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Actualizado: 10 oct 2020 / 10:30 h.
  • Un puente de barcas muy flamenco

Ayer se cumplieron 850 años, según Sevilla Insólita, de que se acabara de construir el puente de barcas que unía por fin Sevilla y el arrabal de Triana. Se hizo en un mes, y eso que los sevillanos estamos siempre de juerga o durmiendo la siesta, según dicen por ahí arriba. Y, claro, eso cambió muchas cosas en el barrio más flamenco del mundo. Anoche me dormí pensando en este acontecimiento y comencé a imaginar al señor Planeta atravesando el puente para tomar parte en la célebre fiesta a la que asistió Estébanez Calderón en la calle Castilla de Triana, que se convirtió en uno de los relatos más importante sobre el nacimiento del flamenco, Un baile en Triana, publicado en 1842 y más tarde, en 1847, en la obra Escenas andaluzas. El señor Planeta (Cádiz, 1790-Málaga, 1856), era un gitano medio morisco que pesaría unos 140 kilos, así que el puente notaría su presencia, la del primer gran astro del cante gitano. Imaginé también al escritor malagueño con su comitiva y muchas ganas de escuchar a Antonio Ortega El Fillo, que ya vivía en el barrio, en la Cava de los Gitanos, hoy Pages del Corro. Y a María de las Nieves y Juan de Dios agarrados de la mano, cruzando el puente, con la Perla y el Jerezano. Ya no los esperaba Pedro la Cambra a la entrada del puente, porque había muerto hacía cinco años. Es lo que haría años antes, esperar a los flamencos en el Altozano para agasajarlos en su célebre mesón de Santo Domingo, hoy San Jacinto, donde estuvo la Ferretería Lázaro. El Señor don Pedro, como le llamaban en Triana, era contrabandista y los mejores solomillos eran siempre para sus amigos los toreros y los flamencos. También imaginé cruzando el puente al niño Silverio Franconetti, que venía andando desde la calle Mesón del Moro, donde vivía, para escuchar la caña del Fillo y los romances de Curro Pabla, su hermano. Y a Manolillo el Maestro, del Barrio de la Feria, un maestro del cante y de la seda. Y a la Nieta de Baltasar Montes yendo a bailarles a los señoritos de Sevilla para llevar unas pesetas a su casa. 681 años estuvo el puente de barcas viendo pasar cada día a trianeros a Sevilla y a sevillanos a Triana. También imaginé cómo en 1852, cuando se inauguró el nuevo puente, aún vivían en el arrabal el Fillo y no hacía muchos años que residía también en la calle Verbena el popular Frasco el Colorao, maestro de Caganchos y Pelaos. Y ya, cruzar por el nuevo puente, el de Isabel II, a los boleros y a las boleras que iban a las fiestas de los corrales para agasajar a turistas que venían desde todo el mundo buscando el arte de Sevilla y Triana. ¿Cómo no ha hecho ya Canal Sur una serie sobre esa época, el principio del flamenco, antes de que llegaran los cafés que tanto criticó Demófilo?