Blog de vuelo una página «muy compleja llena de filigranas que imagina musicalmente al caballo volador al que se suben Sancho Panza y Don Quijote». Finalmente, César Cano (1960) compuso por encargo del Festival Ensems Ecos del Quijote , «donde toma prestados motivos de Ravel y Strauss».

«Este es mi primer chapuzón en la música contemporánea y siento que estas obras me han inoculado la pasión por ella», confiesa Espinós. Su próximo proyecto, por encargo del Centro Nacional de Difusión Musical, pasará por combinar páginas de Bach con piezas contemporáneas de los siglos XX y XXI influenciadas por él. «He disfrutado todas las piezas de Estremada armonía, unas más que otras, porque hay algunas que en el proceso de estudio ya dan satisfacciones», reconoce. El disco está producido por el director de orquesta José Luis Temes, «un oído privilegiado para la música actual». Con él, y con la Orquesta de RTVE, Espinós dio vida la temporada pasada a otro extremo de su repertorio como intérprete, el patrimonio musical, resucitando el Concierto para piano de Jacinto Codina, «una obra inédita que podría estar firmada por un Beethoven joven o por Haydn» y que confía poder volver a tocar en el futuro con alguna orquesta española.

LA CRÍTICA: UN PUÑADO DE PERLAS CERVANTINAS

Estremada armonía es un disco mucho mejor de lo que cabe esperar cuando leemos la colección de obras que compila. Ninguno de los compositores en él representados –salvo Benet Casablancas– forman parte relevante del panorama internacional de la música de creación, lo cual no es forzoso indicativo de la mayor o menor valía de sus catálogos. Cabría hablar más bien de tendencias estéticas y oportunidades, lo que excedería notablemente el margen de estas líneas. En todo caso, el álbum que ha ideado la pianista Marta Espinós, además de estar ejemplarmente presentado e interpretado, mantiene una coherencia en la audición que hablan de la solidez de la iniciativa. Hay, sí, pocas sorpresas aquí, acaso porque los compositores convocados son extremadamente fieles a sus idearios musicales. Sobresale la singularísima pieza de Tomás Marco, Clavileño: Blog de vuelo, que se enrosca una y otra vez en su mecanicista discursividad sin por ello perder ese tono casi naïve que es marca de buena parte de su obra. Hay complejidad en ella pero esta pasa inadvertida en la escucha. Feliz idea la de Espinós al invitar a uno de los creadores más extraviados y reivindicables de su generación: Carlos Cruz de Castro. Su página, Teclas para Don Quijote, suena a sí mismo, con una musicalidad cien por cien pianística y diáfana. Interesan también los Epigramas de Casablancas, más abstractos y enrocados, pero de impoluta solidez formal y musical. Y la única mujer, Mercedes Zavala, se adentra en el arpa del piano con una obrita, Sansueña, que se oye con atención, pero tiene escaso vuelo. Manuel Angulo está, si bien su Partita no se haya entre lo más interesante de su heterogéneo (quizás, demasiado) catálogo. José Zárate mira a García Abril en sus Nocturnos de Barataria, música nueva que nace antigua. Y César Cano se muestra excesivamente trascendente y monolítico en Ecos del Quijote. El empeño global, no obstante, merece (mucho) la pena. Y debería tener recorrido.

Música contemporánea

Estremada armonía / Marta Espinós, piano. / Lo Otro