Tras varias semanas de incertidumbre, agravada por la crisis informática del Ayuntamiento, por fin echó a andar la ambiciosa programación del Espacio Turina, englobada en una gran diversidad de temas y ciclos. Poco margen han tenido sus responsables, tras la presentación de la temporada apenas un día antes, para convocar más público del que finalmente se acercó a la sala de la calle Laraña a disfrutar de uno de esos espectáculos siempre agradecidos que combinan cine y música en directo, y que contó para la ocasión con uno de los vehículos de lucimiento cómico y atlético del gran Buster Keaton. Es cierto sin embargo que en la página web del Trío Arbós, conjunto convocado para la ocasión, hacía tiempo que se publicitaba este espectáculo, pero el público del Turina está lógicamente más atento a la información de la sala que de los artistas que intervienen en su programación, y ésta ha brillado por su ausencia debido a los problemas apuntados, cambio de consistorio, que todo lo está poniendo patas arriba, y jaqueo informático.
El colegial, que es como aquí se tituló una película que en su versión original se llama College (Universidad), fue la tercera película dirigida por uno de tantos artesanos del Hollywood de la época, James W. Horne, que más tarde se especializaría en Laurel y Hardy y La pandilla, e incluso consiguió reciclarse en el cine sonoro aunque fuera con películas de serie B y series de televisión. La breve trama del film podría haber inspirado uno de los episodios de Grease, cuando Danny pierde a Sandy y ésta empieza a salir con el atleta del instituto, lo que motiva al primero para atreverse con distintas disciplinas atléticas y así volver a atraer la atención de ella. Algo parecido le pasa a Buster Keaton en este film mucho más inteligente de lo que parece, toda vez que para acabar viviendo una existencia vulgar y convencional y así experimentar esa felicidad oficial que nos venden desde antaño, su personaje renuncia a una carrera intelectual que quizás podría haberle llevado muy alto. Entre medias lo que ofrece el film es la habitual serie de gags visuales ingeniosos y divertidos en los que Keaton luce su inmejorable forma física y sus habilidades gimnásticas. Lástima que la versión ofrecida estuviera recortada alrededor de quince minutos, muchos de ellos gags que alargan situaciones como la del remo o la entrega de distinciones en el instituto. Pero sobre todo falta una secuencia censurada por considerarse hoy políticamente incorrecta, ya que el personaje de Keaton, en su búsqueda desesperada de empleo para poder sufragarse los estudios, se tiñe la piel para parecer negro y colocarse como camarero en un restaurante local, adoptando también ademanes por aquel entonces asociados a la gente de color.