Iyi aksalmar. Buenas noches. Encerrados en sus compartimentos de primera clase, los pasajeros del Taurus Express con destino a Mesopotamia escuchan el saludo de los asistentes de cabina, con la emoción contenida, mientras el convoy abandona la estación de Haidar Pasha y se desliza a toda máquina junto al Cuerno de Oro. Atravesarán la noche envueltos en una nube de vapor en camino hacia Alepo, al hotel Baron. Algunos de ellos van más lejos y tendrán que cambiarse a un precario autobús para llegar a Damasco primero y después a Bagdad, porque la vía aún no está terminada. Un periplo que la publicidad de la Compagnie International des Wagons-Lits et du Tourisme, que explota la línea, resume muy bien en sus carteles publicitarios: Londres-Bagdad en 8 días. Seguridad. Rapidez. Economía.
Agatha Christie, célebre escritora de novelas policiacas, ha descansado unos días en el Hotel Tokletian del viaje extenuante en el Orient Express que le ha llevado primero a París y después, a través del paso suizo de Simplón, hasta Venecia y Estambul. Ahora se dispone a cumplir una etapa más en una incursión que la conducirá a Irak y desde allí a Palestina y Egipto. Durante ese viaje épico realizado en 1928, la escritora visita las excavaciones de la ciudad caldea de Ur, dirigidas por Sir Leonard Wollsey, donde conocerá a Max Mallowan, tres lustros más joven que ella, que se convertirá dos años después en su segundo marido.
Entre ese primer acercamiento y finales de los años 50 -exceptuando los años de la guerra- Agatha Christie pasó regularmente largas temporadas en Oriente, especialmente en Siria y en Irak, acompañando a Mallowan que encabezaba algunas destacadas misiones arqueológicas en esos territorios, primero en las ciudadelas de Nimrud y Nínive, en Asiria y después en los yacimientos prehistóricos de Chagar Bazar y Tell Brak. Como fruto de sus esfuerzos, el historiador entregó al museo Británico importantes objetos y vestigios, destacadamente esculturas y relieves de marfil. Como impresión de esas estancias y de esos viajes, la autora nos dejó cuatro novelas asombrosas.
«Asesinato en el Orient Express» – escrita en parte en el Pera Palace Oteli de Estambul en 1933- es la relación de un crimen tumultuoso y extraño. La táctica preferida de la Christie, la revelación, por la que el lector ha de contar con la información suficiente para descubrir la verdad, es dosificada aquí en aras de una resolución asombrosa. La escritora se influenció para elaborarlo en sucesos contemporáneos que causaron gran impresión en la opinión pública como el bloqueo de Orient Express en las tierras altas de Turquía, durante cinco días, a causa de una tormenta de nieve en 1929; o el secuestro y asesinato del hijo del aviador alemán Charles Lindbergh, en 1932, en unas circunstancias que nunca fueron suficientemente aclaradas y que fue calificado por los medios de comunicación como el crimen del siglo.
«Muerte en el Nilo» (1937) está inspirada sin ninguna duda por el reciente descubrimiento de la tumba inviolada del faraón Tutankhamon, que en 1922 había prendido en Europa la afición por la egiptología y cuyo suceso había sido ampliamente difundido por los noticiarios. Ambas novelas fueron llevadas felizmente al cine y sus repartos artísticos acumulan a los más destacados actores y actrices de los años setenta: Bette Davis, Jane Birkin, Peter Ustinov, Laurent Bacall, David Niven, Mia Farrow, Ingrid Bergman, Angela Lansbury, Jacqueline Bisset, Vanessa Redgrave, Sean Connery o Anthony Perkins.