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Actualizado: 16 may 2017 / 22:05 h.
  • Recuerda que vas a morir
    Memento Mori convierte las salas en espacio litúrgico influido por la trascendencia de las civilizaciones antiguas. / El Correo
  • Recuerda que vas a morir

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MEMENTO MORI. Lucía Vallejo Garay

Madrid, La Fragua. Tabacalera

28 de abril de 2017, a 11 de junio de 2017

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«¡Mira tras de ti, y recuerda que eres mortal!»

La artista se encarna en los siervos que acompañaban los cortejos triunfales, en la antigua Roma, para recordar a los vencedores su fugacidad. La reflexión es un lugar común en la iconografía barroca, y conviene rescatarlo en el presente para que aprovechemos su enseñanza.

Lucía Vallejo Garay es una escultora bilbaína, nacida en 1975, implicada con el movimiento de descomposición de la pintura, que no deja de ser una continuación del informalismo. Trabaja habitualmente las texturas, utiliza la contraposición entre la sombra y el brillo de los metales preciosos. Investiga sobre una mística que arranca de Zurbarán y se prolonga hasta Claudio Bravo.

Ha convertido las salas de La Fragua en una morgue, un espacio litúrgico influido por la trascendencia de las civilizaciones antiguas. Ha elegido cuatro sucesos reconocibles y determinantes para reactivar algo que el hombre moderno tiene interiorizado: oro, momias, sombra, y levitación. La muestra se antoja monótona en el primer instante, hasta que meditamos sobre esa ausencia de variedad. La creadora quiere que nos centremos en un mensaje que es también monótono e inefable. La lucha inútil de la humanidad contra la descomposición y la pérdida de los recuerdos. El abandono de las riquezas, junto con todo lo que de material administramos, nuestra propia corporeidad. La ingravidez que simula ese tránsito último hacia lugares más elevados. La sombra como proyección de aquel sitio al que nos dirigimos, lo desconocido. Todo nos lleva a evaluar el concepto de alma. La obra es esquemática, pero efectiva. Plásticamente hermosa. Intencionada en la feminización de esos paquetes informes. Espléndida en su baño dorado. Inquietante en su ingravidez fetal.

Es evidente la referencia al Antiguo Egipto, a su manera de entender la espiritualidad, a la proyección del oro como encarnación de la inmortalidad, y símbolo de la acumulación de riquezas. Oro que deslumbraba a los súbditos del desierto, encendido por el fulgor de los rayos solares, como hoy nos impresiona por medio de la electricidad, ese nuestro sol moderno. Un guiño a la pueril esperanza de trascender con todas nuestras posesiones, incólumes, después de traspasar ese lugar de la muerte, marcado por el ocaso y la oscuridad. El mundo de las sombras.

En esta exposición, todo nos lleva a evaluar el concepto de alma. / El Correo