«Lo imagino de estatura media, fibroso y un punto brusco al colocarse la toga. De nariz aguileña y ceño permanentemente fruncido. Ojeroso y pálido. Su expresión es atormentada, propia de quien padece migrañas o quien vive asfixiado por las responsabilidades. Es poderoso, pero no resulta aristocrático y, aunque no parece acomplejado, no irradia la seguridad apabullante que se espera de la élite de una potencia mundial. Los historiadores romanos y judíos despacharon su biografía en un par de folios y ningún artista de su tiempo lo inmortalizó. Pero Pilato se hizo leyenda. A partir de la Edad Media, impresionantes obras pictóricas, escultóricas y literarias lo incluyeron como actor secundario de la Pasión de Jesús de Nazaret. El cine, con mayor o menor acierto, le puso rostro y penetró en su mente. Y, cada día, en todos los rincones del mundo, su nombre se pronuncia por millones de creyentes en el Credo católico. Pero, ¿cómo se produjo el tránsito de Poncio, el caballero romano, a Pilato, el mito?».
Esta es la carta de presentación de De Poncio a Pilato (Algaida Editores), el nuevo libro de Aurora López Güeto (Sevilla, 1971), profesora de Derecho de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, que acaba de aterrizar en las librerías tras la buena acogida de su novela La casa de la Piedad (Algaida Editores). Divulgadora de cuestiones relativas al mundo clásico, y, en particular, sobre la vida de las mujeres romanas, a través del blog El derecho romano en femenino singular y la cuenta de twitter@mulier_romana, con este nuevo trabajo, la investigadora y docente pretende descubrirnos el lado humano de uno de los personajes más icónicos de todos los tiempos.
Lo primero que llama la atención de este personaje es su nombre, el cual utilizas en el título del libro a través de un juego de palabras.
Los romanos usaban tres vocablos para nombrar a los ciudadanos: el praenomen, equivalente al nombre de pila, el nomen que designaba a la familia, como nuestro apellido actual, y el cognomen, un apodo que a veces compartían varias generaciones de hombres de la misma familia. En el caso de Poncio Pilato sólo conocemos dos términos: Poncio designa a la estirpe y Pilato significa algo así como portador de pilus (jabalina), seguramente por la habilidad propia o de sus antepasados militaresen el lanzamiento. Con el título, una frase que siempre he escuchado en mi familia, pretendo señalar desde el principio del libro cómo un romano corriente, un político que pasó bastante desapercibido, acabó siendo un mito.
¿Qué hay de cierto en la teoría que lo relaciona con Hispalis?
Como en la mayoría de las informaciones que corren sobre Pilato, no hay certezas históricas de que sus padres vivieran en Hispania, pese a que algunos autores insisten en esa vía. ¡Y por supuesto la Casa Pilatos de Sevilla no fue su residencia! Es el comienzo del viacrucis a la Cruz el Campo, la primera estación pues en el palacio del pretorio se dicta la sentencia a Jesús.
¿Qué tipo de militar fue Pilato?
Pudo ser un hombre valeroso o simplemente muy bien recomendado. En todo caso, fue nombrado prefecto de Judea, una provincia conflictiva a cargo de miembros del orden de los caballeros, así que parece lógico pensar que desempeñó con eficacia puestos de responsabilidad en el ejército. Pero no hay relatos sobre su vida militar antes de llegar a tierras palestinas.
Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Si apenas sabemos nada sobre Pilato, ¿cómo surge el personaje de Claudia Prócula?
¡Es una mujer fascinante! Y, de nuevo, tengo que lamentar la ausencia de certezas históricas. ¿Original de la Galia, de Bretaña? ¿Una romana muy bien relacionada? En Cártama (Málaga), la reivindican como vecina de la localidad por la aparición de unas inscripciones sobre los “Próculos”. En el evangelio de Mateo se narra que intercedió para que su marido no condenara a Jesús, ¡la única persona que habló a su favor era una mujer pagana! Y los textos apócrifos, los que le dieron nombre, le otorgaron un papel importante como seguidora en secreto del nazareno. Procla es santa de las iglesias ortodoxa griega (27 de octubre) y etíope (25 de junio, por cierto, junto a Pilato) y ha despertado la curiosidad de grandes escritoras como Charlotte Brönte o Aemilia Lanyer, la posible “dama oscura” de Shakespeare.
Designado 'prefecto' de la provincia romana de Judea en el año 25 d.C. por el mismísimo emperador Tiberio. ¿Trampa o trampolín?
¡Un regalo envenenado! Para alguien como él, que no pertenecía a la más alta nobleza, el nombramiento fue todo un honor. Pero la provincia era un polvorín, imposible de romanizar, y creo que se dio cuenta nada más llegar. Hay que decir que Pilato tampoco se esforzó por comprender a los judíos (por cierto, muy divididos entre sí) y los provocó introduciendo imágenes en los estandartes o en unas monedas, aparte de reprimir con dureza algunas de sus revueltas, lo que acabó pro costarle el puesto diez años después. En el fondo, Pilato quería demostrar todo el tiempo que era el más fiel servidor de Tiberio.