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Actualizado: 07 oct 2017 / 08:27 h.
  • «Andalucía es una tierra de mucho talento»
    José Luis García-Palacios en la Hemeroteca de El Correo de Andalucía. / Jesús Barrera

Ha luchado mucho por defender el sector agrario, un universo que cambió para siempre su vida. José Luis García-Palacios es uno de los artífices de la evolución estructural del campo en su tierra de Huelva, al que ayudó a crecer en la economía de la explotación del suelo y sus recursos, cambiando por completo la fisionomía de un negocio estancado.

Cooperativas, Caja Rural, Cámara Agraria, política y compromiso con el universo del campo... su vida laboral ha estado siempre ligada a una apretada agenda y a la obligación de atender y emprender momentos muy complicados a los que tuvo que buscar soluciones.

Ganadero y propietario de dehesas, defiende la vida y la organización familiar, es un trabajador incansable y un hombre bueno. Orgulloso de los suyos, cuenta con satisfacción cómo sus hijos están alcanzando metas con tesón y mucho trabajo.

—¿Por qué cree que es usted un hombre tan premiado, tan reconocido en general por tanta gente?

—Pues la verdad es que no lo sé. Imagino que todo viene por la permanencia en el tiempo. Yo lo único que he hecho es tener y defender unos principios.

—¿Cuáles son esos principios, esos valores?

—No hacer daño nunca a nadie, tener una idea y defenderla. Soy cristiano y lo practico. Tengo esos principios. Trabajar, ayudar en lo que pueda, también soy defensor de la familia. Lo he mantenido así toda mi vida.

—¿Cómo ha sido el camino?

—Llegué a este mundo por casualidad. Yo quería terminar mis estudios de ingeniero agrónomo, pero falleció mi padre y las circunstancias hicieron que me tuviera que hacer cargo de los negocios familiares. Me hice ingeniero técnico agrícola por libre, mientras trabajaba. Una vez metido en el sector, ya le dediqué toda mi vida, llevándome también el día a día a la política agraria y por supuesto al crecimiento diario de Huelva, que le hacía mucha falta.

—¿Qué solución le dio?

—Había que despertar las conciencias de los agricultores, regar las cabezas antes que las tierras. Había que cambiar los cultivos y hacer una reconversión muy grande. Se hizo un milagro cambiando mentalidades de los agricultores. No fue fácil emprender todo aquello porque la mentalidad a veces es complicado de cambiar, pero lo aceptaron porque son personas inteligentes y se logró el gran cambio que a todos nos vino maravillosamente bien.

—¿Es en el campo donde más claramente se nota la existencia y la mano de Dios?

—Se produce el milagro de la vida en el campo. La vida está en el sol, en la lluvia, en la agricultura. Ahí están todos los estadíos, todo el procedimiento vital. El campo es como las personas, tienen un ciclo muy similar.

—¿De qué gestión se siente más orgulloso?

—Realmente de esa transformación que se ha producido en mi tierra, en Huelva. Creo que he contribuido a cambiar absolutamente el destino de mi tierra. Cuando yo empezaba estaba pujante un polo industrial, las minas, la pesca... pero la agricultura estaba aún en fase muy ancestral y con escasos rendimientos. Sin embargo, hoy día podemos decir que la agricultura prácticamente lidera ese circuito. Un granito de arena sí he puesto yo en ese empeño.

—Si estamos de acuerdo en que Andalucía es un paraíso, ¿qué nos falta para liderar algo en el sur de Europa?

—Estoy de acuerdo en que Andalucía lo tiene todo. Quizá nos falte el espíritu industrial o creérnoslo nosotros mismos. Antes los altos hornos estaban en Málaga, por ejemplo, y siempre hemos tenido en nuestra tierra mucho talento, siempre. Hemos exportado siempre mucho talento porque somos creadores. La historia ésta que dice que somos holgazanes no es verdad. Además, en Europa todo el mundo está pensando en venir, incluso a vivir a Andalucía. Tenemos muchos valores, muchos. Hay que creerse Andalucía, debemos hacerlo y además cuidar que las personas que vienen se sientan muy a gusto entre nosotros.

—¿Qué le apasiona más, Andalucía en general o Huelva en particular?

—Yo soy español, andaluz y onubense. Por supuesto la tierra de uno le tira pero yo, por ejemplo, estoy encantado en Sevilla, de toda la vida. Y me encanta Málaga... y es que Andalucía es una maravilla como la mires. Pero es que si vas al norte, verás algo extraordinario. Mi padre era de Palencia y tengo familia en Valladolid y Burgos. Voy además a Oviedo con mucha frecuencia por los premios Princesa de Asturias. España es variadísima, rica en todos los sentidos. Claro que me siento muy onubense, mucho, pero me encanta mi país entero.

—¿De sus logros en la vida, cuánta culpa tiene Pilar, su mujer?

—Mi mujer ha influido muchísimo, sin duda alguna. Las mujeres de siempre, digamos de mi época, han influido siempre mucho en las vidas de sus maridos. Mi mujer se ha encargado de educar a nuestros hijos, de llevar un hogar hacia delante y siempre ha estado conmigo en todo. Tengo que decir que he faltado mucho a mi casa, he estado trabajando, viajando y no he tenido tiempo para hacer muchas cosas con mis hijos. Mi mujer me ha ayudado siempre en todo. Si tu mujer no participa contigo en lo que estés haciendo, estás perdido. Ha de ser cosa siempre de los dos.

—¿Qué puede decirme de sus hijos?

—Pues te digo que tienen condiciones estupendas. Mira, a mí me hubiera gustado ser como mis hijos. Han disfrutado de muchas cosas que yo no pude disfrutar pero saben valorarlo. Están preparados, hablan ambos muy bien en público. Han mamado la misma educación que nosotros tenemos. Por cierto, tengo que decir que mi hijo José Luis ha llegado a la Presidencia de la Caja Rural sin yo hacer nada. Anuncié que me marchaba y me salí lógicamente del Consejo. Y ellos reunidos sin mí decidieron que debía ser José Luis quien ocupara el cargo. Obviamente estoy muy orgulloso, pero no he movido un dedo para que así pasara.

—Siento hacerle esta pregunta, sé que es difícil, pero ¿es posible, sin fe, superar la muerte de una nieta?

—(Pausa). Es muy duro. Hay muchas personas que no tienen fe y también lo superan. Lo que pasa es que te ayuda, la fe te ayuda a superar la pérdida de una niña como en el caso nuestro. No tengo palabras cuando hablo de esto... y además me emociono. Han pasado alrededor de diez años y todavía se me saltan las lágrimas cuando me acuerdo. Hemos tenido catorce nietos y a todos los hemos querido como hemos querido a nuestros hijos. Yo disfruto mucho de nuestros nietos.

—¿Lo más bonito que le han dicho es que usted ha sido un valiente?

—No. Yo lo que más he valorado es que me digan que soy buena gente. Primero hay que ser persona, y luego ya podrás ser valiente o emprendedor o todo lo que venga, pero en la vida primero hay que ser persona. Hay que estimar a los demás, pensar en el otro. Yo lo he intentado siempre. Cuando alguien me ha venido con un problema, he tratado siempre de ayudarlo. Lógicamente ha habido ocasiones en las que fue imposible ayudar, porque la vida no siempre te permite encontrar una solución, pero en mi espíritu siempre estuvo el deseo de echar una mano. Los problemas de los demás los hice casi míos. Los organismos y las empresas tiene obviamente sus mecanismos y sus resortes y en muchas ocasiones ayudé a unas personas sí y a otras no, pero no porque yo quisiera que fuera así.

—¿A qué le hubiera gustado dedicar más tiempo?

—Al desarrollo de las fincas mías, a mi actividad particular. Llegó un momento en el que el Banco de España me exigió, cuando hicimos la fusión de la Caja Rural de Huelva con la de Sevilla, que atravesaba un momento complicado, que lo dejara todo y me dedicara exclusivamente a sacar adelante a la Caja Rural del Sur. Dejé sociedades mías particulares y renuncié a muchas cosas para que mi actividad fuera aquella. Afortunadamente hemos tenido éxito.

—Dígame un autor para leer con interés.

—Yo leo de todo. Ahora mismo estoy leyendo Patria, de Aramburu, que me está gustando mucho porque me hace comprender la sociedad vasca que hemos vivido. Yo fui parlamentario y pasé las preocupaciones lógicas de la época como había que vivir mirando los bajos del coche. Me está haciendo recordar un tiempo que merece ser olvidado.

—Dígame que la fiesta de los toros no va a desaparecer...

—Yo creo que no van a desaparecer aunque es verdad que atraviesa circunstancias difíciles. En la época de Carlos III desapareció prácticamente y, sin embargo, hemos tenido momentos muy brillantes. La fiesta suele estar unida a la aparición de figuras, y mientras salgan figuras atrayentes yo creo que la fiesta arrastra a los aficionados y a los públicos. Es algo nuestro y, aunque lo estemos pasando mal, es nuestra cultura y debemos preservarla. Siempre que hay una eclosión de una figura que interese a la gente, la fiesta recibe una inyección de moral muy importante. Hay que seguir trabajando por ella.

—Me gustaría saber lo que usted siente exactamente por Sevilla. ¿Cómo la ve? ¿Cuánto la quiere?

—Lo tengo que decir sin falsa modestia y sin intentar agradar a nadie, verás. Yo he vivido en Sevilla en numerosas ocasiones, he pasado aquí temporadas, he pisado mucho, y lo hago, sus calles, y Sevilla para mi es una de las ciudades más extraordinarias que hay. He tenido la suerte de viajar muchísimo por haber tenido cargos a nivel internacional, congresos por todo el mundo... y creo que Sevilla es de las ciudades más importantes. Es definitiva para entender muchas cosas de la historia y de la cultura, jugó un papel muy notable en grandes episodios de nuestro país y de nuestra cultura y soy un gran defensor de Sevilla desde siempre. Es una ciudad excepcional y los sevillanos tienen un carácter envidiable.

Es amante de lo andaluz pero de mente muy abierta y aficionado a las cosas del campo como si la vida le fuera en ello aunque no ha podido empezar a cazar con sus hijos hasta hace poco. Así ha sido su vida, un continuo faltar a su casa porque el trabajo apenas le dejaba un hueco en la agenda para compartir descanso con los suyos.

José Luis García-Palacios ha trabajado mucho en su vida y aún atiende a diario gestiones, actos y compromisos. Activo y feliz, sigue pensando que quedan muchas cosas por hacer pero eso, lógicamente, tendrá que tocarle a otros. Ya es hora.