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Actualizado: 14 feb 2020 / 10:42 h.
  • «Ya se acabó lo de la copita y el cuento»

Manolo Sanlúcar está como niño con zapatos nuevos con su magna obra sobre la guitarra flamenca, que en realidad es sobre la música flamenca en general. El maestro anda regular de salud, en diálisis a la espera de un posible trasplante de riñón. Pero sigue trabajando cada día con la ilusión del que empieza. “Siempre tuve claro, desde el comienzo, que tenía que ser algo más que un señor que diera conciertos de guitarra”, me dijo, convencido de que esa labor que hace no caerá en saco roto”.

Cuando comparan a Manolo Sanlúcar y Paco de Lucía, o al contrario, a Paco con Manolo, se olvidan a veces de esa labor que comenzó hace años el de Sanlúcar de Barrameda. Entre 1971 y 1973, salieron al mercado tres elepés fundamentales, Mundo y formas de la guitarra flamenca, con lo que quedaba claro el camino que iba a elegir en la guitarra y la música en general. Para el genio, “la música es algo más que buscarse la vida”.

Ayer participó en un documental que se está rodando sobre la Niña de los Peines, para Manolo, “un pilar fundamental del cante”. Recordó cómo le trataba la maestra del cante cuando él apenas tenía 14 años y ya soñaba con ser profesional. “Me cogió cariño y me decía Gatito”. En 1955, Pepe Pinto quiso que fuera la segunda guitarra de un disco de Pastora en el sello Hispavox, cuyo primer espada de las seis cuerdas era Melchor de Marchena. “Aquello fue para mí empezar mi carrera a lo grande”. Al final, el disco no se comercializó, seguramente por deseo de Pepe Pinto.

Nos contó Manolo ayer por la tarde que La Niña no paraba de rezarle al Gran Poder mientras preparaban el estudio, y de llevarse a la boca sal y limón para engrasar la garganta. “Pepe, cansado de los rezos de su esposa, le gritó desde la planta de arriba: “¡Pastora, deja ya de rezarle tanto al Gran Poder y canta de una vez!”. A lo que respondió la Emperadora del Cante: “¿A quién quiere que le rece, hijo, a un guardia?”.

Todas estas vivencias le iban sirviendo a Manolo para formarse como guitarrista, primero de acompañamiento y más tarde como concertista. Y creando en él una conciencia de músico alejado de los tópicos. “Ver a Pastora tan nerviosa, con tanta carga de responsabilidad en un estudio de grabación, ya con 65 años, era algo impactante. ¡Y encima rezando! Claro, así dejó la obra que dejó, tan extensa y rica”, dijo Manolo con los ojos llenos de emoción.

Cuando salimos de Caballo Negro, después de haber estado horas charlando con él, escuchando anécdotas y vivencias, llegaban el guitarrista Joaquín Amador y su familia para hablarle al maestro de la Fundación Manuela Carrasco. A pesar de sus años y de estar delicado de salud, no para de trabajar, de hacer cosas, de formar a jóvenes, de escribir y de investigar. Luego hay quienes escriben todo un libro sobre una pataíta por bulerías o una fiesta dominguera. “Ya se acabó lo de la copita y el cuento”, sentenció el maestro de la sonanta.