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Actualizado: 11 abr 2017 / 14:11 h.
  • Víctor Sánchez del Amo hace un gesto con las manos explicando uno de los ejercicios durante un entrenamiento del Betis en la ciudad deportiva. / Efe
    Víctor Sánchez del Amo hace un gesto con las manos explicando uno de los ejercicios durante un entrenamiento del Betis en la ciudad deportiva. / Efe

Cuando a mediados de noviembre ilustrábamos estas páginas con un minucioso reportaje sobre los cambios de entrenador en el Betis en el último cuarto de siglo, se destacaba en el mismo que la mayoría de las veces ese volantazo apenas había servido para mejorar la marcha del equipo verdiblanco. Fue justo después de que el Betis anunciara la destitución de Gustavo Poyet por haber conseguido, entre otras cosas, sólo 11 puntos en 11 jornadas. La media era incompatible con el ya de por sí pueril objetivo fijado por los dirigentes del club: estar entre los diez primeros.

A 11 de abril nos encontramos con que Víctor Sánchez del Amo, sustituto del uruguayo en el banquillo, arroja la misma proyección: un punto sumado por encuentro jugado (20 en 20). Un calco a Poyet aderezado con una tristísima eliminación en la Copa del Rey. Si bien Víctor no ha caído en un discurso incendiario como el que protagonizó Poyet –quien todavía sigue disparando desde China– y ha devuelto a los terrenos de juego a un Dani Ceballos defenestrado por el uruguayo, las sensaciones del equipo, más allá del pobrísimo bagaje de puntos, son muy malas. Una de las peores impresiones que se desprenden del actual Betis es que los jugadores se desmoronan al primer varapalo, quizás por falta de fe ya en los planes de un entrenador que, por si fuera poco, se desmarcó hace unos días de la planificación –jugadores– realizada por Torrecilla.

Si los resultados condenaron a Poyet, los cosechados por Víctor justificarían su destitución. Sin embargo, el actual entrenador cuenta con una ventaja: quedan sólo siete partidos y el descenso está más o menos lejos. Es decir, la idea de la dirigencia del Betis, sobre todo la de Torrecilla –quien ya se resistió todo lo que pudo a echar a Poyet–, es la de aguantar hasta el final de la temporada, valiéndose de la nefasta temporada que están haciendo los tres equipos que, salvo milagro, descenderán a la Segunda División el próximo mes de mayo: Osasuna, Granada y Sporting. Todos ellos han cambiado ya de técnico, hasta dos veces los dos primeros, después de que ayer comunicara el Granada el despido de Lucas Alcaraz. Salvo hecatombe y alarma roja total, Víctor acabará la temporada, aunque queda muy en el aire si Torrecilla, bastante señalado por la calamitosa temporada del Betis, podrá cumplir lo que dijo: que Víctor sería también el entrenador de la próxima temporada.

Salvo sorpresa, el próximo domingo el Benito Villamarín volverá a clamar contra el entrenador, tal y como hizo ante el Villarreal. Y probablemente contra una directiva también lo hizo aquel día que ha vuelto a fracasar este curso en la parcela deportiva y que no actuará de inmediato porque probablemente esta deriva que lleva el Betis de Víctor (de los últimos 17 partidos sólo ha ganado dos partidos, al deshauciado Osasuna y a un Málaga en crisis) le dé para quedarse un año más en la Primera División.

LOS DATOS DE ÁNGEL HARO

Ángel Haro es el peor presidente que ha pasado por el Betis en lo que va de siglo XXI en cuanto a número de victorias del equipo. El Betis de Haro, que llegó a la presidencia en febrero de 2016, sólo ha conseguido un 32 por ciento de triunfos. En la actual temporada sólo ocho veces ganó el Betis.