Uno de los más grandes e importantes compositores argentinos del pasado siglo es sin duda Astor Piazzolla. Tomó como referencia el tango y provocó toda una revolución en torno a él, tanto que como siempre ocurre con los genios, su música fue una gran incomprendida entre los puristas y los más avezados defensores del género, al menos hasta convertirse en leyenda. Anoche tres artistas, bautizados para la ocasión como Tres Esquinas, se dieron cita en los Jardines del Alcázar para rendir homenaje a este grande de la música con mayúsculas, iniciando así una serie de conciertos salpicados a lo largo de esta edición de las Noches del Alcázar, destinados a homenajear al músico de Mar del Plata cuando hubiera cumplido cien años, tras casi treinta de habernos dejado.
A Federico Lechner, pianista argentino afincado en nuestro país, ya lo habíamos visto en este escenario en varias ediciones anteriores, por ejemplo versionando a Debussy en clave jazzística o acompañando a la armónica de Antonio Serrano en una antología de Gershwin. Siempre estupendo y versátil, inspirado por una continua improvisación, estuvo acompañado en esta ocasión por su compatriota Florencia Bégue y el peruano de sangre porteña Claudio Constantini. Ella fue la única a descubrir en esta ocasión, ya que a Constantini tuvimos oportunidad de disfrutarlo, y mucho, la pasada primavera cuando tocó al bandoneón un concierto de su cosecha y al piano la Rapsodia en Blue de Gershwin junto a la Orquesta Joven de Andalucía. Siendo habitual que estos conciertos sean ilustrados con explicaciones sobre las obras a interpretar, esta vez la práctica se obvió, justo cuando un tributo de estas características más lo demanda, perdiéndose así el concepto de una propuesta como esta, entre el recital canalla y el cabaret más íntimo. En su lugar el bandoneonista contó la singular historia de su instrumento y sus orígenes alemanes justo antes de la Segunda Guerra Mundial. Su particular sonido y estética, la infancia callejera de Piazzolla en las calles de Nueva York de primer cuarto de siglo, y su sonido netamente urbano y apasionado se dieron cita en este homenaje, mientras sus influencias clásicas de Bach o sus mentores Ginastera y Nadia Boulanger quedaron más velados en el repertorio elegido, fundamentalmente cancionero.