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Actualizado: 24 jul 2016 / 09:00 h.
  • El percusionista Ángel Retamero fotografiado con unas congas, un instrumento de raíz africana y muy empleado en la música cubana. / Natalia Velasquez Palacio
    El percusionista Ángel Retamero fotografiado con unas congas, un instrumento de raíz africana y muy empleado en la música cubana. / Natalia Velasquez Palacio

No hay que minusvalorar nunca el talento, por precoz que este sea. Con dos años, Ángel Retamero comenzó a golpear con sus manos todo cacharro que se le ponía a tiro. Y con unos pocos más montaba en el lavadero de su casa conciertos improvisados de batería a base de palanganas y cacerolas puestas del revés. Miembro de una familia sin tradición musical alguna, natural de Fuentes de Andalucía, cuando con seis años abrieron en su pueblo una escuela de música –El Arpa, donde acabaría siendo profesor– hizo una petición a sus progenitores: «Papás, quiero que me apuntéis a tocar el tambor». Hoy, licenciado en Percusión y Composición, ha sido fichado entre casi 300 aspirantes para cursar estudios de percusión cubana en la Universidad de La Habana.

«La percusión clásica es mi formación, es la base de todo, pero muy pronto me sentí inclinado por el flamenco», cuenta como prólogo para comprender el origen de su inminente viaje a Cuba. «La música latina y la andaluza son hermanas, la rumba viene de Cuba, la vidalita es típica de Argentina, son canciones de ida y vuelta», detalla sobre su pasión.

En el pasado, en algún momento, se le cruzaron instrumentos como las maracas y las congas. Supo que alguna vez haría algo con ellas. Algo grande. Como marchar a la isla caribeña para empaparse de su música, «para ver cómo sienten sus ritmos e intentar hacerlos míos». El conocimiento que adquirirá no está al alcance de cualquiera. Las pruebas hechas por la Universidad de las Artes de La Habana dejaron atrás a varios centenares de aspirantes de todo el mundo. «Puede que, además de mi técnica, les llamara la atención lo familiarizado que estoy con la música popular», explica al respecto.

Porque Ángel Retamero, al margen de su formación estrictamente clásica, siempre ha tenido una cara B. La misma que le llevaba a compaginar el conservatorio y, en sus ratos libres, el aprendizaje del cajón flamenco. «He tenido profesores que me decían que en mi subconsciente estaba el flamenco, que aguardaba ahí escondido, y que debía dejarlo brotar». Y eso hizo.

Pero si el mundo jondo tiene sus propias inercias y reticencias, estas también existen en el ámbito clásico. «Cuando toco flamenco prefiero no decir de dónde vengo, a no ser que me pregunten; y en el mundo de la clásica, hay quienes me han mirado por encima del hombro, como si perdiera el tiempo, como si me dedicara a cosas menores», cuenta. En el Real Conservatorio de Madrid se la jugó. Literalmente.

«Presenté como obra de fin de carrera la composición Río Grande, para cantaor, percusión flamenca y orquesta sinfónica. Tuve encontronazos con músicos y profesores que no entendían la partitura, que no sabían cómo sacarla adelante. Me intentaron disuadir, pero o cobraba vida mi partitura o asumía que suspendería», detalla sobre este capítulo. Debió confiar entonces en dos de sus héroes musicales, Camarón y Paco de Lucía, «quienes experimentaron con el flamenco acercándose a él desde muchas perspectivas». Justo lo que él quiere hacer ahora.

«Mi música es una mezcla de flamenco y música clásica, y como intérprete me considero un percusionista flamenco», asegura. Podía haberse ido a Amsterdam o Berlín, pero ha preferido marchar a La Habana en busca del pulso de la música popular. «No me pregunte por el futuro, empecé aporreando cacerolas, así que quién sabe qué vendrá...»