La Barroca añadió con este concierto de su actual temporada un nuevo y prestigioso nombre a su nómina de ilustres colaboraciones, en este caso la violagambista alemana Friedericke Heumann, que aterrizó en Sevilla con un programa diseñado no solo para celebrar las amabilidades de su instrumento, sino para dejar de nuevo constancia del continuo ir y venir de influencias y corrientes estilísticas en una Europa que por aquel entonces adolecía lógicamente de la facilidad con la que hoy nos llegan las novedades de uno y otro lado del continente. Así, con Telemann celebramos su particular forma de adaptar a su identidad las habituales suites de danzas que tan prolíficas eran en Francia, donde inequívocamente más triunfaba y se desarrollaba la viola da gamba que el infatigable compositor alemán utilizó en las dos obras incluidas en este programa, la segunda de las cuales no puede disimular su influencia italiana. Dall’Abaco por su parte trabajó durante gran parte de su vida profesional en Múnich, donde inevitablemente se contagió de la forma de hacer música en el país germano. Siendo el de Tartini el más genuinamente italiano de los conciertos convocados, aunque con la incorporación de trompas que le dan ese toque majestuoso más habitual en el norte de Europa, todos beben de la forma da chiesa, con sus cuatro movimientos y la alternancia entre los lentos y los rápidos como seña de identidad y fórmula estética.
Sin dudar de la capacidad de Heumann para aprovechar todos los resortes de la viola, apreciamos sin embargo un sonido indescriptible en la obertura de la Suite TWV 55:D6 de Telemann, como si en lugar de salir hacia fuera viajara hacia dentro, evitando toda esa gama de colores y sensaciones tímbricas que permite un instrumento que no obstante comenzaba a vivir su decadencia en favor del más flexible violonchelo. Las prestaciones de la cuerda y el bajo continuo en esta sensacional sucesión de danzas precedidas de una suntuosa obertura, fueron en todo momento superlativas, incluyendo un continuo al que se incorporó el becario de la presente temporada, Rafael Arjona a la cuerda pulsada. Un detalle que la Barroca lleva gala y que demuestra la sensibilidad y el sentimiento con el que abordan cada encuentro con el público, un aspecto que les honra y que debería presidir cualquier cometido que abordemos en nuestra vida. Sobresalieron en esta pieza el carácter eminentemente festivo con el que acometieron La Trompette, y la compenetración que llegaron a alcanzar en el Bourrée, así como el brillante final alcanzado en la Gigue.