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Actualizado: 14 may 2017 / 08:50 h.
  • El 71 por ciento de la superficie terrestre son mares y océanos, pero apenas se conoce de ella un cinco por ciento. / Efe
    El 71 por ciento de la superficie terrestre son mares y océanos, pero apenas se conoce de ella un cinco por ciento. / Efe

{El 71 por ciento de la superficie terrestre son mares y océanos, pero apenas se conoce de ella un cinco por ciento. Más del 90 por ciento de los seres microscópicos son aún desconocidos para la ciencia a pesar de que muchos podrían ser útiles en la lucha contra el cáncer y otras enfermedades y en su gran mayoría se encuentran en los océanos.

Para lograr superar esta última frontera, la de sumergirse en las aguas para investigar, hay que retroceder al año 1943, cuando el comandante y gran divulgador del mundo marino, Jacques-Yves Cousteau, junto con el ingeniero Émile Gagnan idearon un sistema que permitía respirar bajo el agua de una forma mucho más segura y cómoda que las existentes hasta entonces –los engorrosos equipos y trajes de buzo clásico, más limitados, peligrosos e incómodos–, convirtiendo al submarinismo en una actividad muy accesible para todo el que quisiera practicarla, lejos de tener que utilizar para ello los equipos y trajes de buzo clásico, sin duda mucho más limitados, peligrosos e incómodos. Ese fue el punto de inflexión que aumentó las posibilidades de practicar actividades subacuáticas, abriendo las puertas del submarinismo a los amantes del mar y sus profundidades.

«Podemos considerar que el invento constituye el punto de partida del buceo moderno, tal y como lo concebimos hoy en día», explica Jose Luis Daza, secretario del Colegio de Biólogos de Andalucía (COBA), que presentó en nombre de la organización una ponencia sobre buceo científico en el recientemente clausurado Congreso Internacional sobre el Cambio Climático SOCC Huelva. «Facilitar la metodología para poder bucear constituyó un hito histórico a partir del cual un sin fin de personas pudieron realizar actividades bajo el agua, entrando a formar parte de lo que hasta entonces era un coto cerrado e inaccesible», señala Daza. Desde entonces, el número de buceadores ha aumentado de forma exponencial hasta convertir al submarinismo en una actividad deportivo-recreativa practicada por millones de personas en todo el mundo.

«Pero no sólo sirvió para potenciar el buceo deportivo, sino que también impulsó el buceo como actividad profesional, ya que permitió llevar a cabo un mayor número de servicios subacuáticos, aumentando las formas de intervenir según el trabajo a realizar y diversificando, por tanto, las oportunidades de afrontar operaciones en diferentes escenarios subacuáticos con garantías de éxito, simplificando métodos y aumentando enormemente la seguridad del buceador», recalca Daza.

En una entrevista realizada para la cadena Blu Radio de Colombia con la colaboración de Ecoperiodismo, este doctor en biología explicaba que el buceo científico se puede poner en práctica «en estudios de impacto ambiental, programas de seguimiento y descripción de ecosistemas marinos y el inventario de especies». Desde el punto de vista ecológico recalcó que «este tipo de buceo es la llave para encontrar nuevos sitios explotables para la exploración y el buceo recreacional, así reducir el daño ecológico y poder organizar la carga de visitantes, que debe tener un lugar por día».

Para los científicos, cuyas investigaciones habían estado muy restringidas en el ámbito de la exploración de zonas sumergidas por las limitaciones técnicas existentes hasta entonces, la incorporación del buceo como instrumento indispensable para la realización de tareas investigadoras y el incremento de la producción científica ha servido para que la comunidad científica internacional reconozca esta actividad como un elemento «útil» ya que, en palabras de Daza «la aplicación de diversas técnicas de buceo en investigaciones subacuáticas es una valiosa herramienta aplicada al conocimiento y conservación del medio marino y al avance investigador en el ámbito del patrimonio biológico, arqueológico y geológico sumergido».

Sin embargo, desde el punto de vista legal, en España el buceo científico no ha tenido cobertura hasta hace relativamente poco tiempo. En un primer momento, la legislación española en materia de actividades subacuáticas establecía sólo dos categorías de buceo: el deportivo-recreativo y el profesional, enmarcando dentro de este último al buceo científico. Pronto los legisladores observaron que esta decisión era incompleta y no ajustada a la realidad y separaron el buceo científico del profesional, estableciendo por tanto, tres categorías diferentes: deportivo-recreativo, profesional y científico. La razón de considerar la actividad del buceo científico con un cuerpo normativo legal diferenciado se basa fundamentalmente en que la formación que adquiere un buzo profesional no conlleva el conocimiento de disciplinas científicas, por lo que éstos no pueden realizar con solvencia trabajos de investigación. Pero también porque el trabajo que realiza un buceador científico puede formar parte de labores de participación en forma de colaboración –a veces no remunerada– en un proyecto de investigación enfocado a la producción científica, o bien, puede simplemente constituir parte de trabajos de investigación propios, como puede ser su tesis doctoral. En otros casos sí puede entenderse el buceo científico como un trabajo profesional; por ejemplo en aquellos casos en los que el investigador (que es retribuido por su labor), aporta a su actividad de buceo los conocimientos científicos especializados de los que carece un buzo profesional.

La legislación española define el buceo científico como «toda aquella inmersión en el medio hiperbárico derivada de una actividad de investigación científica». Así, en la realización de campañas de buceo científico la normativa actual distingue entre el «equipo científico», el grupo de personas que «realizan inmersiones en medio hiperbárico, para la realización de un estudio o proyecto científico concreto debidamente autorizado» y el «personal auxiliar», que son los buceadores que no forman parte del equipo científico, pero que son necesarios para el desarrollo de la actividad.

Actualmente, el buceo científico abarca una gran cantidad de ámbitos de actuación: estudios de impacto ambiental, programas de seguimiento de ecosistemas marinos, descripción de ecosistemas submarinos, inventario de especies, descubrimientos arqueológicos, recuperación de piezas de interés histórico, catalogación y cartografiado arqueológico, toma de muestras geológicas, cartografiado geológico, elaboración de documentales, fotografía... adquiriendo así una notable relevancia en el desarrollo de investigaciones científicas.