Ni que decir tiene que es recomendable empezar leyendo la segunda parte de esta obra, si bien no tiene por qué ser excesivamente necesario.
Se estudia el mito como origen del habla desde tres elementos y dos codificaciones: Significante o forma, Significado o contenido y Signo. Gracias a estos tres elementos se va encontrando el sentido del mito y el discurso, pero ya sea porque estén cargados de información o casi vacíos, necesitan de la codificación del lenguaje (texto, imagen,...) y/o del metalenguaje. La ciencia suele utilizar el metalenguaje para llegar al lenguaje. La poesía opera a la inversa. El proletariado es lenguaje y acción, mientras que la burguesía y la pequeño-burguesía o bien son la forma más sofisticada de metalenguaje, o la única. Las tautologías son frases basadas en evidencias, mientras que los ninismos son negaciones a veces no tan obvias.
Vislumbrados estos primeros caminos o sistematizaciones, Barthes diserta en más de sesenta ensayos sobre temas que afectan a la construcción del mito moderno y su contexto; temas que analizan sociedades a veces inmutables y hoy más cambiantes, que van del impacto corporal como espectáculo del pressing-catch, al cuestionamiento por la psicología de Margarita Gautier en la novela de Alejandro Dumas hijo, «La dama de las camelias».
También teórico de la fotografía (famoso es su ensayo «La cámara lúcida») desacredita los retratos de la empresa francesa Harcourt (por más perfectos que sean desde el punto de vista de la iluminación) para dar más importancia a Agnes Varda o incluso a cualquier fotógrafo callejero con mínimas nociones compositivas.