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Actualizado: 17 may 2015 / 22:50 h.
  • Joselillo de Facinas, María de los Ángeles Carrasco, Juan José Téllez, Pepe de Lucía y Bruno Pedros. / Manuel Gómez
    Joselillo de Facinas, María de los Ángeles Carrasco, Juan José Téllez, Pepe de Lucía y Bruno Pedros. / Manuel Gómez

Juan José Téllez comenzó el acto de ayer lamentando el fallecimiento de Nacho Falgueras, el escultor de la estatua de Paco de Lucía en Algeciras o de Camarón en La Línea, entre otros empeños. «A Paco también lo tumbó la muerte, pero se vengó de ella a lo largo de 66 irrepetibles años», dijo.

Lo contó en la presentación de Paco de Lucía, el hijo de la portuguesa (Planeta), la biografía definitiva del genio que acaba de publicar, aunque insiste en que «todavía quedan muchos libros por escribirse sobre Paco, muchas películas que hacer sobre su vida».

Presentado por la directora del Instituto Andaluz del Flamenco, María de los Ángeles Carrasco, y acompañado por los guitarristas Joselillo de Facinas y el napolitano Bruno Pedros, Téllez subrayó el modo en que el genio de Algeciras «pasó la vida viajando no solo de un lado a otro del planeta, sino entre todas las músicas». «Siempre es complicado reducir en un libro la vida de alguien, pero más aún la de Paco, porque él abarca medio siglo de música popular en nuestro país y a nivel mundial».

«No dejó ni un segundo de ser flamenco», prosiguió Téllez. «Esta música fue para él una especie de gruta familiar a la que iba y venía con lo que cazaba en otras praderas», agregó en alusión a su capacidad para asimilar elementos de la música clásica, la latina o el jazz.

En opinión de Téllez, Paco de Lucía demostró definitivamente el carácter mestizo de lo jondo. «Fernando Quiñones solía decir que el flamenco era como una ensaladilla rusa, en la que los gitanos eran la mayonesa. Pero hubo muchos más ingredientes, los sefarditas, los mercheros, los maragatos, los negros de las lonjas de esclavos, las prostitutas, los fugitivos. Lo seguro es que no surgió ni de la Academia ni de los salones».

«Paco nació del suburbio, de las estrecheces, del hambre en las tripas», agregó. «Se convirtió en esa hoja que lleva el río hacia no se sabe dónde. Él mismo fue un río que hizo crecer el flamenco, y nos hizo crecer a todos».

Como recordó el autor, «antes de Paco el flamenco ya consistía en respetar la tradición, y desobedecer. Conocer lo que se ha hecho antes, para hacer algo distinto. Lo único que el flamenco no perdona es a los imitadores, por eso ha sido un eterno resucitado. Paco fue más que un virtuoso, un creador que construyó su propia historia como solista».