El destino quiso que el general franquista Gonzalo Queipo de Llano naciera en Tordesillas (Valladolid) el mismo año que el maestro don Antonio Machado nacía en aquella Sevilla donde maduraba el limonero de 1875. El militar franquista, sin embargo, luego tan destinado a Sevilla, duró algunos años más que el autor de Campos de Castilla, y desde luego no murió como un perro expulsado de España, en las postrimerías de la guerra civil, evocando aquellos días azules y aquel sol de su infancia, sino en 1951, el año en que también murió Pedro Salinas tan lejos de aquí... Pero a Queipo, que había mandado matar a más de 45.000 inocentes y que usó la radio de esta ciudad para sembrar el terror entre los más débiles, lo enterraron con todos los honores en la basílica más popular de la ciudad hispalense, la de la Esperanza Macarena. Hasta el 18 de julio de 2008, de hecho, no se le retiró desde el Ayuntamiento, y con la abstención del PP, la medalla de oro de la ciudad y el título de Hijo Adoptivo. Pero sus restos han seguido en la basílica hasta esta pasada madrugada, cuando han sido exhumados gracias a la Ley de Memoria Democrática.
Mientras el coche fúnebre salía, se estaba cumpliendo una profecía del gran poeta Miguel Hernández, el autor de un libro tan comprometido como Viento del pueblo, escrito en el fragor de la guerra civil y en cuyo poema “Jornaleros” puede leerse, en referencia fascistas como Hitler o Mussolini: “Ellos, ellos nos traen una cadena / de cárceles, miserias y atropellos. / ¿Quién España destruye y desordena? / ¡Ellos! ¡Ellos! / Fuera, fuera, ladrones de naciones, / guardianes de la cúpula banquera, / cluecas del capital y sus doblones: ¡fuera, fuera!”. Aquel poema continuaba, tan vaticinador como se ha demostrado esta noche: “Arrojados seréis como basura / de todas partes y de todos lados. / No habrá para vosotros sepultura, / arrojados. / La saliva será vuestra mortaja, / vuestro final la bota vengativa, / y solo os dará sombra, paz y caja / la saliva”. La profecía de Hernández ha tardado 71 años en cumplirse, pero el mundo gira sobre un eje herrumbroso que jamás tiene prisa...