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Actualizado: 20 dic 2018 / 18:46 h.
  • Detalle de la cubierta de ‘Retrato de un asesino. Crimen en Navidad’. / El Correo
    Detalle de la cubierta de ‘Retrato de un asesino. Crimen en Navidad’. / El Correo

Cada mes de diciembre, el hacendado Adrian Gray invita a su familia a King’s Poplar, una solitaria mansión ubicada en el campo, para celebrar las fiestas de Navidad. Ninguno de sus seis hijos le tiene cariño, e incluso varios de ellos tienen motivos para desearle la muerte. Y es que sus vidas no son precisamente un camino de rosas —los hay financieramente desesperados, atrapados en matrimonios infelices o frustrados por naturaleza—. Llegado el día de Nochebuena, los invitados se reúnen para cenar y compartir momentos con el patriarca; una situación donde los buenos modales y las sonrisas falsas no pueden ocultar la tensión acumulada durante años. Esto desemboca en que, a la mañana siguiente, Gray aparezca muerto en la biblioteca a manos de uno de sus hijos. Con esta interesante premisa, la escritora inglesa Lucy Beatrice Malleson —verdadero nombre de Anne Meredith— construye una novela policíaca «invertida» compleja y original, que hoy está considerada como una de las mejores del género. Publicada por primera vez en 1933, Retrato de un asesino. Crimen en Navidad no solo permite al lector conocer al responsable del crimen desde las primeras páginas, sino que le insta a acompañar al susodicho a través de un viaje interior apasionante y pocas veces visto en este tipo de obras. No en vano, la crítica del momento la definió como un ejercicio nada convencional y brillantemente escrito en la línea de autores como Francis Iles —perteneciente a la Edad de Oro de las novelas policíacas, y estrechamente relacionado con Dorothy L. Sayers o G. K. Chesterton—, o el tristemente olvidado R. Austin Freeman, quien se declaraba inventor de los misterios invertidos, con títulos como Un testigo silencioso (1914), El misterio de Angelina Frood (1924) o Como ladrón en la noche (1928).

Un cadáver por Navidad

Una «rara avis»

Pero es que además de invitarnos a su sugerente juego detectivesco, Meredith añade el siempre atractivo componente navideño, enlazando su trabajo con creaciones que ya son un clásico por estas fechas, como Asesinato por Navidad, de Francis Duncan, La Navidad de Maigret y otras historias, de Georges Simenon, o Misterio en blanco, de J. Jefferson Farjeon. Títulos a los que se suman Un asesinato en inglés, de Cyril Hare, La nieve carmesí, de Martin Edwards, u Otro pequeño asesinato navideño, de Lorna Nicholl Morgan. Todos ellos tienen en común una casa de campo, un elenco de sospechosos excéntricos, secretos familiares y cadáveres en lugares inusuales que harán las delicias de los aficionados al género. Aunque si por algo hemos de destacar esta rara avis rescatada por Alba Editorial y traducida con rigor por Daniel de la Rubia —sus notas aclaratorias son tan necesarias como encomiables— es sin duda por su increíble capacidad para convertirnos en cómplices de un asesino a la fuerza que ansía, más que nada en el mundo, la libertad. Un enfant terrible con el que llegamos a empatizar por momentos y que nos remite a la tradición cultural de un país y una época decadentista magistralmente retratada por la autora. Su estilo directo, sus descripciones realistas (y al mismo tiempo líricas) contribuyen a elevar el tono de una obra que se lee de una sentada merced a sus capítulos cortos e intensos. Una virtud a la que Anne Meredith añade su talento para el retrato psicológico, su capacidad para exponer problemas familiares y de índole moral o la profundidad real con que dota a los personajes. Todo ello rematado con un final sorprendente que nos recuerda a la mejor Agatha Christie y nos impulsa a explorar más títulos salidos de su pluma.