Entroncando con la reivindicación que de la libertad y la independencia hace una mujer como Carmen, la directora Anu Tali se ha responsabilizado también de este primer concierto de la Sinfónica tras haber finalizado las representaciones del título bizetiano. Mucho ha tenido que alargar la estonia su estancia en Sevilla para hacer frente a las imprevistas contingencias sufridas por el montaje operístico y encargarse ahora de los dos conciertos del sexto programa del ciclo que conmemora el trigésimo aniversario de la orquesta, esto sí previsto. Una cita que tuvo un marcado acento femenino no solo por la batuta elegida sino por un programa en el que estuvieron presentes la mítica María Antonieta, gran admiradora según las crónicas de la Sinfonía nº 85 de Haydn, Clara Wieck-Schumann y su poco programado y muy interesante Concierto para piano, y Fanny Mendelssohn en la sombra, como compositora contemporánea de Clara Schumann y hermana de Felix, cuya popularísima Sinfonía Italiana ocupó el último tercio de la velada, y que curiosamente estrenó la pieza de la reconocida y remunerada pianista, esposa de Robert Schumann e hija de Friedrick Wieck.
Observamos de nuevo los ademanes de la directora estonia para constatar su precisión, sus ataques muy marcados, casi marciales, y el cuidado hasta en el más mínimo detalle que manifiesta desde el podio, frente a una formación que le sigue con tanta disciplina como devoción. Así ofreció una Sinfonía nº 85 de Haydn volátil y vaporosa, quizás en las antípodas de como hoy se entiende una interpretación clásica, pero moldeando con acierto y fervor la belleza de sus líneas melódicas e inflexiones dramáticas. La más popular de las sinfonías de París aglutina elegancia y vigor, y Tali lo entendió potenciando su carácter cortesano y porte distinguido, sin despreciar fuerza y energía pero haciendo también alarde de una sutileza y un gusto exquisito. Las aportaciones de Juan Ronda a la flauta y Sarah Roper al oboe favorecieron su hermosa resolución. Con la Cuarta de Mendelssohn la directora diseñó una excelente versión, marcada por la precisión de los instrumentistas y una inusitada energía que en el primer movimiento se tradujo en rotunda ferocidad, vivacidad rítmica y espléndido colorido orquestal. Tras un andante elegante y moderado llegó el movimiento mejor despachado, pura belleza en un scherzo evocador y mágico, con prestaciones sobresalientes de las trompas. Un final saltarín y enérgico, todo un irresistible y obstinado torbellino de entusiasmo y alegría, rubricó el perfecto acabado de esta frecuentada página.